Angélica Vásquez V.
Considerando el tiempo que llevo atendiendo con terapias, me he llevado muchas sorpresas. De las lindas hay muchísimas, no podría parar de relatarlas todas: están las que me han permitido conocer gente, enamorarme de mi trabajo, mejorar, aprender, y mucho más. Pero hay un lado que siempre me ha sorprendido. Es ese clasismo tan sui géneris que escucho cada cierto tiempo de terapeutas. Lo ejemplifico así: "atendí a un abogado" o "el ingeniero que va a mis terapias". ¡Epa, epa! ¿es en serio? ¿Así entregan sus terapias? Una terapeuta conectada atiende a personas, almas, a un ser integral que necesita una guía pero no va a la cáscara, eso sólo deja en evidencia otro autoengaño más de una sociedad prejuiciosa y arribista. Creer que se otorgan un plus es una fantasía innecesaria. Entonces ¿qué seguiría? ¿Un outfit espiritual? Muchas veces he visto publicaciones en redes sociales y me quedo esperando el jajaja que me hará entender que todo era una humorada. Pero no. Entonces me quedo pensando en que las personas que acuden a ellos no saben realmente que son valorados sólo por sus ingresos. Pero ese es sólo mi pensamiento, porque tal vez es un juego un poco más simple en el que algunos engañan y otros se dejan engañar, así se mantiene un equilibrio necesario, que sigue siendo mejor que nada. Digo yo, por algo se empieza ¿no? No puedo olvidar que todo es energía y nos alineamos con las similares la mayoría de las ocasiones. Y bueno, si uso el lado lúdico de este prisma tan especial, sería cool decirle a alguien por teléfono: hoy no puedo, atenderé a un zapatero, pero mañana sí, porque el malabarista llega temprano ¿por qué no? La vida es bella y empobrecerme de esa manera, no, gracias, no es lo mío. Entonces ¿qué puedo hacer? ¿cómo puedo cambiar esto? Nop, no lo puedo cambiar, pero sí puedo reconocer que ese no es el camino correcto, al menos no es el mío. Sólo me queda enviar un abrazo a todos quienes se han entregado en cuerpo y alma al realizar sus terapias, sin egos inmensos, valorando de verdad lo que hacen y a quienes lo hacen, incluidas las nuevas generaciones, que vienen con este chip más puro, con una gran luz que capta lo verdaderamente importante. Como la frase del Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".