Angélica Vásquez V.
Hay situaciones en que uno va a la casa de una amiga, encuentra un aromatizante, lo prueba y se enamora del olor... y se despliega una serie de imágenes a lo "matrix mística", pero todo con un mismo resultado: placer, bienestar, agrado, alegría. Bueno, algo así es lo que sucede cuando nos mimamos, cuando nos dedicamos tiempo de verdad para nosotros. Cuando el Alma, nuestro sentir y nuestro bello templo (el cuerpo), se funden en ese vibrar alto que se nos dio desde siempre y recuperamos ese espacio libre para amarnos. La palabra mimarse suena hasta medio ñoña, cursi o algo así. Pero muy por el contrario, es activación de conciencia, un momento de lucidez y ensueño en que se decide ocuparse de uno mismo, a lo todo terreno, no a medias. Por ejemplo, ese aroma que busqué y encontré, pero también, una respiración con tiempo, un descanso apropiado, una limpieza de emociones (reconocer las que sirven y las que se deben tirar a la basura), preguntarse ¿hace cuánto no me río? ¿por qué me abandoné? ¿puedo empezar de cero? ¿tengo tiempo? Síííí… eso es mimarse. Me regaloneo sin castigarme pero también me miro de frente, y veo un brillo especial en los ojos. Un impulso mezclado casi con molestia por no haberme mimado antes. ¿Qué estaba esperando? ¿que me lo dijeran? ¿Qué esperas? ¿que te lo diga? Bueno, te lo digo. Lo que verdaderamente te hace ver estiloso, a la moda, conectado y feliz es mimarte. Puedes empezar por fuera, pero continúa adentro. Y si se hace al revés ¡cuánto mejor! Dígalo sin repetir ni equivocarse: "Yo me mimo". Mire la diferencia entre el "mi mamá me mima" y el "yo me mimo". ¡Súper! ¡Retoma tu poder! ¡Crece con dulzura, avanza, evoluciona! ¡¡Maravillas de la vida!!