Duelo e infancia
El duelo es un proceso activo, en constante movimiento, dinámico y diferente para todos y todas. En la infancia es posible visualizar la importancia de cumplir con ciertas tareas que permitan superarlo. La primera es aceptar que la muerte es real y que la persona que ha fallecido no volverá, en segunda instancia es fundamental aceptar y trabajar con las emociones que se asocian a la pérdida, que para cada niño o niña pueden ser diferentes. En tercer lugar, aprender a vivir en un mundo en que la persona que ha fallecido ya no está lo que implica ajuste de espacios y roles. Finalmente resulta necesario reacomodar emocionalmente a la persona que ha fallecido para seguir viviendo, generar un recuerdo menos doloroso que permita ser un soporte amoroso de ser requerido.
Los niños y niñas en sus primeros años de vida no comprenden el concepto de muerte como algo irreversible, pero viven la ausencia, sensación de abandono y de separación de lo amado como un despojo. Entre los 4 y los 6 años, persiste la irreversibilidad de la muerte, no hay diferencia entre fantasía y realidad, por lo que pedir deseos y esperar que se cumplan es común.
Entre los 7 y los 12 años ya logran entender que la muerte es irreversible.
Es fundamental acompañar a los niños y niñas en su proceso de compresión y relación con la muerte, ya que es un escenario que genera diversas dudas e inquietudes, acompañado de confusión y temor, por ello, necesitan ser atendidos, respetados y escuchados en su proceso de duelo.
Columna
Giannina Mosca, Académica Escuela de Psicología, Universidad de Las Américas