Angélica Vásquez V.
En varias ocasiones he escrito acerca del poder de la playa. ¿Mi humilde consejo? ¡Vayan! ¡Visítenla, reciban esa oleada de sanación espectacular que nos regala! Es el antidepresivo por excelencia. Cuando me siento sobrepasada, abrumada o confusa me arranco sin pensarlo. ¿Y cuando estoy relajada? ¡También! Y como si eso fuera poco voy tomando un lindo color bronceado. Nunca me he olvidado que cuando leí que el presidente Kennedy debatió con Nixon en transmisión por TV en vivo resultó ganador. Su discurso era simplón pero el tono bronceado y su sonrisa lo hicieron ver sano y conectado. Nixon, que preparó todo por una semana se veía blanco, ojeroso y preocupado. Y a mí, como toda mortal con aires cósmicos, me pasa algo similar. Me acostumbré a que me encontraran bonita y guapa o muy "quemadita" por el Dios Sol. Entonces cuando el comentario lindo es así, el otro lado es brutal. ¿Se entiende? Si pues, es muy sencillo. La masa (grupos de gente) es muy inconsciente, entonces mientras ve algo que le resulta armónico se adhiere sin problema al halago o lectura fácil. Lo mismo en el sentido contrario, cuando ve o se entera de un hecho que no le parece se lanza con todo como el mejor juez del mundo sin piedad, queriendo dar opiniones, pautas, y un sinfín de directrices de como algo debiera ser. Me ha pasado, por eso se los cuento. Y es obvio que no soy la única, sé que a ustedes también. A algunos les cuesta más que otros lidiar con aquello. Por eso, bonitos de Alma, no se dejen engatusar por halagos y mucho menos permita que le afecten críticas de la masa. Para blindarse y limpiarse debe sí o sí aplicarse en la famosa ducha interna. ¿La saben, cierto? Respiración consciente y/o meditación, mantras o frases de apoyo para ustedes mismos y el recordarse constantemente que son Almas en cuerpos y no al revés.