Jueza revela cómo una tragedia cambió su mirada de la vida y la forma de trabajar en la justicia
Presidenta del Juzgado de Familia de Concepción y ministra (i) de la Corte penquista señala que la sociedad efectivamente puede ser mejor.
Sin duda que la tarea de impartir justicia es una de las más complejas y delicadas de nuestra sociedad. Trabajo de acción pública para el cual no sólo resulta de gran relevancia tener un vasto conocimiento de las leyes, sino que también tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro, escuchar y comprender, entre muchas otras.
Hace poco más de un mes los ministros Renato Campos y María Elvira Verdugo abandonaron el Poder Judicial luego de más de 40 años de labor y, en los puestos que dejaron en la Corte de Apelaciones de Concepción, de forma interina fueron nombrados la actual presidenta del Juzgado de Familia de Concepción, Liliana Acuña Acuña y el juez del Tribunal de Juicio Oral de Concepción, Gonzalo Rojas Monje.
Ambos son cien por ciento penquistas. Ella es ex alumna del Liceo Fiscal de Niñas y la Universidad de Concepción y él del Colegio de los Sagrados Corazones y la ex sede penquista de la Pontifica Universidad Católica de Chile.
La carrera judicial de Liliana Acuña se inició hace 23 años como secretaria del Juzgado de Letras de Loncoche, luego continuó como secretaria del Primer Juzgado Civil de Valdivia, jueza del Segundo Juzgado de Letras de Curicó, jueza en el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Rancagua, jueza de Garantía de Valdivia, jueza de Garantía de Concepción y desde el 28 de marzo de 2013, jueza del Juzgado de Familia de Concepción, tribunal del cual -en la actualidad- es su presidenta.
"Hice el camino distinto, porque después de ser juez de garantía, entré a Familia. Ahí aprendí una nueva mirada del Derecho. El camino normal que hacen los jueces de familia es que de ahí van a Penal o a Civil. Yo fui de Civil, a Penal y después a Familia", señala.
"Me siento tremendamente orgullosa, porque fui el primer juez de familia que hizo el curso de ministro hace cuatro años y de inmediato me llamaron de la Corte para hacer suplencias el año 2014. Este es el primer interinato y tengo el honor de reemplazar a don Renato Campos, ministro de larga trayectoria. Es muy significativo para mi tribunal y para los jueces de familia, que se les esté considerando en las cortes y que los principios que tiene la judicatura de familia empiece a permear a los tribunales superiores", añade.
"Es todo un orgullo, además, ser reconocida por la Excelentísima Corte Suprema para nombrarme y espero poder entregar lo mejor de mis conocimientos (...) Me siento en casa, porque después de todo este periplo volví a Concepción. He sido muy bien recibida y estoy muy contenta con el trabajo que realizo", sostiene al mismo tiempo que manifiesta con satisfacción el poder empezar a ver otros temas, como laborales, penales y civiles.
-¿Cómo se produce su paso desde los temas civiles y penales a los de familia?
"Las carreras judiciales normalmente no son como yo hice la carrera judicial. En su momento, siendo yo juez de garantía, tuve una situación familiar complicada. Hace seis años mi madre fue víctima de robo con homicidio y eso, en cierto modo, hizo que necesitase un cambio. Me resultaba un tanto complejo ir a hacer visitas de cárceles, donde estaba la persona que resultó sancionada por esto. El cambio a Familia fue coyuntural, sorpresivo, pero también enriquecedor y constructivo (...) el que precisamente el homicida haya sido un adolescente me motiva y me hace tener una perspectiva diferente de alguien que también ha sido víctima de la violencia, de la delincuencia y que a su vez, la forma de subsanar -como yo veo que se pueda dar pronto remedio a esto- es la intervención desde la infancia, desde los niños y niñas que empiezan por ser vulnerados, maltratados, olvidados y continúan normalmente -y eso no debiese ocurrir así- terminando en el área penal, como sucedió en mi caso".
En este sentido, la jueza Liliana Acuña sostiene que día a día, da lo mejor de sí para que "no se vaya torciendo el destino de un niño. Vale la pena el esfuerzo y eso me motiva enormemente".
"Siento que tengo una mirada global. De ángulos que normalmente los jueces como personas no han vivido, pero que en mi caso me motivó a hacer algo más que pensar de que nada es posible y que nada va a cambiar. Frente a un hecho brutal como el que a uno le sucede en la vida, uno tiene dos caminos: o se suma a la rabia, a la ira, a los sentimientos de venganza, de rencor o emplea el dolor para crecer, para madurar, para ser más prudente y ayudar. El segundo camino es el que a mi familia le ha resultado mucho mejor. No nos llenamos de rabia, ni de rencor, porque creemos en la justicia. Creemos que puede haber una sociedad mejor en todo ámbito. Nadie merece ser estigmatizado desde niño para terminar en tan malas circunstancias. Pero sí se puede hacer algo y para eso estamos trabajando", manifiesta.
Penquista y puntarenense
El juez del Tribunal de Juicio Oral de Concepción y ministro (i) de la Corte de Apelaciones penquista, Gonzalo Rojas Monje, tiene una historia de profunda unión con Concepción y con la austral ciudad de Punta Arenas.
Hijo de María Angélica y Gonzalo, estudió en el Instituto de Humanidades y en los Sagrados Corazones, establecimiento del cual egresó. Luego estudió derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica (sede Concepción) y se recibió a comienzos de 1995.
"Estuve trabajando un tiempo de abogado litigante e ingresé al Poder Judicial en 1996 de secretario en el Juzgado de Letras de Cañete. Después postulé a Punta Arenas al cargo de relator. Allá partí a fines del 96, ciudad donde tuve a mis hijos Gonzalo y Alejandra. El 2001 fui nombrado juez en Punta Arenas con motivo de la Reforma que se iniciaba en 2002. Después por diferentes cosas de la vida tuve que volver a Concepción. Postulé al cargo de juez oral de Concepción y trabajé acá entre 2003 y 2008, oportunidad en que volví a Punta Arenas como juez del Tribunal de Juicio Oral de Punta Arenas. En total estuve más de 15 años allá. Punta Arenas es una ciudad muy importante para mí. Me siento un puntarense más o chumango, como allá dicen", explica.
Pero Concepción siempre estaba presente en la vida del juez, de hecho, cuenta que en la capital de Magallanes, participaba en un club de abogados de Concepción, que funcionaba de forma intermitente, pero en el cual conversaban y añoraban nuestra ciudad. "Compartíamos también las vivencias que teníamos allá en el sur", sostiene.
"Un trabajo como éste es un desafío diario. Los que integramos el Poder Judicial somos todos personas comunes, como cualquier tipo de persona que desempeña cualquier otro tipo de actividad, pero la función pública de trabajar en el Poder Judicial tiene una trascendencia que va más allá de lo meramente laboral. Es difícil muchas veces, porque por de pronto, no se puede dejar a todos los litigantes contentos. En la esencia del Poder Judicial, por lo menos la mitad de las personas no van a quedar contentas, porque no ganan to dos los juicios, sino que solo los gana uno. Eso explica muchas veces que el Poder Judicial no tenga la popularidad o el beneplácito de la sociedad, como lo podría tener otra institución", manifiesta.
Liliana Acuña,, presidenta del Juzgado de Familia de Concepción y ministra (i) Corte de, Apelaciones de Concepción"
"El camino normal que hacen los jueces de familia es que de ahí van a Penal o a Civil. Yo fui de Civil, a Penal y después a Familia.""
"La función pública de desempeñarse en el Poder Judicial tiene una trascendencia que va más allá de lo meramente laboral"
Gonzalo Rojas Monje,
juez de garantía de Concepción, ministro (i) Corte de Apelaciones de Concepción"