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Llegada de los tranvías eléctricos a Concepción

Muchas personas, a principios del siglo XX, se sorprendieron al ver funcionar este sistema de transporte sin mediar una fuerza auxiliar que lo moviera.
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Para 1906, Concepción era una ciudad que vislumbraba modernidad y mucha actividad.

Su radio urbano abarcaba a una población de aproximadamente 55 mil habitantes, los que se dedicaban a distintas actividades económicas que entregaban a la zona una variada vida comercial.

Junto con la modernidad citadina, el transporte público también era un sistema que debía evolucionar desde los carros urbanos tirados por caballos. De las instancias presentadas al municipio, la que cogió fuerza y terminó con la firma de un contrato con la ciudad de Concepción el 7 de julio de 1905, fue la de Andrés Sanhueza Pacheco, quien representaba a Federico Wightman, gerente de la Cía. Eléctrica de Concepción, filial de W. R. Grace & Company, que había adquirido la concesión de General Electric para Chile en 1902.

Calles penquistas

Dicho contrato establecía, entre sus puntos, la construcción de vías por donde correría el servicio de tranvías eléctricos, lo que estaría bajo la supervisión de la Compañía Eléctrica de Concepción. Para ello se ocuparían las calles Freire, O'Higgins y Arturo Prat en toda su extensión, así como Ignacio Serrano, Rengo, Caupolicán y Aníbal Pinto, llegando a construir los desvíos necesarios, tal como lo serían más adelante las calles Rozas y Castellón.

Los trabajos para su implementación comenzaron en agosto de 1907. En ellos se hicieron mediciones exhaustivas respecto a los niveles y alturas de calles que se necesitaban para la correcta instalación de postes, llegando a conclusiones que determinaron bajar o aumentar el nivel de algunas de ellas. Ejemplo de esto, fueron las esquinas de la calle Rengo entre Los Carrera y La Pampa, actual calle Heras, en la cual hubo que realizar excavaciones para su nivelación.

La introducción de postes para el cableado y de las líneas eléctricas, requería de una mayor precisión en la nivelación de los terrenos, por lo que los problemas de nivelación eran comunicados continuamente entre la empresa y el municipio. Uno de los inconvenientes sucedió con los cables, debido a que los instalados para la iluminación eléctrica tenían la misma altura que los que debían emplearse para el tendido de los tranvías.

Es así que en su oportunidad, la Compañía de Luz Eléctrica comunicó a la Municipalidad de Concepción que debía levantar aún más los cables destinados a la iluminación, y que esta obra debía correr por cuenta del municipio, ya que las cláusulas firmadas entre la compañía y la municipalidad estipulaban la altura del tendido de iluminación, siendo la casa edilicia la que no había dado la altura requerida para dichas funciones. Para subsanar rápidamente este problema, la Compañía Eléctrica decidió no iniciar acciones legales ni reclamos contra la corporación edilicia, siempre y cuando esta diera inicio cuanto antes al levantamiento del tendido.

El problema fue solucionado con prontitud. Se reanudó con normalidad la instalación del tendido eléctrico, el que se alimentaba en dos estaciones, una ubicada en calle Rozas, a la altura de calle Aníbal pinto, y una central mayor, ubicada a un costado del cerro Chepe, donde aún la Compañía General de Electricidad mantiene la subestación Concepción.

Para la elección de los carros para el tranvía, hubo distintas empresas oferentes, pero finalmente se optó por la elección de carros norteamericanos. Ya en diciembre de 1906, la Compañía Eléctrica de Concepción había ordenado la compra de siete tranvías eléctricos de ocho ruedas a la firma de tranvías Stephenson, y en abril de 1907, 12 tranvías eléctricos de cuatro ruedas a la compañía Brill.

Carros

Los carros llegaron a Talcahuano a finales de 1907, comenzando los primeros días de 1908 las faenas de instalación y pruebas. Finalmente, se dispuso la fecha del 4 de julio del mismo año para la inauguración del sistema, cuyo primer recorrido en tranvía eléctrico fue realizado por las autoridades penquistas en un recorrido que abarcaba 15 kilómetros.

Las personas que vieron la puesta en marcha de esta importante innovación, quedaron sorprendidas por la velocidad de los vehículos, y muchos trataban de entender cómo era posible que un tremendo armatoste como ese se moviera solo, sin la fuerza de una energía auxiliar visible.

La puesta en marcha del sistema de tranvías eléctricos vino a romper la continuidad del transporte por tracción animal, dejándolo relegado al traslado de elementos de menor cuantía dentro del radio urbano de la ciudad. El nuevo modo de transporte trajo como consecuencia la adaptación a un menor tiempo en los desplazamientos por la ciudad, así como también la modificación del espacio urbano penquista, que cambió su fisonomía de manera radical con la nivelación de las calles, el levantamiento de terraplenes, el enderezamiento de cuadras completas, así como la presencia permanente del tendido de cableado eléctrico que recorrería la ciudad. Este nuevo servicio cumplió las expectativas, que si bien no fueron inmediatas, ya que estuvo sujeto a mejoras, pero sí en el largo plazo, convirtiéndose en un servicio eficaz, limpio y ordenado.