Angélica Vásquez V.
Cuenta la historia que en una ocasión, uno de los líderes de la revolución mexicana, Pancho Villa, entró a una iglesia en donde estaba una mujer que le gustaba, y para llegar a ella no encontró nada mejor que ir disparando a todos los que estaban cerca, hiriéndolos de muerte en varios casos, hasta que llega al lado de ella y le dice: "¿Por qué tan solita, mijita?". Maravilloso como historia pero terrible en la realidad. Y bueno, me resulta imposible no enlazar esta anécdota tan bizarra con algo que se sigue haciendo día a día, "controlar". El control que pretendemos tener de cada actividad, de nuestra vida, ¡de todo! ¿no les resulta agotador? Por supuesto que sí, nos agota, nos abruma y lo más divertido es que nunca se logra lo que hemos querido hacer. El control es más que planificación, más que organización. No, no va por ahí. Tiene que ver con el miedo, con la falta de confianza en la vida. Con sentirse tan desamparado de la Energía creadora, que se tiene que recurrir al control. Entonces ¿qué hacer? Obvio, lo contrario y trabajarlo de manera despierta. Una forma linda y cercana es declararle amor eterno a la vida. Y confiar en ella, diciéndole en voz alta y sintiéndolo desde el corazón. Algo así como: Hoy suelto el control, reconozco que no lo tengo y que no me corresponde. Hoy dejo que se haga tu voluntad. ¡Ohhh, qué cosa más linda... que se haga tu voluntad! Listo, ahí sí. Porque lo interesante de la historia del inolvidable líder revolucionario es que para lograr ese acercamiento con la mujer, saca todo obstáculo de manera forzada. Literalmente a sangre fría. Pero si actualizamos la historia hasta nuestro tiempo, no se aleja nada de lo que intentamos hacer día a día, así mismo, con rigidez extrema, con vehemencia, con una tiranía que no es más que otro auto castigo, fantasma del poco amor propio. No, estimados, nada más… no es necesario. Que hoy se haga tu voluntad, prueben con eso, a ver qué tal les va. ¡Órale!