A diez años de la hazaña a nado en el Estrecho de Magallanes
Tito Berroeta y Erwin Sepúlveda recuerdan la travesía que los llevó a cruzar las frías aguas del estrecho austral y para lo cual se prepararon durante un año.
Una década cumple hoy la hazaña de dos nadadores locales. Fue un domingo 20 de enero de 2013 el día que quedó marcado a fuego en las vidas de Tito Berroeta y Erwin Sepúlveda. A las 14:52 horas de aquel día, 10 años atrás, iniciaron una travesía de una hora y dos minutos para cruzar nadando el Estrecho de Magallanes.
"Es un recuerdo que atesoro, y que llevaré conmigo por el paso de los años", indicó el chorero Tito Berroeta, quien se emociona visiblemente al rememorar esta hazaña.
"Llegamos a Punta Arenas en diciembre del 2012, para afrontar este desafío. Al inicio era un sueño de don Arturo Rivera, nadador veterano de Talcahuano", señaló a su vez Erwin Sepúlveda, quien es oriundo de Trehuaco. "Lo conocimos y acompañamos a hacer ese desafío, que para nosotros era importante", agregó sobre la preparación junto al recordado nadador de aguas abiertas, Arturo "Atún" Rivera.
"Fue alrededor de un año de preparación. Justo hacía mi debut en enero del 2012 en la primera versión del Triatlón de Talcahuano, y de ahí en más, fue enfocarme en este desafío", recuerda Berroeta, quien comenzó en la natación a los 20 años, cuando ingresó a estudiar Pedagogía en Educación Física en la Universidad de las Américas.
Con esta mentalidad, se prepararon para el desafío. Pero no fue fácil. "La primera fecha no pudimos hacerlo, porque no se dieron las condiciones climáticas. En la segunda instancia tampoco pudimos porque había mucha corriente, mucho viento y se nos complicó", rememora Sepúlveda.
"Como teníamos los recursos acotados, no se pudieron quedar todos. De los seis que fuimos, otros tomaron la decisión de devolverse, incluyendo a don Arturo. Pero le dije a Tito que no nos devolvíamos, y que no me iba a ir sin cruzar el estrecho", enfatizó.
La proeza
Aquel domingo de hace diez años lo recuerdan como si fuera hoy. "Hay un punto de equilibrio en las aguas entre el océano Pacífico y el Atlántico, siendo en ese momento donde comenzamos el cruce", indicó Berroeta. Sepúlveda agregó que "el momento en que partimos era como nadar en una piscina, sin olas ni nada".
Pero esa paz no se mantendría. "Transcurrido el tiempo, se comenzó a sentir la corriente, cada vez más fuerte, sobre todo el tramo final. No avanzaba, sentía que algo me llevaba hacía lo profundo, fueron los segundos/minutos más críticos de la travesía", manifestó Berroeta, quien no oculta su emoción al recordar el final del viaje.
"Logré salir de ahí. Estaba a metros de la orilla. Había que entregar el último esfuerzo. Entre la emoción de haberlo conseguido, volteo para divisar a mi amigo, y ya estaba cerca también. Llegó a la orilla, brazos en alto, y un emotivo abrazo", indicó el nadador chorero.
"Me empezaron a dar calambres en las piernas, en los brazos. Mi cuerpo me estaba abandonando. Pensé en todo lo que entrené, y le seguí dando. Seguí los consejos del capitán de la barcaza y me puse de medio lado para afrontar los metros finales", complementó Sepúlveda.
Con trajes de neopreno especiales para el frío, Erwin Sepúlveda recuerda que "el lugar es como pampa. Cuando nos lanzamos al agua solo se veía el mar, con la curvatura de la tierra. Le dije a Tito que íbamos a la nada. Lo más bonito de todo era el agua, los peces, las toninas que bailan harto y saltan en el lugar".
Tito Berroeta finalizó recordando a todos quienes los apoyaron, y a quienes no pudieron concretar la travesía, en especial a Arturo "el Atún" Rivera. "Nosotros la pudimos concretar. Lo hicimos por nosotros, y por ellos", concluyó.