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Penquista en Inglaterra contó cómo fue el funeral de la Reina

Cientos de miles de británicos se volcaron a las calles para despedir el carro que trasladó los restos de la soberana, que fue sepultada junto a su marido Felipe en uno de los funerales de Estado más impresionantes de la historia moderna.
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Pablo Martínez Tizka

En una ceremonia de otro tiempo, de solemnidad sobrecogedora, la reina Isabel II recibió ayer un último adiós que devolvió todo su sentido al apelativo de majestuoso y evidencia que nadie maneja mejor los ritos y la pompa que la monarquía británica. El funeral de Estado en la abadía de Westminster por Isabel II, fallecida el 8 de septiembre, puso el broche a diez días de luto nacional con una puesta en escena sin par en el mundo.

El féretro recubierto con el estandarte real salió como estaba estipulado a las 10.44 del Palacio de Westminster para recorrer los cientos de metros que lo separan de la abadía del mismo nombre. Allí, en el mismo lugar donde la reina contrajo matrimonio con el príncipe Felipe y donde fue coronada en 1953, lo esperaban dos millares de invitados, entre ellos decenas de jefes de Estado.

Arrastrada con cuerdas por 142 miembros de la Marina Real, una cureña transportó los restos mortales, seguida por miembros de la familia real, a la cabeza de los cuales se hallaba un emocionado rey Carlos III.

"Se decretó este día como feriado. Como se trató de un funeral de Estado, las calles estuvieron completamente vacías con un silencio sepulcral. Prácticamente todos estuvieron dentro de sus casas observando la ceremonia por televisión", relató desde Inglaterra Rocío Opazo, oriunda de Concepción y quien vive hace 32 años en Ashtead, un pueblo a una hora de Londres.

Señaló que "el tiempo estaba como para salir, porque estamos en el final del verano, pero aún hay un ánimo de luto. Todos los almacenes estuvieron cerrados, como si fuera Navidad".

La penquista recordó el momento en que el féretro aún estaba al interior del Palacio de Westminster, en que miles de personas hicieron filas larguísimas para despedir a la Reina.

"Mi familia y yo no estábamos de ánimo para esperar 13 o 14 horas, como sí lo hicieron varias personas. Las colas eran interminables e iban en dirección al puente Lambeth sobre el Támesis. Después cruzaban y se iban por la costanera hasta el Parlamento, que es el edificio que está al fondo de donde está el Big Ben. Sin embargo, la fila daba varias vueltas en zigzag", dijo.

"En lo logístico, los británicos son buenos manejando multitudes. Cerraron varias calles y todo se llevó a cabo sin ningún problema. Hubo mucha paciencia de la gente, que estaba de luto. No se vio a nadie con los ánimos calientes, sino todo lo contrario, se respiraba un clima de unión en un momento difícil", aseguró.

Sobre todo lo que ha significado la muerte de la Reina, la penquista dijo que "a todos nos tomó por sorpresa. Existía la conciencia de que ella estaba muy mayor, pero ella representaba estabilidad y tranquilidad. La noticia de su fallecimiento llegó en un momento complejo no solo por la crisis económica que se avecina, sino porque el panorama político está complicado. Aquí se sintió fuerte, a todo nivel. En el colegio de mi hijo se pusieron corbata negra e incluso algunos tenían chaquetas del mismo color. En las iglesias había oraciones por ella y existe una conciencia de que es un momento de relevancia histórica, tal como fue la muerte de la Reina Victoria en su momento".

Trascendencia

Rocío Opazo reflexionó sobre la trascendencia de la figura de la Reina para los británicos. Indicó que "son un pueblo con mucha historia y valoran mucho sus tradiciones, lo que para alguien que viene de un país tan joven como Chile es difícil de entender completamente. Para los habitantes de aquí, su tradición es parte de la identidad y, en ello, la Reina encaja perfectamente en ese marco".

"Esto no significa que el británico sea ardientemente monárquico -añadió-. No obstante la Reina Isabel II en particular logró por tantos años aglutinar a la gente y representar una cara positiva de la monarquía".

Isabel II fue enterrada a eso de las 15.30 hora chilena, junto con los restos de su esposo en la capilla San Jorge en el palacio de Windsor. El himno nacional "Dios salve al rey", adaptado a su nueva letra tras la muerte de la reina, selló el funeral y, de alguna forma, toda una época.