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Angélica Vásquez V.

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Conversaba hace unos días sobre ciertas cosas que nos gustan o nos encantan, pero de igual manera nos cansan o nos hacen perderle las ganas. Suena medio divertido, pero di el ejemplo de la palta: cremosa, rica, suave, dentro de un pan es lo máximo, pero comerla todos los días causa molestias en el estómago y cansa. Ahora me voy al tema de fondo: nuestros trabajos y actividades laborales, porque es parte de nuestra vida. Escuchaba en terapia la claridad de una joven al contarme que ya no quería estar en su trabajo, que quería cambiar de rubro e irse fuera de Concepción. Me gustó escucharla, porque pude ver en ella lo que a todos nos sucede. Lo tenía tan claro que hasta se incomodaba que se notara lo claro y serena que estaba. Qué increíble ¿no? Sentirnos culpables por disfrutar del cambio. No es menor lanzarse con seguridad a la incertidumbre. Eso mismo que dice

Deepak Chopra. Ahora se nos hace casi cotidiano, y digo casi porque aún está la mochilita que hay que soltar, referida al qué dirán, a la opinión familiar y a todos esos bla bla bla... es que es un plan optimista sin tener todo cubierto. Pero ¿saben qué? A mí me parece bien. Los admiro y me admiro cuando he hecho eso. Estamos en diciembre, la lista de regalos que sintamos que nos merecemos, será la que recibiremos. ¿Por qué no pedir amorcito propio? ¿Claridad mental, armonía, guía, intuición, valor? Comenzamos recibiéndolo en la meditación y de ahí en adelante le agregaremos todo el menjunje en HD. ¿Qué mejor? Despedir el año con una idea sanadora, linda, el impulso que necesitábamos... porque ya sabemos que aunque nos guste algo, tenemos el derecho de poder cambiarlo. Sea honesto: esos cambios de energía son lo mejor que hay. Así seguimos avanzando. Recuerde, hemos despertado ¡y ya no hay vuelta atrás! ¡Felicidades! Después de todo, queremos estar vivos y no andar de zombies por ahí.


Cambio que te quiero cambio