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Las "tías de la cocina" están en el corazón de los niños

Los escolares y sus papás las conocen y las han hecho sus regalonas. Hoy celebran su día. Salúdelas.
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Karen Loreto Retamal

Aunque la fecha exacta es un 30 de octubre, el último viernes de octubre, en Chile, se celebra el Día de la Manipuladora de Alimentos, conmemoración que busca reconocer y resaltar su labor, sobre todo en lo que respecta a la alimentación de los escolares.

Fabiola Andrea Sagredo, mejor conocida como la Tía Andrea o Tía Faby entre los escolares de Coronel, lleva prácticamente toda su vida como manipuladora de alimentos. "Trabajando en el programa llevo 30 años y 21 en el Liceo de Coronel", parte contando.

Sobre sus inicios, relata que cuando estaba estudiando en el Liceo de Coronel, en tercero medio, se le dio la oportunidad de entrar a trabajar gracias a una tía que era manipuladora de alimentos. "Me retiré de la jornada diurna y me inscribí en la nocturna para terminar mi enseñanza media y comenzar a trabajar. Tenía casi 18 años. Partí haciendo reemplazos hasta que me contrataron. Trabajé 3 años en la escuela Ambrosio O'Higgins; luego 5 años en la Rosita Renard. Desde ahí me cambiaron al Liceo de Coronel como un "castigo", porque yo era muy querendona con los niños. Había muchos que tenían problemas y yo era muy sobreprotectora", dice.

Tras llegar al Liceo de Coronel tuvo que partir de cero, pues no tenían cocina en el establecimiento. Según cuenta, trabajaron en una sala, donde daban desayuno y almuerzo. "Era una cocina pequeña que se compartía con la de los profesores. Preparábamos la leche y nos íbamos a una sala a servirle a los niños su desayuno". Luego, se comenzó a gestionar un espacio y se habilitó una cocina. "Teníamos una hermosa cocina y vino un incendio. Estuvimos en una sede preparando los alimentos para los niños, después a otras; a una iglesia. Recorridos todos lados para entregar el servicio hasta que comenzó a reconstruirse. Tuvimos años de harto sacrificio, pues era preparar fondos de un lado a otro, nos ayudaban los auxiliares, llevábamos en una carretilla la mercadería. Teníamos hartas historias", detalla.

Asimismo, asegura que su grupo de trabajo disfruta de cocinar y estar con los niños. "Éramos mamás y teníamos buena llegada con los jóvenes, sobre todo con los que tenían más problemas. Se acercaban a nosotros porque los intentábamos entender, los acogíamos. Hasta el día de hoy, ellos casados con hijos, tenemos una relación de amistad, nos vienen a ver y se acuerdan de nosotras, de nuestro equipo", cuenta, añadiendo que "cocinamos con amor y responsabilidad, de darle el toque diferente, cosa que para el niño sea grato ir a comer".

Durante la pandemia, ha tenido que quedarse en casa y solo, cada dos semanas, va al liceo a entregar la canasta de comida. Echa de menos su lugar, pero se prepara para el próximo año para retornar a la cocina, donde volverá con novedades y un menú mucho más entretenido.

Afectos

Daniela Cifuentes pasó de trabajar en gastronomía a ser manipuladora de alimentos en un jardín infantil de Concepción, desde 2018. "Voy a cumplir cuatro años acá. Antes trabajaba en cocina igual, pero ahora es diferente, porque cocinas para los niños. Cocinas con menos sal, menos aliños. Hacemos papillas para los bebés. Hay harto de los conocimientos de uno como mamá, así como también la preocupación por la alimentación de los niños", cuenta.

Pese que al principio le costó un poco, asegura que el cariño, amor y disposición son vitales para las preparaciones. En el jardín trabajan con minutas y nutricionistas, se va variando el alimento que es la ensalada, plato de fondo, postre. "Es bien variada la alimentación", sostiene.

La crisis sanitaria también afectó su labor. Eso sí, no fue sinónimo de parar la actividad. Al contrario, Daniela Cifuentes señala que se preparó desde su hogar. "No estuvimos trabajando en el jardín, pero sí desde casa con la nutricionista en proyectos. Por ejemplo, alimentación para bebés y ella nos pedía una receta. Grabábamos videos y se los mandábamos. Volvimos en abril a trabajar, poco a poco, venían dos niños, tres, cinco… luego se iban dos. Para ellos fue un gran cambio acostumbrarse de nuevo, echaban de menos. Ahora tenemos alrededor de 20 a 25 niños, pues aún hay papás que no se atreven a enviarlos, pero la confianza está y todos los cuidados también", comenta.

En el jardín son 28 personas trabajando y en la cocina están Daniela y su compañera. "Nuestra labor es muy importante, los vemos cuando recién llegan, con seis meses, nosotros le vamos dando su comida, que comen de a poquito. Igual que la leche… todo se hace con paciencia, cariño, amor y dedicación", dice, añadiendo que "cuando van en kínder ya reconocen quién les cocina. Dice: 'La tía Dani hizo esto'. Se saben los sabores y la mano de las comidas. Esta es una labor súper bonita, pues nos preocupamos de los niños, más allá de la comida, sino que también de entregarles afectos".