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Quedó atrapado a 210 metros bajo tierra y vivió para contarlo

Toneladas de material se vinieron abajo. Sin salida y con apenas un hilo de oxígeno Tomás Milla no se rindió y logró sobrevivir junto a un compañero. Tras las secuelas del traumático episodio hoy dejó la faena por el mar.
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Ricardo Muñoz E.

La mañana del 24 de octubre de 2017 vivirá en el recuerdo de Tomás Milla Álvarez. Ese día el hombre de 53 años realizaba labores en un pique de la Mina Julia, a 60 kilómetros al noroeste de Taltal.

La misión de Tomás era la de habilitar una salida de ventilación y emergencia desde el nivel más al fondo, unos 210 metros bajo tierra según el trabajador, algo muy puntual que debía realizar. En el momento que ocurrió el derrumbe se encontraba a esa profundidad.

El turno lo componían seis trabajadores, cuatro de los cuales estaban en la parte subterránea. Entre ellos Tomás y su compañero Luis Alberto Flores (42).

El primer día del turno después del descanso para la parte final del trabajo comenzó como siempre, con la charla inductiva de seguridad. De los seis faeneros cuatro quedaron en la parte subterránea, dos en el metro 180, mientras que Tomás y Luis en el fondo.

"Les dije, ante cualquier eventualidad o evento peligroso ustedes salen...y me hicieron caso", recuerda el pirquinero.

A eso de las 10:00 horas, el colapso de un antigua "buitra" (depósito) ocasionó el deslizamiento de "saca", lo que en lenguaje minero corresponde al material estéril producido después del polvoroso, tapando la salida al pique y cubriendo un área de 10 metros aproximadamente.

"Estaba ejecutando la perforación y noté que se me cortó el suministro de agua. Le dije a mi ayudante que fuera a verificar qué pasaba y cuando veo un polvo por inercia saco la máquina y digo 'acá quedó la crema. Socio, acá estamos sonados, ojalá que Dios nos escuche y no les haya pasado nada a los dos compañeros. No hay más salidas'".

14 horas en silencio

Tomás y Luis no supieron de sus compañeros hasta 14 horas después, cuando fueron rescatados por personal de Sernageomin, Dirección del Trabajo, Seremi de Minería, rescatistas, personal de apoyo minero, y los organismos de emergencia. Afortunadamente, los otros dos hombres que se encontraban más arriba lograron subir por las suyas los 140 metros hasta la salida, resultando con lesiones leves.

Pero la preocupación estaba abajo, a 210 metros. Tomás se reconoce como un creyente y atribuye a la fe que pese a que más de 100 toneladas de material y tierra cayó en el pique, éste logró dañar una manguera de un compresor de aire.

Sin embargo, "un hilito de oxígeno" llegaba hasta la galería en donde estaban atrapados. Ese detalle fue clave, uno que marcó la diferencia entre la vida y la muerte, porque también tenían agua envasada para evitar la deshidratación. "Si se hubiera cortado ese aire, ahí sí que habría sido otra cosa", recuerda.

El frío se hacía sentir con fuerza en esa profundidad, al igual que el silencio absoluto. Mientras que la oscuridad era total y debieron recurrir a sus lámparas de trabajo, alternando cada una para no gastar las baterías.

La experiencia de Tomás le permitió darse cuenta que no existía forma de salir por sus propios esfuerzos, ni tampoco saber cuánto tiempo estarían ahí. Buscó tranquilizar a su compañero, comentándole que no había que desgastarse haciendo esfuerzos, ya que en algún momento alguien iría al rescate, pero las horas se hacían eternas.

En todo ese momento pensaba en su familia, en sus nietos, en poder volver a verlos. En otros rezaba o bien, calmaba a Luis que a ratos comenzaba a ser víctima del estrés, también consigo mismo y con la diabetes que tiene para no descompensarse.

Casi 12 horas después recién tuvieron contacto con el exterior. Ambos mineros sepultados lograban escuchar el movimiento de tierra en la superficie, literalmente estaban "tirando palas" para remover el material. Los rescatistas seguían avanzando cada vez más.

"Nosotros gritábamos desde abajo, ellos no nos podían escuchar, pero nosotros sí...Le dije a mi compañero insertemos un fierro y llegó la punta (subiéndolo hasta la salida) y ahí vieron que algo estaba pasando".

Del cerro al mar

A las 0:14 horas del miércoles 25 de octubre se concretó el rescate, con Tomás y Luis en buenas condiciones y lo primero fue el reencuentro con sus familias.... Entre medio de la alegría de los rescatistas por el exitoso trabajo, pero aún en shock do por la experiencia, el pirquinero se retiraba lejos de las cámaras y los medios, todavía era muy temprano para asimilar lo ocurrido. Comenzaría una nueva etapa, lo que vendría después del impactante suceso.

"Mi mamá no sabía nada. Se enteró al día siguiente y fue caótico porque mi padre también murió en las minas a los 36 años y fue como revivir eso...".

Tras el derrumbe, Sernageomin determinó el cierre temporal de la mina (en funcionamiento desde 2010) hasta que la empresa entregara garantías de renovar las operaciones para que el trabajo en ella cumpliese con las medidas de seguridad, cuya reapertura se concretó en noviembre pasado.

Las costas cercanas a Taltal se caracterizan por ser un lugar predilecto para la extracción del huiro, una actividad a la que se dedica uno de los hijos del minero y en la que él encontró un refugio, lejos de los riesgos propios de estar bajo tierra.

Desde la comuna, Tomás toma su camioneta y conduce hasta un sector llamado Las Lisas, alrededor de 50 kilómetros al suroeste. Ese es su nuevo "yacimiento", ya no en extracción de mineral, sino que de algas, cambiando el llamado cerro por el mar.

"...Y digo socio, acá estamos sonados, ojalá que Dios nos escuche y no les haya pasado nada a los compañeros'. No hay más salidas"

Tomás Milla, en el momento de darse cuenta que estaban atrapados."