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Angélica Vásquez V.

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Considerando el tiempo que llevo atendiendo con terapias, me he llevado muchas sorpresas. De las lindas hay muchísimas, no podría parar de relatarlas todas: están las que me han permitido conocer gente, enamorarme de mi trabajo, mejorar, aprender, y mucho más. Pero hay un lado que siempre me ha sorprendido. Es ese clasismo tan sui géneris que escucho cada cierto tiempo de terapeutas. Lo ejemplifico así: "atendí a un abogado" o "el ingeniero que va a mis terapias". ¡Epa, epa! ¿es en serio? ¿Así entregan sus terapias? Una terapeuta conectada atiende a personas, almas, a un ser integral que necesita una guía pero no va a la cáscara, eso sólo deja en evidencia otro autoengaño más de una sociedad prejuiciosa y arribista. Creer que se otorgan un plus es una fantasía innecesaria. Entonces ¿qué seguiría? ¿Un outfit espiritual? Muchas veces he visto publicaciones en redes sociales y me quedo esperando el jajaja que me hará entender que todo era una humorada. Pero no. Entonces me quedo pensando en que las personas que acuden a ellos no saben realmente que son valorados sólo por sus ingresos. Pero ese es sólo mi pensamiento, porque tal vez es un juego un poco más simple en el que algunos engañan y otros se dejan engañar, así se mantiene un equilibrio necesario, que sigue siendo mejor que nada. Digo yo, por algo se empieza ¿no? No puedo olvidar que todo es energía y nos alineamos con las similares la mayoría de las ocasiones. Y bueno, si uso el lado lúdico de este prisma tan especial, sería cool decirle a alguien por teléfono: hoy no puedo, atenderé a un zapatero, pero mañana sí, porque el malabarista llega temprano ¿por qué no? La vida es bella y empobrecerme de esa manera, no, gracias, no es lo mío. Entonces ¿qué puedo hacer? ¿cómo puedo cambiar esto? Nop, no lo puedo cambiar, pero sí puedo reconocer que ese no es el camino correcto, al menos no es el mío. Sólo me queda enviar un abrazo a todos quienes se han entregado en cuerpo y alma al realizar sus terapias, sin egos inmensos, valorando de verdad lo que hacen y a quienes lo hacen, incluidas las nuevas generaciones, que vienen con este chip más puro, con una gran luz que capta lo verdaderamente importante. Como la frase del Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".


Clasismo


espiritual

"No perdemos esperanza de encontrar al Coto"

Familiares de Héctor Torres completan dos meses de dramática búsqueda.
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Daniel Roa Torres

El 22 de mayo Héctor Nicanor Torres Silva, de 32 años de edad, salió de su hogar del sector de Cuatro Tubos y hasta hoy la incesante búsqueda no ha dado resultados. Su familia no pierde la esperanza de que aparezca en alguna zona del país, ya que no es la primera vez que "Coto", como le llama su círculo más cercano, se pierde, salvo que en esta oportunidad su desaparición ha sido más extensa.

"Un profesor asegura haberlo visto en un paradero de Ramadillas, subir a un bus y bajarse en Curanilahue (...) estamos esperando que la PDI indague esta pista. El bus de la empresa Silpar, aparentemente, tiene una cámara en su interior y eso nos podría ayudar a saber si realmente era él", detalló Fernanda Torres, hermana de este joven cañetino que cumplirá dos meses fuera de su hogar.

Fernanda contó a La Estrella que producto de los avisos "que hemos puesto cada día en las redes sociales y en los medios de comunicación, a veces nos dan datos, pero la mayoría de las veces no ha sido posible establecer que de verdad se trate de Coto".

Agregó que "nunca hemos perdido la esperanza de volver a tener a nuestro hermano con nosotros, sabemos que debe andar por ahí y no puede regresar. Él tiene problemas de retardo y eso dificulta su búsqueda".

Angustia

Su padre, Julio Torres, funcionario municipal, señaló que "cada pista, cada dato lo hemos tomado en cuenta, de hecho, nos hemos desplazado a varias comunas. En el lugar que nos indican lo han visto, hemos ido, porque no vamos a desfallecer para hallarlo". Esta larga espera los tiene angustiados, pero con la moral y la esperanza intacta.

Las únicas pistas concretas con la que trabaja el equipo especializado de la Policía de Investigaciones en la búsqueda de personas es que el 22 de mayo una cámara de seguridad, cercana al Fuerte Tucapel lo captó caminado por el sector. Al día siguiente otra cámara ubicada frente al hospital lo grabó caminado hacia el ingreso norte de la ciudad, de ahí en adelante, su rastro se perdió, y por lo mismo, cualquier dato es importante para su familia.

El pasado 3 de julio, Coto cumplió 32 años de edad. Sus padres y hermanas esperaban reunirse con él, sin embargo, el destino quiso otra cosa, y aún se mantienen con la fe de que llegará o será encontrado en algún lugar. El joven viste con polerón color negro y zapatillas negras, mide 1 metro y 82 centímetros, de contextura delgada y ojos café.