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"Tal vez no me merezca el premio, pero mi obra sí"

Hernán Rivera Letelier asegura que su obra merece ser reconocida y ganar el Premio Nacional de Literatura por la trascendencia que tiene.
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Jimena Herrera Montenegro

Nació en Talca, pero al mes y medio de vida sus padres se lo llevaron a vivir a la oficina salitrera Algorta. Hernán Rivera Letelier es un contador de historias innato. Su vida en las salitreras y su vínculo con el desierto más árido del mundo fueron los motores que impulsaron su carrera literaria. Es postulado para este año llevarse el premio Nacional de Literatura. El mayor trofeo de las letras locales que desde 1942 reconoce a los escritores chilenos. "Sé que no me lo van a dar nunca", afirmó en 2014, porque según decía "Chile es así". Él es de provincia, y por su experiencia el premio nunca se ha ido a provincia. Además, siempre dijo que no tiene título, pero lo peor de todo es que no tiene "pituto". Y es que pese a que su obra esté publicada en todos los países de habla hispana, que como el cuenta se lean en colegios y universidades de Chile y el extranjero, mientras no tenga pituto en las altas esferas, no le darán el premio.

Sin embargo, hoy está un poco más optimista que hace unos años, y espera que al menos su obra sea reconocida.

¿Cree que podrá ganar el Premio Nacional de Literatura este año?

- Me están postulando y yo acepto que me postulen porque creo en mi obra. Tal vez no me merezca el premio, pero mi obra sí, porque es netamente chilena y ha trascendido más allá de las fronteras. Estoy contando historias sobre la pampa, sobre las personas que trabajaron ahí, las mujeres, los niños, los hombres que conquistaron ese desierto y que lo humanizaron. Lo estoy contando con un estilo universal, tanto así que esas historias se han traducido a 21 idiomas y se leen en los cinco continentes.

El premio reconocerá toda su trayectoria, ¿cómo fue ese proceso de pasar de la poesía, al cuento y la novela?

- Me di cuenta que mis poemas me salían muy anecdóticos y con finales de cuento. Un día hice el experimento de empezar un poema, se escriben hacia abajo, pero hice un poema y lo escribí hacia el lado y era cuento. Empecé a escribir prosa y me encantó porque encontré más libertad. En los 15 años que escribí poemas nunca pude hacer un poema a la pampa porque encontraba que la infinitud de la pampa era imposible meterla en un poema, entonces me di cuenta que con la prosa le podía cantar a la pampa. Escribir una novela también se dio de manera espontánea, empecé a escribir un cuento y se fue alargando y dije: "Esto no es cuento, es novela" y me demoré cuatro años en terminarla. La Reina Isabel el próximo año está cumpliendo un cuarto de siglo, y es extraordinario porque de Best Seller pasó a ser Long Seller. Que una novela dure 25 años y se siga publicando, estudiando, leyendo y se siga comprando es casi un milagro. Tengo el privilegio que mi obra completa se ha mantenido en el tiempo y eso es muy difícil, puede que un libro triunfe y tenga éxito pero después se apaga y se muere.

¿Cree que eso pasa por qué muchos literatos escriben por moda?

-Exactamente, en el arte lo fatal es escribir por moda, porque las modas pasan. Cuando yo empecé a escribir la Reina Isabel y le contaba a los amigos en Antofagasta que estaba escribiendo una novela sobre la pampa, me decían que el tema de la pampa estaba obsoleto. Pero yo dije: "Es mi historia y la voy a escribir a mi modo". Nunca hice un plan de marketing para saber qué era lo que se estaba leyendo, qué era lo que se estaba vendiendo, ahí está el secreto del éxito.

Hablemos de una de sus principales obras. ¿Qué significó para su vida y su carrera la publicación de La Reina Isabel cantaba rancheras?

- La Reina Isabel cantaba rancheras me puso la vida patas arriba. Fue muy raro porque una noche escribiéndola, tuve la revelación de que esa novela me cambiaba la vida y fue así. La mandé al concurso del Consejo Nacional del Libro de Santiago, lo gané, hice el contrato con la editorial Planeta y en diciembre de 1994 aparece el libro. Seguí trabajando un año más en Pedro de Valdivia, no sabía lo que estaba pasando con el libro en Santiago, pero era el más vendido. En diciembre de 1995, quemé todas las naves, renuncié a la empresa y me vine a Antofagasta a dedicarme a escribir, no sabía qué iba a pasar con la segunda novela, si iba a tener el mismo éxito.

Entonces, no quemó todas sus naves...

- Quemé todas mis naves en el sentido en que dije no le trabajo un puto día más a nadie, me dedico a escribir. La decisión fue una irresponsabilidad absoluta con mi familia, pero fue una responsabilidad absoluta con el arte. Porque si me iba mal, con qué mierda alimentaba a mi familia. Me la jugué 100%.

Toda su obra literaria está impregnada de la pampa, ¿cuál es la importancia que tuvo la oficina salitrera Algorta en su destino?

-En Algorta fueron los mejores años de mi vida, la infancia en la pampa era hermosa, no teníamos nada pero lo teníamos todo, teníamos todo un desierto para jugar en la libertad absoluta. Si le preguntan a cualquier pampino cómo fue su infancia dirá que fue la mejor del mundo. Además, porque no teníamos con qué compararla. En Algorta descubrí que quería ser escritor, porque aprendí a leer con el silabario y habían dos páginas que me fascinaban y las leía, releía y las volvía a leer. Eran dos poemas. Yo nunca había oído hablar de poesía, en mi casa no habían libros, mis padres eran evangélicos, sólo tenían la Biblia y el Nuevo Testamento.

¿Cuáles eran esos poemas?

-Era un extracto de un poema Hindú de Rabindranath Tagore, que se llama "Niños en la playa", yo no conocía el mar, y el otro era un extracto de un poema de Machado, que se llama "Vagón de Tercera", y nunca había andado en tren tampoco. Lo otro que fue fundamental para convertirme en escritor fue la soledad y el silencio que había en la pampa. Yo era como el niño extraño del grupo, me iba solo a los cerros a oír el silencio, a sentir esa soledad de planeta abandonado que se siente en el desierto, creo que eso fue fundamental, porque el camino a la espiritualidad, y en este caso al arte, es la soledad y el silencio.

¿Qué más recuerda de esos tiempos y esa infancia?

-Quedé huérfano a los 9 años aquí en Antofagasta, cuando nos vinimos de Algorta. Mi madre muere a los 15 días de llegar. Mis hermanos se fueron a vivir con una hermana que vivía en la pampa, éramos seis, y yo me quedé sólo aquí con mi papá que entró a trabajar a Mantos Blancos. Yo en la mañana vendía el Diario El Mercurio por las calles y en la tarde iba a la escuela. Los tres años que viví acá lo hice en una casita que mi papá construyó en el patio de una iglesia evangélica, en la población Lautaro. En esa época descubrí el cine, el rock and roll y el sexo. Pasaba en la calle y me transformé en un callejero. Me crié sólo, mi papá bajaba los sábados de Mantos Blancos y se iba el lunes en la mañana. Cuando no vendía el diario me cagaba de hambre. Aquí saqué hasta sexto básico, después a los 15 años me fui a trabajar a Coya Sur como mensajero en Soquimich. Trabajé 30 años en la pampa de los 15 hasta los 45 años.

¿De qué murió su mamá?

- Según mis hermanas la mordió una araña de rincón, en ese tiempo no existía el antídoto y el veneno la consumió en tres días.

¿Qué significó la muerte de su mamá en su vida y en su literatura?

- Mi madre siempre fue muy ocupada en la pampa. Tenía 40 pensionistas en la casa y trabajaba desde las 05:00 hasta la medianoche, le quedaba muy poco tiempo para estar con sus hijos. Cuando ella muere yo no derramé una sola lágrima, pero cuando estaba viviendo solo en Antofagasta, en el día de la madre el profesor nos hizo hacer una tarjeta. Llegué a la casa y no tenía a quién dársela, ahí se abrió la compuerta del llanto y lloré como 5 horas solo. Cuando está tu madre viva es como el muro que te separa de la muerte, mientras tu madre esté viva, tú no te mueres, no te puedes morir, no piensas en la muerte, porque está tu madre, es como un muro contra la muerte. Se muere tu madre, se derrumba el muro y quedas cara a cara con la muerte, te puede pasar algo fatal en cualquier instante, eso es lo que sentía yo, estar desvalido frente a la muerte.

¿Y su padre?

Mi papá era analfabeto, se crió en el campo. Comenzó a trabajar a los 5 años, se crío con un abuelo que nunca lo mandó a la escuela, aprendió a leer en la biblia. Era muy raro porque no leía un libro, pero en la biblia leía perfectamente. Tu le pasabas un diario y decía que no sabía leer, pero le pasabas la biblia y leía. Era muy callado, yo siempre pensé que no me quería, pero escribiendo la novela "Himno del ángel parado en una pata", descubrí por pequeños detalles que tuve que recordar que el viejo me quería más que a todos sus hijos porque yo era como la oveja negra. Fue como una catarsis, una reconciliación con él.

¿Cómo era la vida cuando vivía en Coya trabajando en SQM?

-Mi adolescencia la viví ahí. Tuve mi primer amor en Coya Sur, ahí me convertí en una bailarín eximio de rock and roll y de twist, fui futbolista.

¿Qué pasó luego de eso? ¿Hubo un viaje que lo marcó para siempre no?

-Sí, a los 18 años descubrí que no conocía nada más que Antofagasta y la pampa. Lo descubrí cuando un día fui al cine. Antes de la película daban el noticiero universal y empiezo a ver que en el mundo se estaba produciendo una revolución juvenil increíble, el movimiento hippie. Se veían jóvenes abandonando hogares, trabajos, haciendo el amor libre en las playas, en las estaciones de trenes, en los parques, y yo decía con 18 años me estoy perdiendo acá. Y renuncié a la empresa, me fabriqué una mochila y me fui a hacer la revolución de las flores. Me llevé la pura mochila, un poco de ropa, y los sueños, sin un puto peso en los bolsillos. Anduve casi 5 años. Recorrí Chile tres veces, pueblo por pueblo, ciudad por ciudad, ida y vuelta. Anduve por Perú, Ecuador y Argentina.

¿De dónde sacaba el dinero para seguir viajando?

- La aventura por la aventura, hacía dedo. Cuando me daba hambre entraba a un restaurante, hacia perro muerto o hablaba con la dueña y le limpiaba los vidrios, barría, lavaba los platos por comida. Siempre me las arreglaba. Esos años de vagabundo fueron como mi universidad y ese viaje fue mi iniciación, porque ahí descubro que puedo escribir. Escribí mi primer poema y descubro que no lo hago mal y que me siento bien haciéndolo, escribiéndolo, que era lo mio y no paré nunca más de escribir. Escribí poesía durante 15 años y lo hice por intuición.

¿En ese viaje, recuerda cómo fue el momento de iluminación?

-Ese instante lo cuento en mi libro "Canción para caminar sobre las aguas". Estaba en Arica, en la noche durmiendo en la Playa Chinchorro, y recuerdo que tenía una radio portátil, estaba escuchando música. De repente empieza un programa para románticos, se trataba de enviar sus poemas y el sábado se premiaban los mejores. El primer premio era una cena en un hotel. Escribí un poema de amor como de cuatro páginas, yo andaba con un cuaderno en la mochila y me gané el concurso, me gané la cena y no paré nunca más de escribir.

¿En 1974 usted regresó a la pampa?

- Trabajé un año en Mantos Blancos, me casé en Mantos Blancos y en 1974 regresé a la pampa a Pedro de Valdivia, ahí como ya escribía después del trabajo en vez de irme a tomar con los viejos a las cantinas, me matriculé en la escuela nocturna para sacar el séptimo y octavo básico que se sacaba en un año, lo saqué, me quedó gustando y me matriculé en Inacap para sacar el cuarto medio que se sacaba en dos años en la escuela nocturna.

Está casado desde 1974. Su esposa, ¿cómo se llama y cómo se enamoraron?

-Sí, el 4 de julio cumplí 44 años de casado. Se llama María Soledad Pérez. Ella dice que se enamoró de mi en Mantos Blancos cuando estábamos en un "malón" como le llamaban antiguamente a las fiestas en casa. Estaba bailando un rock and roll y yo cuando bailaba me hacían rueda entonces ella estaba en la ventana mirando y se enamoró de mí. Después nos conocimos y cuando yo la vi dije "con esta mujer me caso". Por qué, no tengo la menor idea, fue por intuición. Yo vivo por intuición y muy pocas veces he fallado. Por intuición escribí La Reina Isabel, por intuición dejé de trabajar, por intuición me dediqué a esto.

¿Cuántos hijos tienen?

-Tenemos 5 hijos y se nos murió una niñita en la pampa a los 10 meses de edad. No estaba enfermita, estaba muy bien, era muy linda. Le dio un resfrío, el resfrío se complicó, la trajimos a Antofagasta y acá murió. Los dos con mi esposa quedamos muy mal.

¿Cómo es la relación que tiene con sus hijos, hubo alguno que le siguió los pasos?

- Lamentablemente nadie ha sacado el talento para escribir, pero son muy buenas personas y eso es lo principal. Hay una nieta que me parece que tiene la semillita. Que escribe muy bien y le gusta el arte.

Hablemos de su paso por la política cuando se postuló como candidato a diputado. Cómo fue esa experiencia?

- Prefiero no hablar de eso. Me pillaron volando bajo, pero es algo que ni siquiera quiero recordar, porque no vale la pena.

Entonces, hablemos sobre la inspiración, ¿quién es el duende que le escribe las novelas?

- Se me ocurrió eso porque me contaron que en Santiago no creían que yo escribía novelas, creían que alguien más las escribía y yo las firmaba, no les entraba en la cabeza que un obrero sin estudio, sin titulo escribiera como yo escribo. De repente dije voy a contar la verdad, voy a contar que yo no escribo, que mis mejores páginas me las escribe un duende. Me gusta mucho, es mi novela más mágica, "El duende que me escribe las novelas".

¿Le pasa como escritor que no llega la inspiración?

- Yo tengo duende. Viene el duende y se me sienta en el hombro y empieza a conversarme. Por 1930 el poeta español Federico García Lorca hizo una conferencia, donde dice que hay tres clases de artistas, los que tienen musa, los que tiene ángel y los que tienen duende, dice que la musa dicta, el ángel obsequia y al duende hay que peleársela y esos son los mejores artistas, los que tienen duende. Yo tengo duende porque a mi escribir no me sale nada de fácil. Yo no me siento y escribo, corrijo cientos de veces, peleo con el duende hasta que la frase quede como yo quiero.

"Ya tengo lista la novela para publicar el próximo año. Se va a llamar "El Autodidacta"."

"Leía como loco, y aún lo hago. El escritor que no lee está frito. Lo que sé de literatura lo aprendí leyendo, yo nunca tuve un taller, nunca me enseñaron nada, yo lo aprendí todo solo, soy un autodidacta 100% "."

"Quemé todas mis naves en el sentido en que dije no le trabajo un puto día más a nadie, me dedico a escribir"."