"Es sumamente triste terminar con un negocio que cumplió 117 años"
María Cristina Loosli habla del cierre del emblemático negocio que trajo su abuelo y que revolucionó una época.
En Barros Arana, entre Lincoyán y Rengo, era un parada obligada para los transeúntes. Las luces y diseños de sus productos hacían que muchos se detuvieran en su vitrina y admiraran las creaciones, sobre todo en Navidad. En Concepción, nadie lo hacía como la Casa Loosli.
Ubicada originalmente el Portal Loosli, luego trasladó sus instalaciones hasta la galería de la Torre Ligure, su último espacio, que volverá a quedar en la memoria colectiva de los penquistas luego de anunciar su cierre definitivo tras más de un siglo.
María Cristina Loosli fue la última cabeza de la empresa que surgió en 1903 con el suizo Federico Loosli. "Es sumamente triste terminar con un negocio que cumplió 117 años y que empezaron mis abuelitos. Luego lo siguió mi papá (Osvaldo) con sus hermanos, después se dividieron. Mi padre siguió con el local hasta que se enfermó. Mi mamá continuó y yo la tuve que ayudar. Se produjeron muchas cosas, y al final terminé liderando el local", relata.
"No fue sólo un orgullo seguir con un negocio de tantos años, sino que una obligación que sentía, porque no podía terminar con algo tan fantástico, tan poco habitual que pueda ocurrir, pues las nuevas generaciones tienen siempre ideas. Pero así fue y así me ocurrió a mí. Mis hijos no estaban dispuestos a continuar con esto", añade.
Tal como describe su historia, Casa Loosli fue el primer establecimiento que introdujo el sistema de iluminación fluorescente en Concepción y otros adelantos para el mejor aprovechamiento de la luz y la decoración de cada ambiente. Cada miembro mantuvo el rubro a la vanguardia y siempre con producción nacional.
Sin embargo, cuenta que desde el estallido social el negocio entró en un escenario poco favorable. "Yo podría haber seguido con la Casa Loosli, pero esto desde el 18 de octubre se complicó demasiado. Nunca estuvieron muy bullantes los negocios, pero esa fecha fue desastrosa. Teníamos que estar cerrados. Si abríamos, venía poca gente, porque tenía miedo de salir a las calles. Cerré antes del coronavirus, antes de que llegara a Chile. Con esto, fui como visionaria sin tener idea, para cerrar un local que no tenía opción. Serían meses que no se iba a poder vender nada que no fuera indispensable, como alimentos o medicamentos. Realmente es muy triste, pero así es la vida. No siempre se puede lograr lo que uno desea", lamenta.
Innovador
Toda su vida estuvo ligada al negocio familiar. "Mi papá era súper estricto. Me enseñó desde chiquitita cómo tenía que hacer las cosas y siempre trabajando. Me hizo muy trabajólica, haciendo las cosas bien y correctamente. Así como me felicitaba porque hacía las cosas bien, me daba sus buenas retadas cuando no lo hacía adecuadamente. Para qué hablar cuando se me caía una ampolleta al suelo", recuerda.
María Cristina afirma que Casa Loosli fue el primer local que trajo la iluminación fluorescente a Concepción. Tanto su abuelo como su papá trataban de innovar y mejorar, y ella también lo hizo. "Pero las cosas se veían venir y se ven cada vez más difícil. Las tres generaciones le pusimos el mejor empeño del mundo", señala.
Fueron distribuidores de todos los fabricantes de lámparas que había en el país. "Hoy no queda ninguno. Es impresionante. Nosotros vendíamos solamente productos nacionales hasta hace unos años. Pero llegó el producto chino y no podías competir en precio. La gente no se fijaba en la calidad. Así fueron cerrando los pequeños artesanos hasta ahora, que no queda nada. Incluso las fábricas de vidrio en el país que hacían vidrios para los artesanos, han ido cerrando. Una dejó de fabricar repuestos para lámparas".
REgreso web
Casa Loosli es parte de la identidad penquista. Es por ello que el cierre no fue indiferente para las personas. Muestras de cariño que quiebran a María Cristina. "Me cuesta hablar de eso sin emocionarme", confiesa. "La gente ha sido realmente extraordinaria, lamentaban la situación y había gente que entraba solo a abrazarme y llorar. Muchísima gente, incluso un caballero me hizo reír entre la pena, que yo era mala porque tenía a tres señoras llorando. Hacían cola afuera para tratar de entrar a demostrarme su cariño y su sentir. Es muy bonito".
Es por ello que se ha planteado seguir atendiendo a sus clientes, no de un lugar físico, sino que desde internet cuando la situación lo amerite. "Tenemos clientes maravillosos de toda la vida y sé que ellos nos están esperando a que de alguna u otra manera lo podamos surtir. Me lo han demostrado ampliamente", dice mientras sella en papeles el fin del negocio.