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Cuentacuentos rescata las historias de las comunidades

Claudia Urbina realiza dinámicas entretenidas y lúdicas para que niños y adultos no olviden sus raíces.
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Karen Loreto Retamal

Divertir, recrear, rescatar y difundir historias que muestran el pasado o las raíces de una comunidad. Eso realiza Claudia Urbina a través de lo que se denomina "cuentacuentos", actividad que ejerce desde hace un par de años, acompañada de su grupo Libélula Coja Cuentacuentos.

Socióloga de profesión, así como también educadora artística (enseñando teatro y narración oral en establecimientos educativos) y actriz, realiza actividades con una dinámica con público, con música en vivo y relatos para rescatar historias de antes. Acá, cuenta Claudia, "tengo dos compañeras, Pamela Navarrete y Cecilia Gutierrez. Con una trabajo en lo escénico, donde tenemos escenografía, hacemos refranes y que la gente haga trabalenguas, luego viene el cuentacuentos".

Asimismo, describe que la gente que llega a presenciar su dinámica tiene que trabajar la memoria y la parte lúdica. "La idea es que los niños entiendan que es importante manejar adivinanzas, refranes… vamos de a poquito porque es reaprender. Con esto se trabaja la mente y el corazón", dice, añadiendo que "me gustaría mejorar y tener más cuentos, ir a otros lugares".

Hoy tiene funciones en la Biblioteca Municipal de Concepción, las cuales finalizan en diciembre próximo. Según cuenta, "estamos con un ciclo hace cuatro meses, y nos quedan tres funciones, terminamos en diciembre. La gente cree que los cuentos son para los niños, pero los cuentos son grandes relatos que te explican cómo moverte en la vida. Nos contaron poco o nos dejaron de contar, por eso nos equivocamos tanto porque no tenemos enseñanza".

Cada función ha estado llena y el interés, describe Claudia, ha sido tanto de los niños como de los más grandes.

Inicio

Sobre cómo llegó a ser cuentacuentos, Claudia Urbina se traslada a su niñez, cuando su mamá le ponía cuentacuentos en versión cassette. "Así que escuché muchas historias cuando chica, que no eran contadas por ella, pero sí era su forma de entregarme algún regalo en la noche. Eso quedó en mi memoria, muy en mi inconsciente porque no siento que lo haya desarrollado tanto, pero sí tuve una disposición a escuchar a la gente más adulta. Mi abuelo paterno también era un contador de historias. Siempre nos estaba contando cosas, o las inventaba. Nosotros siempre le tomábamos mucha atención, como que siempre me atrajo. Cuentacuentos no era algo muy instalado, pero tengo recuerdos flash de gente que más de alguna vez contaba cosas".

Con ese antecedente y sumando que se había dedicado varios años al teatro, así como una necesidad de subsistencia, con una amiga comenzaron a ir al Mercado Municipal -antes de que se quemara- a contarle historias a la gente mientras almorzaban. La dinámica funcionó así que quiso ir por más.

"Empecé a investigar escénicamente y en repertorio. Hace unos 4 años en Chile comenzó un movimiento de narradores orales, que fueron reconocidos por las artes escénicas por el Ministerio como un arte más como el circo y los títeres. Se inyectaron algunos recursos, así que está validada. Eso me llevó, ya que yo había hecho un camino sin que nadie lo reconociera, a coincidir y ahí empecé a ser más invitada a la puesta en escena como narradora", señala.

De manera más autónoma, investiga la oralidad en las comunidades, tales como el relato de la gente, lo que dicen, los documentales. "Me gusta trabajar metodologías en grupo para que la gente pueda contar sus historias para que rehagan las historias de los pueblos o las comunidades donde pertenecen. Entonces la oralidad, por un lado en la escénica interpretada por mí, y por otro lado está la oralidad del pueblo, como los refranes, los cuentos populares que se han ido perdiendo. Se ha ido perdiendo la transmisión, por eso me gusta trabajar desde ahí para que no se pierda. Trabajo harto en aprenderme cuentos, en escucharlos, para enseñárselos a los más chicos", indica.

Sobre cómo ha sido el proceso de investigar y transmitirlo, la cuentacuentos asegura que todo ha sido muy orgánico. "Como que se perdió, pero siempre ha estado. Hay muchos pueblos cuyo conocimiento es de manera oral, solo que Chile somos ignorantes desde el sistema educativo. Entonces, por un lado es lo que debería ser, pero lo que no ocurre porque no se valora. Para mí ha sido natural, porque siento que es lo que debería hacer y lo hago. Me he dado cuenta que la gente lo ha empezado a valorar, se abre conmigo a contar historias o me invitan a hacer proyectos a comunidades o escuelas para que podamos trabajar en la creación de relatos o recuperar historias. Para mí ha sido de mucho aprendizaje", expresa.

Eso sí, confiesa que si bien lleva muchos años, se considera aprendiz, pues recién está entrando al folclor popular real, como por ejemplo, ir al campo y encontrarse con personas y sus miles de historias. "Le estoy tomando el peso a lo que es recibir una tradición a hacerlo bien, a estudiar. Creo que hay que estudiar esto como las décimas, las cuartetas, los refranes, las adivinanzas. Hay que retomar ese camino", dice.

Memoria del agua

Según cuenta Claudia Urbina, investiga en una metodología denominada "Memoria del Agua", que tiene que ver con restituir los recuerdos de la gente en torno al agua. "Trabajo la memoria del agua, es decir la oralidad, los recuerdos, los saberes en torno a la importancia del agua en las comunidades. He sacado microdocumentales", indica.

Además, trabaja en otra línea que es el trabajo callejero, donde trabaja con la memoria de la presencia africana en la zona.