1903: el año en que la mortal "Peste Negra" llegó a Chile
La peste bubónica ha sido la más mortal de las epidemias que han afectado a la humanidad. En la Edad Media mató a un tercio de la población europea de la época. A nuestro país llegó por vía marítima, detectándose los primeros focos en Iquique y Valparaíso.
En mayo de 1903 atracaron en Iquique navíos procedentes del Callao, donde existía una plaga de peste bubónica. A bordo venían ratas infectadas con la bacteria yersina pesti que la propagaron por la ciudad. Días más tarde apareció el flagelo en Valparaíso.
También por mar llegó esta epidemia a Europa. Comenzó en 1347, en Caffa, en el litoral del Mar Negro. El poblado estaba asediado por el ejército mongol, en cuyas filas se manifestó la enfermedad por causa de ratas infectadas. Para deshacerse de los muertos los arrojaban mediante catapultas al interior de la ciudad.
Allí vivían mercaderes genoveses quienes, aterrorizados, huyeron en sus barcos. Varios veleros atracaron en el puerto siciliano de Messina. Pero la mayoría de los tripulantes ya estaban muertos y los sobrevivientes se hallaban gravemente enfermos y cubiertos de bubones o furúnculos negros que manaban sangre y pus.
Las autoridades ordenaron que los navíos abandonaran el puerto, pero ya los cadáveres se podrían en las calles y el hedor era nauseabundo. Se calcula que la población en Europa era, en aquella época, de unos ochenta millones de personas y el número de muertos causados por la peste habría sido de un tercio de esos habitantes.
Eeperando la muerte
La población de la época atribuía su aparición a un castigo divino. Sin antibióticos, los médicos recurrían a técnicas primitivas y remedios caseros. Los más comunes eran la punción de forúnculos y la sangría, ambos muy peligrosos y poco higiénicos.
Para terminar con la epidemia se recurrió, como ahora, a la distancia social y a la cuarentena. En algunos puertos se frenó su propagación manteniendo a los marineros aislados en sus barcos hasta que hubiera certeza de que no estaban infectados, creando un distanciamiento social que consistía en el aislamiento para frenar la propagación de la enfermedad. Los navegantes fueron retenidos durante 40 días, o una cuarentena, recordando que Jesús estuvo cuarenta días ayunando en el desierto.
Sin embargo, la peste nunca terminó realmente y ha vuelto con ferocidad cada cierto tiempo. Al finalizar el siglo XIX hizo su aparición, por primera vez, en América del Sur. La epidemia se inició en Asunción y en el puerto de Santos (Brasil), extendiéndose rápidamente, a principios de 1900, a Rosario, Santa Fe y Buenos Aires.
Alarmado por las noticias que llegaban desde más allá de la cordillera, el gobierno envió a Argentina una comisión dirigida por el doctor Alejandro del Río para estudiar las causas y características de la epidemia. Antes de que la peste arribara al país publicó, en 1901, un texto denominado "La peste bubónica".
Incendios
En la Cámara de Diputados, el parlamentario Daniel Rioseco, señaló: "Se ha oído decir que hay en el país una epidemia, una enfermedad, o lo que sea, que se llama peste bubónica, pero hasta ahora el Gobierno no ha declarado la existencia de este flagelo… En Iquique se han violado domicilios, se han quemado casas, se han ejecutado actos de verdadera barbarie…".
El diario La Patria de Iquique, el 14 de julio de ese año describió uno de los incendios: "En cumplimiento del acuerdo tomado por el Consejo de Higiene… se procedió por el Cuerpo de Bomberos a incendiar la casa de la familia Cueto. El incendio duró como 20 minutos, defendiendo los bomberos los edificios contiguos para que el fuego no cobrara mayores proporciones. Un gran gentío acudió a contemplar el siniestro espectáculo, costándole a la policía mucho trabajo despejar la calle para facilitar el trabajo de las bombas".
Pagando por las ratas
Al doctor del Río se le encargó un proyecto para evitar que esta peste apareciera en Santiago. Se llegó a ofrecer el pago de cinco centavos por cada rata capturada y que fuera llevada al crematorio, situado en las inmediaciones del río Mapocho.
El regidor Rodolfo Salinas solicitó que la recompensa se aumentara, con el fin de incentivar a los escasos cazadores de ratas.
En 1903 hubo en el país 214 enfermos, pero los muertos fueron 135. Una ley autorizó invertir hasta 150 mil pesos para combatir la peste. Era mucho dinero para la época. Se combatía el mal mediante un tratamiento con inyecciones de suero descubierto por el médico suizo Alexandre Yersin.
Sin embargo, la plaga continuó. En 1907 los muertos fueron 334. En 1909 hubo 126 y en 1920 fue erradicada.
Un informe de la Oficina Panamericana de la Salud indicó: "En los establecimientos de beneficencia de Santiago, el último caso se trató en 1919 en el Hospital Roberto del Río.
Concepción no conoció de este flagelo.
"Se llegó a ofrecer el pago de cinco centavos por cada rata capturada y que fuera llevada al crematorio, situado en las inmediaciones del río Mapocho"
Los enfermos tenían pocas esperanzas de vida. Los síntomas eran inflamación de los ganglios linfáticos, tos con sangre, fiebre… Una vez que aparecía, solo quedaba esperar la muerte. Los contagiados no vivían más de cuatro o cinco días.
Cuando en mayo de 1903 estalló en Iquique una epidemia de origen desconocido, como precaución se envió a los contagiados a la isla Serrano, hoy unida al puerto. Ese mismo mes llegó al puerto una comisión presidida por el doctor Del Río con la misión de determinar qué peste era y con el encargo que tomara las medidas en caso de que fuese contagiosa. El dictamen fue claro: era peste bubónica.
Más tarde la peste apareció en Valparaíso. Se preveía una rápida diseminación en vista de las deplorables condiciones higiénicas del puerto y también se temía fundadamente su propagación a Santiago. Pero las autoridades, la prensa y el pueblo negaron que existiera la plaga, oponiéndose al dictamen médico. Primaron las razones económicas por sobre la realidad, ya que si se declaraba que existía perjudicaría al comercio. Se ocultaron a los infectados. Se registraron diez contagiados, falleciendo cuatro de ellos. Pero es posible que hayan sido muchos más.