Ana Garrido: "Me levanto y me acuesto mirando al mar"
La dirigenta de las recolectoras de algas de Coliumo confiesa su amor por su oficio. Destaca todo lo que el océanoe puede entregar a las personas. La pandemia también ha afectado a su actividad.
Cuando escucha la palabra mar, a Ana Garrido, presidenta del Sindicato de Trabajadores Independientes, Pescadores Artesanales, Recolectores de Orilla y Algueros de Caleta Coliumo, se le viene un cúmulo de recuerdos y vivencias. Es que toda su vida ha estado con los pies en el agua. Para ella, el mar lo es todo. No solo porque vive en la Caleta Coliumo de Tomé, sino que porque encontró en sus aguas lo que más le gusta hacer: recolectora de algas. Eso sí, advierte que no es solamente lo que hace, pues "si me toca subirme a un bote y remar, voy".
Su actividad la heredó de sus padres. Siendo muy pequeña, recuerda, la llevaban a sacar algas y con ello "tenía para poder comprarme mis cosas para el colegio. Para que nuestros papás no gastaran en nosotros, íbamos a sacar la luga. Nosotros nos comprábamos nuestras cosas… A veces íbamos a jugar y nos acordábamos que teníamos que llegar con algas a la casa. Jugábamos todo lo que queríamos y luego recogíamos las algas. Era una diversión, nos juntábamos con todos los amigos, lo pasábamos muy bien. Fue una infancia muy linda. Nos juntábamos en un sector que le decían 'La Churreta', donde buscábamos la luga".
De ahí comenzó con la labor que hasta hoy le llena el alma, aunque confiesa que por la pandemia, ha tenido que poner un stand by. Desde su casa, que da a la orilla del mar añora con volver a su actividad, mientras comenta que "me levanto y me acuesto mirando el mar. Es una vista privilegiada, lo tengo aquí mismo. Yo siempre digo que nunca me voy a ir de acá, pues se respira tranquilidad. Recogemos lo que bota el mar. Cuando llovió varó mucho ulte, cochayuyo, así que fuimos a recoger. Son cosas que a una le llenan mucho".
Dirigenta
Tras estudiar en Concepción, Ana Garrido regresó a Coliumo a cuidar a su madre, donde continuó con la recolección de algas, llegando así a formar un sindicato. "En eso estamos ahora, trabajando con mi gente, con la FAO, postulamos a un repoblamiento de pelillo y lo hicimos. Ahora trabajamos con una línea online. Por temas de la pandemia estábamos estancados en eso y este año no hemos trabajando nada en la luga. No fue bueno este año, para nadie que vive de las algas, pero aquí estamos, haciendo el empeño e ingeniándonos en otras cosas, preocupadas de las chicas del sindicato, que no les falte nada. Nos comunicamos a través de WhatsApp", dice.
Aparte de recolectora, también ha sido pescadora. En tiempos de merluza, volvía a surcar el mar local. Eso sí, siempre la primera actividad es la que más la motiva, conociendo las etapas de las algas y cuándo deben sacar y cuándo deben dejarlas para que crezcan. Claro que, pese a su amor por ser recolectora, revela que es una actividad "muy difícil, muy sacrificado y muy mal pagado. Aunque la historia detrás es mucho más linda".
"He tenido muchas compañeras que se han enfermado, tienen artrosis, dolor de cuerpo, por el frío. Es complicado trabajar en el mar, pero acá estamos, haciendo cosas nuevas, dándole un valor agregado a los productos del mar", añade Ana, quien adelanta que están preparando una granja marina. "Nuestra idea es trabajar nuestro propio producto. Una bioquímica que nos ha enseñado a trabajar las algas. Ya dimos el primer paso que es tener el espacio físico", cuenta.
"La recolección es algo muy difícil, sacrificado y mal pagado, aunque la historia detrás es más linda".
"Estamos haciendo cosas nuevas, dándole un valor agregado a los productos del mar".