Nada nuevo bajo el sol...
En el turbulento 1957, una epidemia de influenza, originada en patos salvajes en China, causó más de un millón de muertes en el mundo y 20 mil en Chile. Fuimos uno de los países más afectados, con un millón 400 mil enfermos.
Por Juan Guillermo Prado O.
El año 1957 fue complejo para Chile. El 10 de enero falleció Gabriela Mistral y por causa de la crisis económica y el alza en los pasajes, a fines de marzo comenzaron las protestas, con barricadas, marchas y ataque a una comisaría.
Miles de manifestantes invadieron el centro de Santiago, volcaron buses y tranvías, destruyeron la propiedad y se enfrentaron con Carabineros. En la tarde del 2 de abril las fuerzas policiales fueron incapaces de detener las protestas y las reemplazaron tropas del Ejército. En la noche hubo más de una veintena de muertos y medio millar de heridos.
Tal Como Ayer
Como en estos tiempos, en aquel año turbulento primero fue el alza de pasajes; luego la protesta; y más tarde la aparición de la pandemia. Antes fue la influenza y ahora, el coronavirus, que provoca el covid-19.
En febrero de 1957 surgió en la provincia de Yunan, en el sureste de China, una epidemia de influenza como consecuencia de la mutación de un virus común en patos silvestres que se cruzó con una cepa que infecta a las personas.
Se informó por primera vez en Singapur; más tarde en Hong Kong, en el mes de abril, afectando a 250 mil pobladores; y en las ciudades costeras de los Estados Unidos en el verano del hemisferio norte de ese año.
La peste se extendió rápidamente por el planeta. Los primeros casos ocurrieron en julio en los puertos de las provincias de Tarapacá y Antofagasta. El 24 de julio atracó en Valparaíso un navío de la Armada de los Estados Unidos.
Al bajar la tripulación contagió a la población local y dos días más tarde se anunciaron los primeros casos de influenza en Santiago. La enfermedad continuó expandiéndose por el territorio nacional, llegando a la provincia de Magallanes a fines del mes de septiembre.
Fue un período complejo pues las clínicas y hospitales colapsaron, familias enteras cayeron en cama y muchos temían que tuviera los mismos efectos de la epidemia de influenza del año 1918. En los centros de salud se debió dar preferencia a adultos, enfermos crónicos y trabajadores de la salud, ya que no había vacuna.
Ya en el 412 AC el médico griego Hipócrates describió el cuadro clínico de la influenza, caracterizada por fiebre de varios días de duración, cefalea, dolores musculares y articulaciones, decaimiento, tos seca, dolor de garganta e intolerancia a la luz. Los pacientes mejoran entre dos y siete días pero el decaimiento y la tos pueden durar más de dos semanas. Su rápida propagación se debió a su corto periodo de incubación, de solo 24 a 72 horas. Se transmite de persona a persona a través del estornudo o la tos.
Se ha señalado que hubo un total de 1 millón 400 mil casos, de los cuales 800 mil se produjeron en Santiago. Los habitantes en el territorio nacional eran poco más de siete millones.
Los más afectados fueron los escolares, en una proporción de un 80 por ciento. Sin embargo la letalidad observada fue baja, alcanzando 1,3 defunciones por cada mil enfermos. El número más alto de muertes se produjo en los mayores de 65 años y entre los que padecían enfermedades crónicas.
El 20 de julio se creó el Comité Nacional de Influenza, que contó con la participación de epidemiólogos, clínicos, bacteriólogos y otros expertos para establecer las medidas tendientes a atenuar los efectos de la enfermedad.
Cementerio Colapsado
La epidemia afectó al 21 por ciento de los habitantes y causó la muerte de 20 mil personas. Nuestro país fue uno de los más castigados del planeta. Los meses de agosto y septiembre fueron los más letales. Cuando apareció esta pandemia el país no estaba preparado para una catástrofe de esas dimensiones. Se vivía una situación política, social y económica compleja que acentuaron las críticas al gobierno.
El 13 de agosto de 1957, en sesión de la Cámara de Diputados, el parlamentario Luis Pareto señaló: "El Servicio Nacional de Salud, con una irresponsabilidad que le es ya característica, dio a conocer en un principio, por diferentes órganos de publicidad, que la epidemia de influenza que estaba afectando al país era benigna; sin embargo, las cifras estadísticas han reflejado todo lo contrario. En efecto, el Servicio Nacional de Salud informó que la mortandad que provocaba la influenza era de una víctima por cada diez mil enfermos. Posteriormente, esta cifra aumentó a dos por cada diez mil afectados y hoy día se está comprobando que las víctimas de la influenza en nuestro país están alcanzando a un tres por mil… el número habitual de sepultaciones en el Cementerio General en los meses de julio y agosto no alcanza a cuarenta y cinco o cincuenta; pero desde el 29 de julio hasta la fecha se ha llegado a las siguientes cifras: 5 de agosto, 120; 6 de agosto, 158; 7 de agosto, 131; 9 de agosto, 120; 10 de agosto, 112; 11 de agosto, 106…". El cementerio estaba colapsado.
Pandemia que Vuelve
Con la llegada de los días más cálidos la influenza disminuyó pero en el invierno de 1959 hubo un rebrote de la enfermedad. Chile fue uno de los países con mayor tasa de mortalidad en América Latina.
El número estimado de muertes fue de un millón cien mil habitantes en todo el mundo y 116 mil en los Estados Unidos. No fue una pandemia tan grave como la gripe española. Para impedirla contribuyeron los antibióticos, como la penicilina y la estreptomicina, y la rápida producción de vacunas. En diciembre de 1957 la Organización Mundial de la Salud informó que la vacuna estaba lista.
Las pandemias por este tipo de virus se han producido con una periodicidad de entre 10 y 15 años.