Cómo hacer más eficiente la nueva forma de educar
La realidad siempre es más poderosa que la ficción, ya que ni en el peor de los escenarios nos imaginábamos estar de un día para otro, en clases a distancia, en teletrabajo o en reuniones virtuales. La vida nos exige adaptarnos a diferentes situaciones constantemente y ésta no es la excepción.
A pesar de que tenemos a la tecnología como un primer aliado en nuestras labores diarias, surge como algo necesario recordar nuestra naturaleza humana, basada en la presencialidad, el contacto físico y la emocionalidad. Así, al estar en lugares distintos, lo primero que debemos tener en cuenta, para conseguir buenos resultados, es que debemos conocer y preocuparnos por el que está al otro lado de la tecnología, ya que al igual que nosotros puede estar viviendo lo mismo. Pues nuestra naturaleza nos hace diversos. Es por esto, que debemos siempre, al planificar y llevar a cabo nuestras acciones, pensar que existe una variedad de personas y que todas merecen que nuestro trabajo educativo este orientado a todos. Que en toda actividad nos recordemos de esto, que nos saludemos, nos preguntemos quiénes somos, cómo estamos, qué necesitamos y hacia donde deseamos llegar.
Sin lugar a dudas, para lograr ser más efectivos, debemos relevar nuestra calidad de personas, mostrando una real preocupación y atención por el otro. Lo segundo, es relevar la importancia de la familia o de las personas con las que se vive, en el proceso educativo, promoviendo la cooperación, pero recordando las diferencias, especialmente con nuestros colaboradores directos, padres o cuidadores, quienes no son expertos, siendo para muchos la primera ocasión en que apoyan el proceso educativo de sus niños y adolescentes.
Para esto, debemos ser claros en lo que se solicita, con un lenguaje cercano y sin desconocer que no todos tienen las mismas herramientas para esta tarea. Tercero, debemos intentar despojarnos o adecuar nuestra auto exigencia y la exigencia hacia los demás. En el escenario de tensión ambiental actual, poner lo que realizábamos habitualmente en otros ambientes (laborales y escolares) pero ahora desde nuestros hogares, no es adecuado. Antes de toda esta nueva realidad, se aconsejaba no llevar el trabajo a la casa, lo que ahora es algo imprescindible. Debemos mantener nuestros horarios, dentro de lo posible, pero que no sea algo que nos preocupe.
Todo esto ha generado, además, que en corto tiempo pongamos todas nuestras capacidades de aprendizaje en el máximo, pues algunos tuvimos que aprender, y otros desarrollar, las competencias en el uso de las tecnologías, invirtiendo más tiempo y energía.
Columna
Rodolfo Álvarez, Facultad de Psicología, Universidad Santo Tomás