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Las aventuras penquistas de Violeta Parra en sus 102 años

La artista fue toda una figura en su paso por Concepción. Desde vestirse diferente a la época, animar veladas culturales y crear canciones en estas tierras. Un legado imborrable que hoy se recuerda y festeja.
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Karen Loreto Retamal

Desde que era joven, al músico penquista Mauricio Basualto le gustó escuchar las historias que giraban en torno a Violeta Parra. Eran noches en los bares de la ciudad, donde se revivía su paso por Concepción y todas las cosas que había hecho.

"En esa época, en los 80, todo era más verbal, escuchabas historias en el Nuria y otros restaurantes. Yo tenía amigos más grandes que yo y contaban que había trabajado en la universidad, que había tenido un romance con un pintor de acá", señala el ex baterista de Los Bunkers sobre quien ha sido uno de sus objetos de estudio favoritos y que hoy está de cumpleaños.

En su honor, en la Plaza Bicentenario (así como en todo Chile) se realizará un evento desde las 18:00 horas con el Grupo de Cámara de la Orquesta Sinfónica de la Corcudec, Canto a lo Humano y a lo Divino, Los Madariaga, Animales Exóticos Desamparados, Jodelase y Gianluca.

Mientras se tejen historias sobre su paso en 1957, para Basualto la presencia de la cantautora en el Biobío fue vital para que la capital penquista sea la del rock a nivel nacional. "Ella fue muy feliz acá", destaca.

Su vida penquista

Fernando Venegas Espinoza, doctor y director del Departamento de Historia de la UdeC, escribió "Violeta Parra en Concepción y la frontera del Biobío: 1957-1960", donde se ahondó más en su figura. En ese sentido, comenta que "poco hemos trabajado los historiadores con ella. Y su vida se ha reconstruido esencialmente desde datos tomados a partir de la memoria, o bien, de su autobiografía escrita en décimas".

Agrega que investigar sobre ella "permitió darse cuenta de lo relevante que fue el trabajo que realizó, tanto recopilando como divulgando el folclor: grabó treinta horas de radio, hizo presentaciones en todas las actividades públicas de las escuelas de verano de 1958, fue a las cárceles, escuelas, teatros; levantó un museo, que funcionó en donde hoy se encuentra el Liceo Técnico Femenino, con una idea muy avanzada para la época, pues pensaba que debía contar con un archivo fotográfico, tener una sala para exhibición de películas, pero sobre todo resalto su idea de que debía ser un espacio para dar a conocer la cultura popular".

Venegas asegura que "ella no pensó el museo como una casa de antigüedades, sino como un espacio vivo, como un centro de investigación y divulgación. Además hizo un curso de cueca que fue el más concurrido en esas escuelas de verano, con más de 70 matriculados, incluyendo estudiantes extranjeros. Hizo un libro, cuyas partituras todavía se conservan en el Museo Pedro del Río Zañartu, y que esperamos poder publicar, porque se trata de un patrimonio cultural de nuestra región y, por su valor, de la humanidad".

Como vecina, el académico cuenta que vivió en unas piezas del Museo de Arte Folklórico, que funcionaba en la Casa del Arte; allí compartió con pintores, grabadores, arquitectos, escultores. "Cuando había encuentros con otros artistas, como cuando vino Pablo de Rokha, ella actuaba como la dueña de casa, la que cocinaba cosas ricas para los invitados. Pero también era la que animaba la vida cultural de esa casa, guitarra en mano", relata.

Añade que la gente la recuerda con cariño y por su rigurosa metodología de trabajo. Por ejemplo, detalla, cuando fue a Hualqui, se dirigió a la tenencia de Carabineros y la escuela, donde le dieron referencias de cantoras. Llegó a casa de Rosa Viveros Cid, cuyo nieto, Ricardo Castillo, conservó esas historias.

"Ella primero las localizaba, iba a sus casas, compartía con ellas, porque principalmente eran mujeres, y luego volvía a recopilarlas con su grabadora. En Hualqui, Carabineros puso a disposición de Violeta un caballo, y ella declaró después que para recopilar en los campos de Concepción tuvo que aprender a andar a caballo, porque no había caminos. Eso destaco de Violeta, la pasión con la que hacía su trabajo, ella no se amilanó ante la adversidad. Y destaco además el cariño con que es recordada".

La transgresora

"Ella fue toda una novedad", apunta el profesor de Historia y Geografía y periodista Rodrigo Pincheira. "Que una universidad la haya contratado, que fue bajo la rectoría de David Stitchkin, era una novedad (…) Fue un paso gigante y eso no volvió a ocurrir. Fue para que ella viniera a investigar y se hiciera cargo, lo que nunca ocurrió, de abrir un museo folclórico", añade.

Según Pincheira, el paso de Parra por la zona fue fructífero y la ubicó como una mujer transgresora para su época, pues realizó y creó mucho material, recopilando tonadas y cuecas acerca de Concepción. También compuso acá la importante pieza musical "El Gavilán". "Dura 12 minutos y es una composición que Violeta pensaba transformarla en un ballet, pero nunca ocurrió. También estrenó forma poética que no son las décimas, sino que las centésimas, o sea, 100 versos. Hay otras cosas, como que Violeta Parra aparece en el mural de Julio Escámez en la farmacia Maluje, aparece con personas del saber y la academia", detalla.

También era muy llamativo verla caminar por la zona, pues no se vestía como dictaba la época, sino que a su manera. "Lo hacía con faldas tipo patchwork y con un pelo largo", indica Pincheira, quien también tuvo la oportunidad de conversar con Ángel Parra, que le contó cómo fue su mamá. "Tenía un carácter muy fuerte, era muy exigente, muy directa. Les decía a algunos que se dedicaban a otra cosa. Él me dijo: 'Mi mamá era súper fregada y exigente'. Con sus dos hijos lo fue y con la gente igual. A veces estaba depre y no te inflaba. Era una mujer de carácter muy fuerte, que se ve en sus canciones. Violeta fue un personaje", cierra.