Angélica Vásquez V.
Te honro querida madre, por estar conmigo amándome de una manera que no puedo imaginar. Eres una mujer a la que la estadística le llama adulto mayor, otros les dicen cacho: las que no escuchan bien, las que no ven bien ¡qué equivocados están! Esta madre mía, mujer de 80 años, lúcida, despierta, sabia, con un mundo interno y espiritual que ya quisieran muchos, es la prueba máxima de la oportunidad y potencial. Eso para mí tiene un doble valor. Fue de la generación de las niñas que se criaron sin madre, sin amor, sin valía, sin voz ni voto, con tremendas cualidades para la escritura, ganando premios, participando en deportes y que al mismo tiempo tenían un desamor y falta de seguridad tan grande que se creían digna de nada. Hablo de mi madre, pero es la historia de muchísimas mujeres hasta ahora. En ese tiempo todo exagerado, el prejuicio, el dedo apuntador, el no casarse a la misma edad de todas, el sufrimiento y dolor como pan de cada día. Eso hasta que te vi despertar, renacer. Sí, tú, la misma que había sido tan ninguneada, pudiste tomarte de la mano del Cosmos, recordar que pertenecías a la Fuente y recordar lo que eras ¡Luz! ¡Amor! ¡Expresión! Ahora las dos adultas, nos reencontramos sin caretas, mirándonos de frente, tuve que botar mucho resentimiento, reconocer que no soy una niña, asumir mi responsabilidad en la creación de mis experiencias. Este es el homenaje a mi madre y a todas las mujeres que fueron humilladas, maltratadas, olvidadas. Casi no quisiera saber más detalles de sus vidas, algunos me han impactado por terapias y testimonios en general. Ahora, en el 2019, a las queridas mujeres: por favor, no olvides lo que vales, eres la fuente de amor que buscas fuera, corta esa herencia transmitida en silencio, sé lo que es transitar por el abandono y sentirse poca cosa. Y sé que tú también lo sabes. La verdadera ayuda es ponerse la mano en el corazón y escuchar los latidos, es volver al vientre materno y renacer en conciencia de la sobredosis de amor que se nos da. ¡Qué grandes somos, qué bellas y hermosas! Te honro con mi alma, me reverencio ante ti, ante mí, ante mi madre y la Fuente Creadora.