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Las huellas que Claudio Bravo dejó durante su vida en Conce

Uno de los más importantes artistas chilenos y referente mundial del hiperrealismo tuvo una breve pero prolífica estada en Concepción, cuando recién se iniciaba en el arte.
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Sergio Gamonal V.

Sólo muros en ruinas existen hoy donde antiguamente se levantaba la fábrica de vidrio y cristalería Schiavi, que ocupaba más de una manzana en Angol y avenida Argentina, en el cordón industrial del casco antiguo penquista. Un recinto que a mediados del siglo XX albergó no únicamente la empresa familiar, sino también el hogar de los Schiavi Barberis, que se convertiría en lugar de encuentro para intelectuales, poetas, políticos y artistas de la época.

Así fue como un día llegó a esa casa un joven que por entonces, a fines de los años '50, se abría un camino en el mundo del arte: Claudio Bravo Camus, el afamado pintor hiperrealista, quien fue en Concepción donde comenzó a realizar sus primeros retratos.

"La casa de mis abuelos era un espacio no solamente físico, era un lugar de encuentro, como un refugio para intelectuales y artistas. Había reuniones, fiestas, tertulias, almuerzos, de todo. Así fue como Claudio Bravo llegó a esa casa, porque mis abuelos siempre estuvieron muy ligados al mundo intelectual", relata Francisca Schiavi, nieta de Amantina Barberis y Pedro Schiavi.

"Siempre decían mi tía, mis abuelos, que Claudio era una persona que con ellos era muy delicado, muy detallista, muy tierno, abierto, respetuoso, generoso con el conocimiento, muy cercano, extremadamente cercano. De hecho lo consideraban parte de la casa. En realidad, todas las personas que llegaban a la casa eran recibidas como familia", añade.

Llegada a conce

A Concepción, el artista, nacido en 1936 en Valparaíso, había llegado desde Santiago "buscando un ambiente diferente para trabajar", según reseña su biografía en el sitio claudiobravo.com. Bravo entablaría amistad con personajes como Luis Oyarzún y Ernesto Steffens, quien sería clave para la permanencia en la ciudad del futuro maestro del hiperrealismo.

Un día, Ernesto llegó a casa de su madre, en calle Freire, acompañado del joven pintor. "Mamá, vine con un amigo a almorzar", le dijo a María Eugenia Correa. Y Bravo, entonces de 21 años, se quedó a vivir ahí. Así lo relató Cecilia Steffens, sobrina de Ernesto, en entrevista a El Mercurio en 2011: "Claudio se quedó tres años en la casa de mi abuela, y no se fue más. Ella feliz le arregló una pieza y él empezó a pintarnos".

Rápidamente, el artista fue adquiriendo fama como retratista entre las familias de Concepción. Estas obras, describe el sitio claudiobravo.com, le proporcionaron su primera introducción en la alta sociedad chilena y su temprana estabilidad económica.

"Aprendí cierta fórmula para realizar retratos que permitió que los hiciera muy rápidamente", sostuvo el artista, quien falleció en 2011 en Taroudant, Marruecos, donde se había radicado tras irse de Chile.

"Un cuadro te lo hacía en unas diez, ocho sesiones. Era muy meticuloso, yo lo odiaba porque estaba horas posando", comentó Cecilia Steffens, quien por entonces tenía alrededor de 9 años y solía visitar la casa de su abuela para ver trabajar al pintor.

Sembrando arte

Además de los Steffens Gálmez, Claudio Bravo retrató a nombres como Julio Ramos Lira, José Díaz Mateluna, María Eliana Elissetche, Verónica Elissetche, Silvia Beckdorf y Laura Bisquertt de Hartwig. Entre los muchos retratos que realizó el artista destaca igualmente el de una joven Gabriela Schiavi Barberis.

"Había una relación muy afectuosa entre Claudio y mi familia -dice su sobrina, Francisca Schiavi-. Y debido al vínculo afectuoso que tenía él con mi abuelo y abuela, no sólo en cuanto al espacio sino a la conversa, al ambiente que ahí se generaba, él debe haber encontrado algo particular en la Gabriela, debe haber visto un talento particular y una predisposición y dedicación única de ella".

Además de retratar a la entonces adolescente hija del clan Schiavi Barberis, el pintor le iba enseñando su trazo, dándole clases, lo que quedó plasmado luego en el propio trabajo artístico de Gabriela, la "Guay", como era conocida.

"Iba en las tardes después del colegio para verlo pintar. Me gustaba el dibujo y él me empujaba a que siguiera. Aprendí mucho", comentó Gabriela Schiavi en entrevista a La Tercera en julio de 2011.

"Guay estudió arquitectura, que no terminó. Se dedicó a su otra afición, el dibujo, un trazo delicado y fino a lápiz que evocaba al pintor Claudio Bravo, el mismo que la inspiró cuando hizo el retrato suyo y el de su hermana Anita, cuando vivía en Concepción, antes de alcanzar la notoriedad mundial", reseñó la periodista Mónica Silva en El Sur en julio de 2014, tras el fallecimiento de la artista penquista.

"Claudio siempre fue un referente", acota Francisca. "Si te fijas en el trabajo de la Guay, siempre hay un rememorarlo a él, es como un romance intelectual constante, ella siempre en el dibujo lo evoca, su forma de dibujar es hiperrealista también", añade.

Así como el artista dejó huella en Concepción, Concepción fue igualmente importante para el desarrollo de su talento, uno que se haría pronto demasiado grande para la ciudad y para el país. "Por lo que me contaba mi tía, él no tenía público que apreciara su trabajo acá en Chile, era demasiado bueno para venderlo acá", dice Francisca.

Fue así como, luego de sus años en Conce, Claudio Bravo Camus emprendió en 1961 el vuelo a Europa, para luego, a fines de la década del '70, radicarse en Marruecos, donde falleció el 4 de junio de 2011, convertido ya en un referente mundial de la pintura hiperrealista.

"Claudio era muy delicado, muy detallista, muy tierno, abierto, respetuoso y generoso con el conocimiento"

Francisca Schiavi"

74 años tenía Claudio Bravo al momento de su deceso, ocurrido en 2011 en Marruecos.