Habemus Papam: un acto de fe
Ante la elección del Cardenal Robert Prevost como Sumo Pontífice me gustaría compartir las siguientes impresiones.
En primer lugar, lo que por diferentes medios de prensa ha sido calificado como una completa "sorpresa", porque se escogió un nombre que no había aparecido en sus vaticinios", no es más que un término elegante para desviar la atención de los errores de apreciación cometidos y de las horas perdidas en cálculos y opiniones peregrinas que no condujeron a ninguna parte. No podía ser de otra forma, pues se trata principalmente de una cuestión de fe y no tanto de política. Y se seguirán equivocando mientras no entiendan esto. Es cierto que los cardenales tienen determinadas posturas, ciertas líneas que se podrían calificar como tradicionalistas, progresistas y moderadas; pero, sobre todo, son hombres de fe y de oración que han buscado la iluminación del Espíritu Santo, que es quien impulsa a la Iglesia. Esta elección es la prueba patente de que de lo que se trata es de algo que está más allá del cálculo humano.
En segundo lugar, fue una grata sorpresa ver el revuelo que causó la "fumata bianca", tanto en Roma, con la muchedumbre que se reunió en la Plaza de San Pedro y en la Vía de la Conciliación, como todos aquellos que, como yo, estuvieron conectados a algún medio de comunicación social, esperando el famoso anuncio del protodiácono "Anuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam" (= "les anuncio una alegría inmensa: tenemos Papa"), para conocer la identidad del nuevo pontífice. Percibir ese ambiente de fe y de alegría de los creyentes previo a saber quién fue elegido, muestra la ya mencionada dimensión de fe de este acontecimiento. Por otra parte, la expectación e interés manifestado por tantos que no comparten nuestra fe, es esperanzador, porque muestra que la Iglesia Católica mantiene aún una cierta relevancia social, bastante mayor de la que uno pudiera imaginarse o que otros deseasen. Seguramente esta importancia fue causa de alegría para algunos y de desesperación para otros.
En tercer lugar, todos los que han comentado sobre el nombre escogido, incluidos teólogos, han hecho mención con razón a León XIII con su magnífica y profética encíclica Rerum novarum sobre la situación de los obreros, del 5 de mayo de 1891, pilar fundamental de la sistematización de la doctrina social de la Iglesia, explicación que recientemente ha dado León XIV, pero León XIII escribió por lo menos otras dos encíclicas de gran envergadura (dentro de las 86 encíclicas de su autoría que aparecen en la página web oficial del Vaticano), a saber, Aeterni Patris sobre la restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino, del 4 de agosto de 1879 y Providentissimus Deus sobre los estudios bíblicos, del 18 de noviembre de 1893. Esta última encíclica es, en el ámbito bíblico, tan importante como Rerum novarum en el ámbito social. Tanto así, que tuvo un influjo decisivo en la puesta al día de la investigación bíblica católica en cuanto incorporó el "conocer las lenguas en que los libros canónicos fueron escritos" (n. 39). Además, en 1902, León XIII creó la Comisión Bíblica. Abrió así, nuevas perspectivas a los estudios bíblicos que llevaron a grandes avances en esta materia hasta el día de hoy.
Por último, en mi condición de teólogo y biblista me interesa sobremanera el diálogo con la cultura y con la sociedad, en razón de lo cual, lo que más destaco no es tanto su doctorado en Derecho Canónico, sino en especial su licenciatura en matemática. Es un Papa matemático como lo fuera el Papa Silvestre II, que gobernó la Iglesia en el paso del primer al segundo milenio.
El Papa León XIV muestra en su persona que ciencia y fe no son opuestas, sino que se complementan. De ahí que no extrañe que en su homilía en la misa con el Colegio Cardenalicio (9 mayo) haya dicho que "son muchos los contextos en los que la fe cristiana se considera un absurdo, algo para personas débiles y poco inteligentes". No sólo razón y fe no son opuestas, sino que la ciencia tiene mucho de fe y la fe tiene su razonabilidad. Desde un comienzo los cristianos estamos llamados "a dar respuesta a todo el que les pida dar razón de su esperanza. Pero háganlo con dulzura y respeto" (1 Pedro 3,15-16).