Angélica Vásquez V.
Va un mes y días de este movimiento social. A todos, en mayor o menor medida, nos hizo cuestionarnos lo que sucedía en nuestra vida, desde lo más superfluo a las preguntas profundas y sin anestesia que solíamos esquivar una y otra vez. Pensar que por error nos toca vivir esto, es precisamente "el error". Ya estamos en esto y el lema "despertar" me resuena más que nunca. Es otra infinita oportunidad sagrada para vernos desde fuera y honestamente ponernos nota. Vivir vegetando ya no es permitido, vivir poniéndole el pie encima a los más vulnerables es intolerable para cualquier sociedad con Vida Inteligente (pero la inteligencia verdadera, la que viene conectada al corazón). Vivir con doble discurso, vivir sin recordar que somos Alma, es deshonrarse. Este movimiento nos sacudió. De pronto queremos que todo sea un mal sueño, pero creo que ya pasó el tiempo de los lamentos. Vivir en rutina es la muerte. Querer controlar lo que sucede es más muerte aún. Concepción no estaba feliz, había deudas ancestrales, había deudas recientes... había muchas heridas sin sanar. Eso, por decir algo suave. No se lamente de muros rayados, laméntese de no haber reaccionado, de haber olvidado que no están solos, que había seres humanos y que usted mismo lo era. Qué felicidad más grande, ¿verdad? Saber que seguimos completos aunque nos sintamos fraccionados. La reconstrucción implica conciencia, voluntad, amor, risas... o sea ¡vida! Y por supuesto que se podrá. Pero ahora hay que hacerlo bien, y esas herramientas las tenemos a nuestro alcance. Una autoestima sana, amor por quiénes somos, ¡conciencia pura! No dejar de tender la mano, no permitir que su mirada vaya al vacío, mirar de frente conectándose. Estamos preparados. ¿Para qué mantener la foto familiar si en el fondo todos se destestaban? En eso estamos, depurando como sociedad y como personas sagradas y poderosas llenas de luz. Así sanamos.