Lucy camina
Cargando una mochila que pesa 30 kilos, esta australiana de 35 años quiere imitar el récord que el inglés George Meegan rompió en 1982. Ella calcula que tardará cuatro años en recorrer los 30 mil kilómetros. Lleva el 10%.
"Cuando termine, seré la primera mujer en caminar a lo largo del mundo. Antes lo hizo George Meegan, en 1982. George tiene el récord Guinness por la marcha más larga e ininterrumpida de todos los tiempos. Pero ¿por cuánto tiempo?".
La australiana Lucy Barnard escribió este pensamiento en febrero del 2017. Desde entonces, en su sitio web tanglesandtail.com, lleva un registro de todos los pasos que ha dado desde que partió enUshuaia, Argentina.
Según el link que puso en la descripción de su Instagram "Tangles + Tail" (y que muestra en vivo por donde anda caminando), en este preciso instante lleva 3.000 kilómetros. Un 10% de su meta y dos países de un total de 15 que piensa recorrer.
Es un martes de mayo y Lucy se encuentra con un indigente que le pregunta en perfecto inglés cuál es su destino final. Ella responde: "Alaska, Estados Unidos" y de un bolsillo saca su iPhone para indicarle el camino.
El indigente se ríe y le dice que es "un destino lejano". Ella asiente con la cabeza y le cuenta que le acaba de dar una idea: cambiar la ruta que lleva por un camino de tierra que aparentemente es más corto. "Además, aquí encontraré un lugar más acogedor para levantar mi tienda", le dice riendo.
Lucy Barnard tiene 35 años y antes de llegar a Chile, era comunicadora de Ciencias. Ella explica que su trabajo se parecía al de una periodista que redacta artículos sobre estudios científicos. Le gustaba, pero no tanto como para dedicarse toda la vida a eso.
Un día, entre esos estudios y variadas lecturas, conoció la historia de George Meegan, el inglés que recorrió el mundo caminando. Lucy se fijó que lo hizo el mismo año en que ella nació y lo tomó como una señal. Entonces, renunció a su trabajo y le dijo a su mamá y a sus hermanas que iba a caminar por el mundo. Al principio sintieron temor, pero cuando les dijo que también lo iba a hacer por su padre, que murió hace dos años, la apoyaron.
Sus dolores
Lucy comenzó a caminar el 21 de febrero de 2017 junto a tres amigos. Estaba entusiasmada por que la acompañaran, pero a los tres días no resistieron el cansancio en los pies y se devolvieron a su país. La australiana se ríe de esa experiencia y mientras mira el mapa de su iPhone, dice que tampoco se acostumbraron a su ritmo: todos los días se levanta a las 04.30 de la mañana para caminar entre 25 y 35 kilómetros.
Ahora, por un desgarro que se le produjo en la cadera por cargar los 30 kilos de su mochila, anda más lento. Los pies también le duelen, pero el quinto par de zapatillas que está usando le amortiguan el malestar. El dolor que más le pesa, dice, es cuando extraña a su familia. Especialmente a su hermana menor y sus cuatro sobrinos.
"Ella vive en Australia y tiene mellizos y gemelos. Los amo. No los veré en unos cuatro o cinco años más, cuando termine de caminar, pero me comunico con ellos por Skype o Facebook", comenta.
Un vehículo que pasa a toda velocidad llena de polvo a Lucy. La australiana se ríe fuerte y dice que pronto tendrá que buscar un lugar donde bañarse. A veces, cuando le funciona la aplicación Couchsurfing y alguien le ofrece un sillón para dormir, puede darse una ducha caliente. Cuando eso no pasa, tiene que buscar los ríos. Lucy confiesa que por el frío los evita y que sólo los aprovecha para lavar la ropa.
Son la una de la tarde y en la ruta de tierra se divisan algunas casas y transeúntes. La australiana se alegra, porque hay días en que no ve a nadie y eso le deprime. Recuerda que una vez, cuando le tocó cruzar una montaña y estuvo cinco días sin hablar con una persona.
Por la misma razón, no tiene novio. Considera que sería muy egoísta estar conquistando corazones en distintos lados y luego abandonarlos. La opción para ella es que algún buen hombre se sume a su caminata, pero no ha existido tal disposición.
"A veces me siento muy sola y triste", dice en un español básico. "Me gustaría tener un novio, pero por ahora busco un perro", agrega riendo.
Por ahora, sus únicos acompañantes son unas listas de Spotify que hizo con cumbias y reggaetón. "Me encantan", dice.
Sus miedos
La idea de tener un perro nació cuando Lucy fue acosada en dos oportunidades. La primera fue cuando venía por unas de las carreteras del sur de Chile y unos hombres que andaban en un vehículo le insistieron en que se subiera. Ella les pedía que la dejaran tranquila, pero la siguieron molestando durante un kilómetro, hasta que abordó un bus.
"Esa ha sido la única vez en que me he subido a un medio de transporte. Avancé unos dos kilómetros, me bajé y luego me devolví para seguir mi camino a pie", cuenta.
La segunda mala experiencia la vivió con un desconocido que intentó sobrepasarse mientras caminaba. Lucy se encontró con unos carabineros y lo denunció. "Ellos han sido muy buenos amigos conmigo. Me dan té, me regalan calcetines y van a verme a la tienda cuando la armo en el bosque", dice.
A modo de agradecimiento, la australiana cosió un parche de la institución en su mochila.
-¿No sientes miedo que te vuelvan a acosar?
"Sí, pero ando con gas pimienta, aprendí defensa personal y pronto adoptaré un perro que me cuidará".
Sus auspiciadores
Lucy Barnard tenía planeado llegar a Valparaíso y desde ahí, seguir su camino a Santiago. North Face, uno de sus 10 auspiciadores, la espera con ropa y con un carro con el que podrá arrastrar su mochila.
La australiana recuerda que antes de salir de su país natal, presentó su plan de aventuras a esta misma marca. Esto le cuesta explicarlo en español, pero ella se niega a hacerlo en inglés, porque quiere aprender bien el idioma. Entonces, saca su iPhone y con el traductor afirma: "La marca está apoyando más a las mujeres por la igualdad. Por eso me ayudan con un poco de dinero e implementos. La gente en el camino también me ayuda con cosas y me da dinero para que compre un café o un sándwich". Siempre vegetariano, porque Lucy no come carne.
A estas alturas, los pasos de la mujer de 35 años se hacen más lentos y pesados. Lleva casi 8 horas caminando y dice que por hoy día ya es suficiente. Ha caminado más que ayer.
A lo lejos, observa que el sendero de tierra se termina en una carretera que se conecta con un bosque de árboles frondosos. Para ella, parece un buen lugar para comer y dormir. "Hoy día tengo algunas frutas y un litro de agua. Mañana, quizás alguien me dé algo en el camino", comenta secándose el sudor de la frente.
Lucy mira otra vez su celular para chequear que va por la dirección correcta. De pronto, con sus 30 kilos extras, da un salto de emoción. Le queda harta batería para estudiar español durante la tarde y no tendrá que ocupar su cargador portátil. Y si, por algún motivo, se le llegaran a descargar ambos aparatos, pedirá electricidad en algún local comercial. Según el mapa, pasará por lugares en donde hay gente y mucha comida. "¡Qué felicidad!", expresa con su linda sonrisa.