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Los 100 días de sampedrino en medio de la guerra en Ucrania

Rodrigo Provoste es un misionero que estaba en Odesa cuando empezó la invasión rusa. Pasó noches en vela, cruzó kilómetros y dejó el país, y ahora sigue ayudando en Rumania.
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Marcelo Canario Parra

A más de cien días del comienzo de la invasión rusa a Ucrania, más de 7 millones de personas han dejado el país, escapando de los horrores de una guerra cuyas nefastas consecuencias se han dejado sentir en todo el mundo.

Este masivo éxodo estuvo conformado en gran parte por niños, adultos mayores y mujeres. Muchos decidieron quedarse a proteger su tierra, en medio de la incertidumbre de saber si volverán a ver una vez más a sus seres queridos.

Quien también se vio obligado a abandonar Ucrania fue Rodrigo Provoste, misionero chileno oriundo de Candelaria, en San Pedro de la Paz. Desde 2017 que colaboraba en un hogar de niños en la ciudad de Odesa, pero su panorama cambió radicalmente tras el comienzo de los bombardeos.

A las semanas de iniciado el conflicto, y tras largas noches de incertidumbre, donde la amenaza de un misil o enfrentamiento estaban latentes, los niños con los que compartió por largos años enfilaron rumbo a Alemania. Actualmente están sanos y salvos, pero quieren regresar a su tierra.

En el caso del misionero sampedrino, pasaron los días y finalmente emprendió rumbo a Rumania tras una larga caminata por el frío, para seguir con lo que más lo apasiona: ayudar al prójimo.

Así fue que llegó a la región de Oradea y actualmente trabaja en un recinto donde reciben a familias de refugiados de Ucrania, quienes se pueden quedar el tiempo que sea necesario, contando con habitaciones, comida y atención médica. Además de la certeza de no despertar una noche cualquiera en medio de estallidos o disparos.

Los 100 días

En medio de las labores diarias que realiza en Oradea, Rodrigo Provoste detalló a La Estrella cómo ha sido vivir el conflicto bélico más grave de las últimas décadas en carne propia.

Pese a los horrores y la incertidumbre, este sampedrino no pierde la esperanza ni la motivación para servir a quienes más lo necesitan.

"Acá se les da alojo, tienen alimentación, abrigo y medicamentos. Han llegado muchos niños, gente de la tercera edad y mujeres. Tratamos de cubrir todas sus necesidades, pero para nosotros es complicado. Han llegado muchas personas con enfermedades crónicas, se hablan idiomas distintos y no están los mismos medicamentos, sólo variantes. Ese es el mayor problema que tenemos acá", parte relatando.

Ya han pasado más de 100 días desde que comenzó la guerra y varias cosas pasan por su mente. "Ha sido una locura. Cuando duermo se me olvida que estamos en guerra, pero llega el día y es volver a la realidad y volver a pensar en lo delicada que está la situación, eso nos tiene muy desmotivados. Estas fechas eran importantes, cómo nosotros vivimos cerca del mar y era verano, era donde más hacíamos campamentos. Eso ya no lo podemos hacer, ha sido una tristeza tremenda, siento que es como una pesadilla que nunca se va a acabar".

Junto con ello sostiene que "hay gente que todavía no asimila lo que está sucediendo. Ucrania es número uno en exportación de trigos y cereales. Hay barcos de transporte de mercadería que están varados, porque Rusia no deja sacarlo, ya que prácticamente tiene dominado el Mar Negro".

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A pesar de que en el día son muchas las actividades que debe realizar, Rodrigo Provoste lamenta que "hay mucha resignación. Nosotros tratamos de que se olviden un poco de esto, pero han pasado 3 meses y es muy difícil, hay mujeres que no han vuelto a ver a sus esposos desde que todo esto empezó. Es una tristeza grande. Hay muchos que se han arriesgado y han vuelto a Ucrania".

Rodrigo Provoste se define como un hombre de fe, y es justamente ese aspecto, uno de los pilares que le ha permitido seguir con su labor pese a las dificultades.

"Yo hablo de fe más que nada. A las familias ucranianas les digo: seamos agradecidas por el día, porque todavía tenemos alimentos. Siempre estamos hablando para que tomen conciencia, que sepan que hay un Dios que los ama en medio de las dificultades, no es tan solo tristeza, eso tratamos de expresar, ser más agradecidos. Acá donde estamos no les falta nada. Les recordamos que muchas personas se quedaron en Ucrania, sin alimentos y con su ciudad totalmente bombardeada y devastada", explicó.

Siguiendo con su relato, detalló que "yo pensaba que esto iba a durar un mes, pero continúa y sigue siendo peor. Las noticias no son alentadoras para el pueblo ucraniano. Hay países que están enviando material de guerra para que se sigan defendiendo y Putin se va en contra de eso, no lo permite. No quiere que Ucrania tenga espacios para descansar, quieren tomarse toda la región del Donbas".

Por lo mismo es que siempre está al tanto de lo que ocurre en Odesa, ciudad a la que piensa volver sí o sí: "Casi toda la gente está armada, siguen las barricadas como antes. Prácticamente no ha cambiado el escenario desde que comenzó la guerra. Odesa tiene que estar muy preparada porque es un punto clave: si logran tomarse la ciudad sería catastrófico, por eso es que en estos minutos todos se mantienen vigilantes".

"También persiste el toque de queda y por lo que me cuentan está todo muy caro, sobre todo la bencina, es muy difícil de conseguir. Un amigo español que está de voluntario en Lvov, debió ir hasta Polonia para conseguir. Todo ha subido de precio, para que tengan una idea, el kilo de sal está a 8 grivnas (moneda ucraniana) y ahora está entre 80 y 90 grivnas", complementó.

De acuerdo a cifras de la Unicef, más de 5 millones de niños y niñas ucranianos necesitan ayuda humanitaria. Dentro de ese grupo se encuentran los jóvenes que estuvieron con Rodrigo por largos años.

Sobre su presente, informó que "están en Alemania. Hay cerca de 21 niños y adolescentes. Me dicen que ya están aburridos y que no aguantan más, quieren volver a Ucrania. Tienen diversas dificultades, como el idioma, que los complica enormemente. Además extrañan esta fecha del año, donde se podía sembrar, cosechar y realizar actividades al aire libre".

VIAJE A CHILE

En medio de toda esta incertidumbre, Rodrigo comenta que espera permanecer en Rumania unos tres meses más y luego, en agosto o septiembre, ir a Chile por un tiempo para buscar recursos y tener apoyo para cumplir su sueño.

"Mi sueño es volver a Ucrania para comprarme un terreno y una casa para adoptar niños. Después de la guerra viene lo otro peor: cesantía, falta de alimentos, falta de oportunidades y más pobreza en las calles", adelanta.

Por lo mismo espera visitar varias congregaciones para buscar interesados en apadrinar su obra. "Quizás pase un año en Chile, visitando varias iglesias para poder concretar este proyecto que tengo en mente. Sé que me va a costar un poco al principio, pero yo volveré a Ucrania sí o sí cuando tenga recursos. Hay muchos niños que necesitan un hogar, ser apadrinados y tener una familia que los acoja. Yo ya tengo experiencia en ello, llevaba cinco años allá y sé cuáles son sus necesidades específicas", asegura Provoste, quien también opinó sobre el actual momento que se vive en el país.

"Lo veo con mucha pena, siempre se ven asesinatos y mucha desorganización,", lamentó.

Después de terminar la conversación con el sampedrino, cuya rutina parte muy temprano en la mañana, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, anunciaba al mundo que la guerra está lejos de acabar, y que las pretensiones rusas son adueñarse de toda la región del Donbás. Necesitan armas para resistir un conflicto que seguirá cobrando vidas inocentes. Mientras, Rodrigo Provoste no pierde esperanza y seguirá ayudando con todo lo que esté a su alcance.

"Las noticias no son alentadoras para el pueblo ucraniano".

Rodrigo Provoste, misionero.

"Se que me va a costar un poco al principio, pero yo volverá a Ucrania sí o sí cuando tenga recursos".

Rodrigo Provoste, sampedrino.

5.2 millones de niños ucranianos, necesitan ayuda humanitaria de acuerdo a Unicef.

7 millones de ucranianos han dejado sus tierras por la invasión rusa, informó la OIM.