Jorge Jara va por otra meta en la Maratón de Santiago
A sus 68 años de edad y con una traqueotomía permanente, el deportista amateur correrá los 21K, desafiando los pronósticos médicos y transmitiendo un mensaje de esperanza junto a su inseparable compañera, su esposa Jasna.
El domingo 18 de mayo, cuando cerca de 30 mil corredores tomen la largada en la Maratón de Santiago, entre ellos habrá uno que no respira como los demás. Lo hace a través de una traqueotomía permanente, una abertura quirúrgica en su cuello por la que entra el aire. Su nombre es Jorge Jara, tiene 68 años de edad y representa a la zona en la categoría de capacidades diferentes. Pero más allá del rótulo, lo suyo es una historia de resiliencia pura.
Todo cambió en junio de 2013, cuando el síndrome de Guillain-Barré lo obligó a una traqueotomía de por vida. El diagnóstico parecía sentencia: sin aire normal, sin deporte. Pero Jorge decidió seguir corriendo, literalmente, hacia una nueva oportunidad.
Desde entonces ha hecho del sector Fundo Coihueco, la Costanera de Penco y los alrededores de su ciudad un circuito de entrenamiento. Siempre acompañado por su esposa, Jasna Pino, profesora de educación física y tallerista del IND, quien lo anima, guía y corre a su lado.
Juntos forman un equipo imparable, convencidos de que moverse es una forma de agradecer la vida.
"Nosotros queremos demostrar que se puede llevar una vida activa pese a cualquier dificultad", dice Jorge.
Este año, además, quiere mejorar su marca anterior: tres horas y veinte minutos en los 21K. Una hazaña para cualquiera; un hito para quien, además, superó una trombosis en la pierna y un diagnóstico que aseguraba que nunca volvería a correr.
"El doctor me dijo que no podría volver a hacerlo. Yo le respondí que sí lo haría, y aquí estoy", afirma Jara con una mezcla de orgullo y humildad.
Su travesía no es solitaria. Empresas como Ultimate, Tecno Dent, Muebles Raulí, Entretenimiento Duddles, Comac y Emporio Matilu, lo apoyan en este camino. Para todos ellos, Jorge es más que un corredor: es un ejemplo viviente de que el cuerpo tiene límites, pero la voluntad, no.
"El doctor me dijo que no podría volver a hacerlo. Yo le respondí que sí lo haría, y aquí estoy"
Jorge Jara, deportista