Angélica Vásquez V.
Pucha que me gustó ese término ¿Cómo no lo había usado, yo que siempre he tenido gatitos? Bueno, me lanzo entonces a explicar este término que se relaciona con los períodos de tristeza. Se lo escuché a la Fran en "Primer Plano" y yo lo siento así: esos momentos en que queremos estar solos, literalmente, como los gatitos cuando llegan heridos a casa, luego de desaparecer unos días. Así como nosotros cuando estamos viviendo nuestras historias y de pronto nos atacan y quedamos heridos, deseando volver a nuestro rincón... Pero de pronto, esas heridas no son producidas por terceros, creemos que es así, pero sólo nos muestran que aún hay cositas especiales que sellar. Para mí ha sido así y sé que para ustedes también. Sin ir más lejos descubrí la pena que me producía septiembre por recuerdos de hace muchos años. No lo tenía claro, pero trataba de escapar de este mes. Lo bonito es que lamerse las heridas permite ir un paso más allá, permite una curación más real, dolorosa pero real. Y en ese rincón donde estamos haciendo ese proceso, también se presentan sanadores enviados desde arriba, personificados en amigos, pareja, situaciones en general. "Lamerse las heridas" es reconocer que tenemos que parar antes de seguir el rumbo. Es darse ese tiempo que es SAGRADO. Así, con mayúscula. ¿Por qué insistimos en caminar cojeando? ¿Por qué creemos que no valemos la pena? ¿Quién va a hacer ese trabajo por nosotros? ¿Facebook? ¿Instagram? ¿La certificación que me ofrecen por internet? Nop, ese trabajo de llegar hasta el fondo es nuestro, es mi decisión, es necesario, salvador, un parto cósmico. Y por eso vale el esfuerzo, da miedo, produce desesperación, pero es parte de, viene incluido en el juego, porque aun ahí está la posibilidad de tomar y usar nuevas herramientas, incluso pedir una vida extra. Y sip, nos la envían sin demora. Así que ¡aguante! Así de intenso, así de limpiador. Tan potente como el periodo menstrual y su energía transformadora, pero eso, estimades, lo dejo para una próxima columna.