Angélica Vásquez V.
El frío impresionante de Concepción hace que de una me meta en la cama y comience a ver películas, esto me encanta. Pesqué una rápidamente y… es de zombies. Y se me sale la terapeuta que llevo dentro. No puedo dejar de encontrar tantas similitudes entre una película de miedo y lo que han sido nuestras vidas. No es exageración. Así, por tanto tiempo, estuvimos en estado de zombies, sin vivir, con pulso, con respiración pero sin conciencia. Y así nos fue, de mal en peor. Personalmente, cuando miro hacia atrás me sorprendo de algunos caminos que transité o situaciones en las que estuve. Una persona viva las habría detectado. En realidad, creo que mi alma las detectaba, pero el miedo y falta de amor propio me hacían seguir así en un limbo de baja energía, poca motivación, energía de zombie que sólo atraía a más de la misma especie. Pero hasta las series de zombies tienen final de temporada. Aquí es donde se presenta la rebeldía, el final inesperado, la posibilidad de elegir, creo que el papel no vale la pena y termina cansando. A mí me cansó, y a muchas personas más también. Maravilloso, por cierto. O sea, podríamos decir que por fatiga de material, este impulso nuevo que una vez más nos envían desde el fabuloso cosmos nos permite replantearnos, respirar y despertar. Así. Despertar. Con tutti. Reconociendo nuestro pasado "zombiliano", pero asumiendo la responsabilidad de lo que significa la nueva vida. Nada más de cosas a medias, nada más de boicot, nada más de visitas a zombielandia. Con todo, con power, con amor, en conciencia. ¿Se puede en verdad? Claro, el milagro de crear y creer, reconociendo que el Universo es mucho más inteligente que nosotros, y permitiéndonos recibir esa magia, claro está. Abriéndonos una y otra vez, como la Flor de Loto, eternas capitas que se abren a cada instante, a cada minuto, cada vez que el deseo profundo de dejar de ser zombie sea fuertemente manifestado al cielo.