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Angélica Vásquez V.

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Decirle a alguien que salga de la victimización no es fácil. La autocompasión es adictiva. Una vez más las trampas en las que nos vamos enredando van tomando fuerzas, observarlo desde fuera produce casi una satisfacción, es como decir: lo logré, pude desintoxicarme. Pero moverse de esa manera, creyendo que el mundo nos debe algo, que sólo tenemos que sentarnos y compadecernos eternamente hasta que nuestro salvador llegue, es una trampa mortal, sobre todo si confiamos en que el salvador será algo tan potente como mucho dinero, sobredosis de amor, un guapo actor (sí, pasa) y todo lo que quepa en esa categoría...

La historia sigue. La atrayente victimización nos mantiene cómodos, sin sacar lecciones en limpio, sin tomar conciencia, simplemente succionando energía de quienes nos rodean, con quejas, contando tragedias, llamando la atención, dejando en claro lo "sacrificada" que han sido nuestras vidas para así poder tener más likes en un facebook virtual, logrando que se encarguen de nosotros. Pero, por sobre todo, deleitándonos en nuestra burbuja pequeñita en que nada nos parece suficiente, y que nos merecemos todas las sobaditas de lomo, sin hacer nada de nuestra parte para crecer. Con frecuencia veo personas que transitan en este limbo, teniendo lo mejor al otro lado de la cerca. Tan lejos, tan cerca. Está ahí, sólo tienen que dar el paso, pero no, entiendo que aún no es el momento. Las redes sociales son un maravilloso botón de muestra. El muro de los lamentos, los reyes del drama, el ego tomando protagonismo. A modo personal, puedo decir que he observado una energía muy desconectada entre la gratitud y el sentirse víctima. Solo se está atento a recibir, nunca a dar. Cómodo ¿verdad? Sugiero una receta simple y al alcance de todos: ¡Terapia de shock! Practique meditación, tome decisiones, inscríbase como voluntario en alguna organización, haga donaciones anónimas y anote como tarea para la casa: de hoy en adelante jamás dejaré de agradecer. Sí, pues el agradecimiento atrae las cosas buenas, y lo saca de ese limbo en el que tampoco es sano estar. ¿Quién va a vivir feliz de víctima por la vida? Póngase la mano en el corazón y escuche la respuesta.


El viejo truco de


la victimización