Esfuerzos de los primeros pobladores de San Pedro
Al igual que muchos territorios surgidos durante el periodo de la Colonia, San Pedro de la Paz tiene su génesis en el fuerte del mismo nombre construido por el gobernador Alonso de Ribera en 1604.
En torno al fuerte de San Pedro, fue surgiendo un pequeño caserío al amparo de los mismos soldados asignados a la fortificación, el que lentamente aumentó su población conforme se desarrollaban los acontecimientos bélicos de la Guerra de Arauco. De acuerdo con el cronista Vicente Carvallo y Goyeneche, el poblado en torno a la arruinada plaza de San Pedro en 1794, durante el periodo colonial, contaba con 351 habitantes, con los cuales se armaba una compañía de milicias que alcanzaba a los 64 hombres.
Estos primeros habitantes del poblado aprovecharon las tierras llanas del emplazamiento, así como las fértiles vegas aptas para el pasto y la labor. Sobrevivían fundamentalmente de la ganadería, la agricultura y la pesca. De la crianza de ganado vacuno, obtenían carne, mantequilla y quesillos, mientras que de la actividad agrícola obtenían cebada, papas y legumbres trimecinas en abundancia. La pesca, por su parte, era realizada beneficiándose de las bondades de las dos lagunas existentes, el río Biobío y las costas del Pacífico.
Los productos obtenidos de las actividades económicas desarrolladas alcanzaban con creces para abastecer al reducido mercado del poblado sampedrino. Todos los excedentes adquiridos por los primeros pobladores eran comerciados en Concepción, ciudad cabecera de la provincia, asiento del Ejército del Sur desde el 1600, en torno a la cual se desarrollaba una ascendente actividad comercial que más tarde la alzaría como el genuino polo de desarrollo de la región.
Cabe mencionar que, en el escenario descrito, el poblado de San Pedro, así como otros situados cerca de la urbe penquista, no eran más que una calle central en torno a la cual existían algunas casas de adobes y techos de paja, con extensos sitios, en los cuales se practicaba una agricultura de subsistencia que, dada la alta calidad de los suelos, permitía la obtención de estos pequeños excedentes. Para la cada vez más desarrollada Concepción, la guarnición militar existente, así como el incipiente caserío, era menos que un patio trasero que exhibía un ruinoso fuerte en torno al que se levantaban algunas casas.
Como complemento a esta desventajosa condición, los primeros habitantes de San Pedro tuvieron que enfrentar otra dificultad aún más difícil que la anterior, como producto de su aislamiento geográfico, ya que el fuerte prácticamente constituía un lugar de avanzada al otro lado del río, el que actuaba como una frontera difícil de sobrellevar. Con los escasos medios que poseían en los primeros años de la conquista, esta situación fue permanentemente advertida por los cronistas coloniales, quienes, casi sin excepción, advirtieron desde un comienzo los funestos efectos ocasionados por las peligrosas corrientes y furiosas crecidas del río. Cada una opuso una natural y tenaz resistencia a las huestes españolas, así como a todos quienes se empeñaban en pasar hacia el sur.
Sobre el río, el propio Pedro de Valdivia reconoció en una de sus cartas al Rey Carlos V, lo complicado que era efectuar la travesía de cruzar el Biobío, señalando en ella que llegando al río el 23 de enero de 1500, tuvo que preparar balsas para "Le pasar, porque era muy cenagoso, ancho e fondo no se podía ir a caballo". Con expresiones similares, se refirió el maestre de campo Alonso González de Nájera, quien a principios de 1619 escribía que cada uno de los ríos de la gobernación eran "muy peligrosos en el pasarse, especialmente el Bíu Bíu".
Todavía a principios del Siglo XIX, el paso del río ofrecía serias dificultades a todos quienes debían pasarlo. En 1803 el coronel Juan de Ojeda describía dicha travesía con las siguientes palabras: "Este fuerte cuida del pasaje de la Concepción, cuyo barco tiran a la cola de un caballo, con mucha demora y gran fatiga de este animal, en más de dos tercios de legua, que nada, forcejeando con el remolque y con el agua. Esta gran fuerza les hace comprimir y dilatar sucesivamente las narices con tanta angustia y penosa regurgitación que parece que mueren en el tiro".
Con el objetivo de solucionar esta grave situación, el coronel Ojeda proponía aliviar el inhumano tratamiento de las bestias con un grueso cinchón neumático que les hiciera más flotantes, siendo más breve y menos molesta la travesía del río, del cual menciona "aunque de lo más riguroso del verano se recoge".
En 1811 se ensaya una nueva forma de efectuar la travesía, ya que por orden del Gobierno se decide construir una balsa más liviana para pasar el río, la que fue complementada con carretas para aquellos en los cuales el río estaba embancado. El sistema fue considerado desde el primer momento dificultoso por los usuarios. Y a los pocos años de implementado se volvió al antiguo sistema.
Esto fue uno de los principales problemas que enfrentaba la localidad de San Pedro bien avanzado el siglo XIX, aunque desde 1830 se dio un impulso administrativo a la pasada del río, ya que se remataba anualmente el servicio que debían cubrir las balsas que llegaban al conocido malecón de Chepe.