LA ENCUESTA
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Orden público y Derechos Humanos
En estos difíciles días, hemos visto al Presidente Sebastián Piñera en una compleja posición. Y es que la Constitución le impone ciertas obligaciones que se han presentado a la opinión pública como contradictorias. Por una parte, le entrega la autoridad de conservar el orden público, y en dicho sentido es que puede decretar los estados de excepción constitucional. Por otro, le impone un irrestricto respeto a los Derechos que emanan de la naturaleza humana, siendo estos un límite a la soberanía del Estado. ¿Son estos contradictorios?, pues resulta que no.
Un análisis de la cronología de los hechos nos muestra que ante los múltiples incendios, saqueos y actos de pillaje y violencia que se han sucedido en diversos puntos del país, adoptó las medidas para defender el orden público y en tal sentido se instruyó a las fuerzas de orden y seguridad para hacerlo. Lo que se olvida es que la mantención del orden público es necesaria para el respeto de los Derechos Humanos.
Cuando se adoptan medidas excepcionales para ello, es con el preciso objeto de entregar paz y seguridad a gran parte de la población que vive con miedo e incertidumbre. Esto no significa que las fuerzas de orden puedan hacerlo utilizando cualquier medio, las eventuales violaciones a los derechos humanos que se produjeron deben ser condenadas y los responsables deben ser sancionados. En esto se debe ser muy claro.
El punto es otro, cuando se adoptan medidas para restablecer el orden, el Presidente cumple con el deber que le impone la propia Constitución, estableciendo las condiciones para la normalidad democrática, para restablecer la paz y seguridad de la vida en comunidad, para que cada persona sepa a qué atenerse en sus relaciones con los demás, para tener certeza que su vida, libertad y bienes no les serán quitados violenta e injustamente. Si el Presidente no lo hiciera, ¿intentarían acusarlo constucionalmente por no cumplir dicho deber?
Columna
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Hablar de transformación digital dejó de ser, en los últimos años, un tema del futuro. Los programas e inversiones, sean integrales o focalizadas, han aumentado vertiginosamente en los últimos meses al punto de convertirse en una necesidad del presente. La cantidad de organizaciones que reconocieron estar implementando una "estrategia de transformación digital" aumentó del 29% en 2016 al 42% en 2018. Con estas nuevas demandas de innovación y de adaptación en términos tecnológicos, el sector de TI está cada vez más alineado e integrado con las áreas de negocio.
El objetivo es, entonces, transformar la forma en que se relacionan los clientes, los empleados y los partners de todo negocio, hacia el interior de cada grupo y entre los grupos, para liderar procesos de mejora continua en las operaciones comerciales, disrumpir mercados y negocios existentes mediante la creación de nuevos modelos y formas de trabajo. Por este motivo, la necesidad de encarar procesos de transformación digital se revela, también, como el desafío más complejo que enfrentan los ejecutivos de TI, ya sea para introducir nuevos productos y servicios digitales, como para idear nuevas formas de monetización.
Pero la idea de "digitalizar" las empresas no sólo está relacionada con el objetivo de comercializar nuevos productos y servicios, sino también con poder establecer una nueva forma de interacción con el cliente, mucho más adaptable a sus demandas, y de posicionarse en el mercado, para capitalizar cada cambio que se produzca: desde la mejora de la experiencia del consumidor, tanto en las plataformas digitales como en los puntos de venta tradicionales, como a las alternativas nuevas de negocio. La conclusión, entonces, es que cualquier organización, de cualquier industria, puede convertirse en una empresa digital.
Sin embargo, hay una diferencia sustancial entre aquellas organizaciones que llevan adelante un proceso de transformación digital, y aquellas que no se animan o no pueden dar el primer paso. Esa diferencia se refleja, de acuerdo con la investigación, en la autopercepción que tienen las empresas sobre su capacidad de innovar.
Tal es así, que el 60% de las empresas que desarrollaron un proyecto de transformación digital, se consideran aptas para innovar. Mientras que el 65% de aquellas que no han encarado la transformación digital creen que no tienen capacidad innovadora alguna. Esto se desprende de las respuestas de ejecutivos que representan a más de 1400 empresas alrededor del mundo y que hace al ADN digital que tiene la cultura de cada compañía.