El Martínez de Rozas: los secretos de una picada que vuelve a levantarse
Tras ser reducido a escombros luego del terremoto, la reconstrucción del recinto comenzó ya su primera etapa.
Una de las construcciones que muchos penquistas lamentaron perder luego del terremoto de 2010 fue la de la Sociedad de Socorros Mutuos de Zapateros Juan Martínez de Rozas, un lugar lleno de historia, famoso por sus colaciones, ponches y sopaipillas, que sufrió los embates del 27-F y que hoy empieza a levantarse nuevamente.
"Algunos días (después del terremoto), íbamos algunos socios y nos poníamos a conversar en el terreno vacío, para recordar el ambiente. Nos quedábamos harto tiempo hablando, acordándonos de las tallas que pasaban ahí. Imagínese que siempre habían cosas que hacer", dice nostálgico David Salazar, actual presidente de la sociedad y quien lleva cerca de 20 años como integrante de la misma.
Y es que una sociedad que acaba de cumplir nada menos que 117 años no puede quejarse de tener pocas historias. Y si de revelar sus secretos se trata, Edgardo Aravena, ex presidente y socio más antiguo del "Martínez de Rozas", aparece como el hombre indicado para contarlos.
"Empezábamos a tomar el sábado y recién el martes volvíamos a trabajar", recuerda Aravena, de 69 años de edad y con 48 como socio, quien dirigía la sociedad justo en el tiempo en que ocurrió el terremoto. "Nos juntábamos a jugar cartas, rayuela, cacho y, obviamente, salían los vinos. Nos pasábamos mucho tiempo juntos", rememora.
Los jóvenes
Una de las principales características del tradicional recinto era la inclusión entre todos quienes llegaban a compartir al lugar. "Me acuerdo que jugábamos cartas o cacho entre todos, no era que los mayores por un lado y los más jóvenes por otro", recuerda Alfonsina San Martín, actual paramédico de 30 años, quien llegó de casualidad al "Martínez de Rozas". "En ese tiempo vivía en Arauco, y venía a Conce al preu. Una vez me quedé sin bus, le pregunté a dos personas donde me podía alojar, y me invitaron al 'Martínez de Rozas'", detalla la araucana, que hoy vive en la capital penquista.
"De ahí el carrete se alargó y tomé bus a las 6, jajajá. A partir de ahí empezamos a frecuentar el lugar con esas dos personas, que ahora somos amigos, hasta que se derrumbó para el terremoto", comenta.
Los jóvenes han sido siempre parte importante del "Martínez" y Gonzalo Yáñez (28) es también uno de los que tuvo el privilegio de compartir unas copas en la antigua sede.
"Llegué ahí porque era muy típico entre universitarios. Me acuerdo que la comida y los bajones eran muy buenos", dice el ingeniero, que en ese tiempo (2009), estudiaba en el Duoc. "Qué bueno que va a abrir de nuevo, ojalá sea con el mismo ambiente. Sí o sí voy a juntar a algunos amigos y vamos a ir a comernos unas sopaipillas", subraya.
El regreso
Luego de siete años, el emblemático edificio de calle Freire se está empezando a levantar, ya que el 30 de mayo comenzó la reconstrucción de la primera de sus tres etapas.
"Esperamos que vuelva a ser lo mismo que antes y, ojalá mejor, porque por ejemplo, ahora vamos a tener acceso para personas discapacitadas. Ya no hay excusas para ir a compartir al 'Martínez de Rozas'", comenta David Salazar.
Con más de 55 millones en inversión, la primera etapa debería estar lista en agosto. "Sería ideal celebrar algo del 18 de septiembre en la nueva sede", espera el dirigente.
"Ojalá se acerque gente más joven ahora, porque por lo menos yo, creo que me voy a involucrar cada vez menos en la administración y esas cosas, para darle cabida a los que vienen de atrás", concluye Edgardo Aravena.
"Empezábamos a tomar el sábado, y recién el martes volvíamos a trabajar"
Edgardo Aravena,, socio más antiguo del "JMR""
Funcionando
Una de las grandes incógnitas que han surgido entre los que frecuentaban la sede, es qué ha pasado con la sociedad en todo este tiempo. "Hemos seguido funcionando como club deportivo. Cuando nos toca hacer como local nos ha cobijado la Sociedad Francisco Bilbao, pero los socios del 'Martínez de Rozas' han bajado. Ahora somos cerca de 35, y antes del terremoto éramos más de 100", explica Salazar, quien es optimista con la reapertura de la sede. "Esperemos que los más jóvenes vuelvan a ir una vez que la sede esté lista", agrega