Angélica Vásquez V.
Pasó el frío, qué cosa más linda, me declaro fan del calor, de las temperaturas más altas, de la ropa normal y todo el menjunje primaveral. Veníamos caminando con mi novio por las calles clásicas de Concepción, esas lindas, que todavía tienen adoquines. Casas grandes con pilares que ahora tienen construcciones de edificios cerquita y que se mezclan con letreros de "se vende" de otras tantas entre medio. Así veníamos mirando y regaloneando, aparecían pajaritos gorditos con cantos impresionantes. Y con todas esa vibra linda entramos a un negocio y pedimos helado así como niños que necesitaban un refuerzo en el camino y me encontré con los dankys. ¡Siii, el heladito clásico ultra novedoso en los 80! ¡Qué cosa más rica! No sé si fue el amor en el aire, las risas o qué pero lo encontré delicioso. Un danky nogatonga, sabor y tamaño preciso. Fue tan bonito que por un momento pensé que iban a dar Sábado Gigante o que vería un afiche de North Star. Cuento esto porque sé que une a las miles de historias que ustedes tienen. Y que de pronto sin estar tan conscientes olvidamos que es vida, que es terapia en vivo y que constantemente nos van terapeando desde ese bello Universo lleno de significados y ayudas infinitas. Una y otra vez. Porque la divinidad nos ha escuchado y nos escucha siempre... he ahí la importancia de la señal que emitimos, es eso lo que va retornando a nosotros, por eso se pide práctica, para aplicarnos y seguir caminando conscientes. A pesar de lo que nos han dicho, es una era en que la sanación, iluminación y amor desbordante está en nuestras manos y dando vueltas por todas partes, sólo aplicarse un poquito más y seguir practicando el bello arte de vivir. Como ven, comer un danky fue la terapia elegida para esta semana. Faltó la bolsita con helado de leche que vendía mi vecina y mis ojos habrían brillado con pucheritos incluidos. ¿Podemos sanar? ¡Sí podemos… y lo harás! ¡Confía! Eres valiosa, eres amada...