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La labor de la parvularia que asiste a niños en el hospital

Angélica Tisnao, debido a la pandemia, ha sido un pilar en el acompañamiento de los pequeños.
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Karen Loreto Retamal

Por los pasillos de Pediatría del Hospital Regional de Concepción, Angélica Tisnao se mueve de un lugar a otro con su uniforme verde, el de educadora de párvulos. Muchos le preguntan por qué no se ha cambiado su uniforme por uno con diseño más infantil, pero ella responde que "muchos niños asocian el verde al afecto, al cariño, a la contención. Entro a la sala y ellos me ven con otra cara. Saben que voy a jugar, a entretenerlos y que lo vamos a pasar bien. Busco que su día hospitalario se acorte y sea más entretenido y a la vez aprendan".

Angélica es la profesional a cargo de los juegos, actividades y refuerzo de contenidos del área de hospitalización en Pediatría, rol que cumple hace más de 3 años, siendo estos últimos meses los más complejos y de mayor contención emocional para los niños, pues ha tenido que suplir a muchos padres que han visto mermada su presencia en la sala por la pandemia.

Según cuenta, en 2020, "fue muy distinto, porque en marzo tuve que irme a la casa es modalidad teletrabajo. Con los niños no pude hacer nada. Así que planifiqué actividades para el regreso, elaborar actividades, material. Cuando hubo un brote en Pediatría, el Dr. Jaime Tapia me pidió que volviera porque los niños estaban prácticamente solitos, sin sus papás. Hacía falta una persona que le tuvieran más confianza y apego. Cuando volví, los niños no estaban con visitas así que tuve que implementar una nueva metodología para poder trabajar con ellos, para que sus mamás estuvieran tranquilas en casa".

Partió yendo semana por medio, realizaba actividades y también implementó videollamadas con sus mamás, con lo que logró acortar distancias.

Hoy sus rutinas se han ido acomodando a la contingencia. Parte a las 8 de la mañana despertando a los pequeños, los acompaña y revisa cuántos niños nuevos han llegado. Luego, "voy a planificar las actividades del día y comienzo a repartir el material por las salas. Durante el día vamos trabajando. Cuando están con las mamás, soy más mediadora, mientras que a las 4 de la tarde, recolecto todo el material", detalla.

Protección

Si bien como educadora de párvulos abarca la etapa pre-escolar, hasta los 6 años, pero, relata, "he tenido que prácticamente reinventarme. Veo lactantes de 12 días, que me ha tocado darles su mamadera simplemente, hasta preadolescentes de 14 años. Tengo todos los roles y he sacado fuerzas para tener las palabras adecuadas para trabajar con los niños. Tengo que planificar actividades para los más niños y también los más grandes, que me cuentan sus historias y dramas personales", relata.

Además, aumentó sus horas en el área a raíz de la reducción en los horarios de visitas de los niños, cuyos padres ya no pueden dormir con ellos en las salas. A esto se suma todo el resguardo que ha tenido que añadir a su función: desde lavarse constantemente las manos y mantener las medidas de protección para atender a los pequeños, el distanciamiento físico, también dedica una hora de su trabajo a desinfectar los materiales. "Todo lo que uso, hasta las gomas y lápices los rocío con alcohol", puntualiza.

Adaptación

Tres meses le costó a Angélica poder acostumbrarse a Pediatría. "Cuando llegué ahí, fue un cambio emocional tremendo. Hacía planificaciones de acuerdo a la etapa en que se encontraba el niño, pero muchas veces no podía porque estaba recién llegado de un examen y tenía justo la vía puesta en la mano derecha. Me frustraba porque lo que tenía preparado ya no se podía hacer. Además, verlo mal me daba más pena".

"Luego de hablar con mi jefe y que me dijera que los niños estaban teniendo cambios positivos, que las madres estaban contentas con que hubiese una educadora de párvulos con sus hijos. Me dijo que buscara herramientas para poder trabajar. Eso hice y ahora amo mi trabajo, lo veo de otra manera. No veo niños enfermos, sino que están con alguna complicación. Estoy muy ambientada y me encanta hacerlo", agrega.

Gran vínculo

El jefe de Pediatría del Hospital Regional, Jaime Tapia, explicó que a raíz de la epidemia, tuvieron que separar camas de cunas.

"De 45 cupos bajamos a 33. Eso significa que la estadía de los niños sea lo más corta posible. En niños que nunca han estado hospitalizados se genera una angustia de desapego, sobre todo si son menores de 2 años. Como estamos en pandemia, no podemos autorizar el acompañamiento 24 horas. La jornada de visitas se redujo a un familiar. Con todo ese estrés, si no intervienes, aparecen síntomas", explica.

Frente a eso, añade, es que "tenemos una educadora de párvulos que juega con los niños, les hace tareas, refuerza contenidos educativos. Ha sido un recurso muy demandado por los padres y niños. Cómo usa delantal verde, los pequeños saben que no los va a pinchar, como la que tiene el delantal azul, que es la enfermera, así que no le tienen miedo. Además, las mamás se los encargan, son como las guardadoras. Se genera un vínculo muy fuerte".

"Tengo todos los roles y he sacado fuerzas para tener las palabras adecuadas".

Angélica Tisnao,, educadora Pediatría HGGB