Lorena Luna
Leyendo las noticias me llama la atención una alusión a un informe de la OCDE "Education at a Glance 2018" en la que la periodista comentaba que en nuestro país el 1% de las personas adultas, que tiene educación media completa, entiende lo que lee (frente al 7% promedio de la OCDE) y que solo el 5% de los adultos con educación superior tiene un alto nivel de comprensión lectora, mientras que el promedio de ese grupo, en países que conforman este organismo, es de 21%", agregando también que, según expertos, el problema radicaría en la infancia.
Son múltiples los factores que pueden estar incidiendo en estas tristes cifras, pero me parece relevante comentar lo referido a que el problema de comprender lo que leemos, tiene base significativa en la infancia. Todos sabemos lo importante que es estimular a los niños en su crecimiento y desarrollo, los ayudamos a hablar, a caminar, a entender un problema matemático, a cruzar la calle, a lavarse los dientes, etc., pero no sabemos cabalmente qué hacemos o cómo lo hacemos.
Una adecuada lectura posibilitará el acceso a gran parte de la información y a la imaginación (entre muchas otras capacidades) en distintos ámbitos y momentos de la vida, incluso desde recién nacido. El aprendizaje lector no comienza en la etapa escolar, en esta etapa se establecen los mecanismos formales para su integración, por lo que la estimulación temprana de estas habilidades debería implicar un acceso exitoso al precioso mundo de la lectura.
Podemos favorecer y potenciar esta adquisición, a través de acciones tan simples que no requieren ningún gasto extra, ningún esfuerzo más que dedicar un poquito de tiempo en la vorágine diaria en la que nos vemos envueltos.