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Dejaron atrás sus vidas urbanas buscando la tranquilidad rural

Tranquilidad, aire puro, salud, relajo y estar alejados del ajetreo, son algunos factores comunes y beneficios que han llevado a varias familias a buscar esa nueva manera de vivir. Una opción que puede estar a minutos de Concepción.
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Manuel Muñoz González

Rocío y Eduardo aparecen uno tras otro, haciendo un alto en sus juegos para ver quiénes se acercan a su casa. Saludan, acarician a sus tres inquietos dóberman, cuentan algunas cosas de su entretención del momento, y luego se pierden en medio de los árboles, en algún lugar de la campestre morada. Minutos después, la madre de ambos mellizos, Consuelo Pérez, explica que así como se mueven los pequeños de 4 años por cada rincón de la parcela, es la naturalidad con que han crecido y se han criado, algo que ella siempre soñó, y que ahora está viendo plasmado en sus regalones.

"Siempre me gustó la vida de campo. Sabía que algún día estar en un lugar así iba a ser realidad, y ya llevamos más de diez años así. De acá no me mueven más", se explaya con una sonrisa de satisfacción, dando cuenta de que la decisión que tomó junto a su marido, Fernando Brandt, fue la más acertada.

Un cambio de vida radical, el de dejar de lado la ciudad para irse al campo, donde el cantar de los pájaros, la lluvia o el soplo del viento de vez en cuando envuelven la tranquilidad de su nueva realidad, algo alejada de la ciudad, pero a sólo unos cuantos kilómetros de distancia.

De la ciudad al campo. Esa fue la elección. "Cuando ya decidimos que nuestras vidas seguirían juntas, dijimos ya, qué es lo que queremos. Seguir en la ciudad, gastarnos la poca plata y comprar casa en un condominio que vamos a querer vender a los cinco años, o dar un giro y buscar una nueva forma de vida, alejada de los ruidos, de las aglomeraciones. Así que tomamos la decisión y comenzamos este camino", revela Consuelo. "¿Ambos dijimos, donde obtenemos calidad de vida? En el campo". Y así fue como partieron.

Desde cero

"Cuando compramos este terreno, era sólo eso. Siete hectáreas donde tú mirabas alrededor y sólo veías el cerro, árboles y más cerro. Claro, había algunas familias que siempre han sido de campo, pero nosotros éramos los únicos que veníamos de la ciudad a instalarnos acá. De hecho, los vecinos corrían apuestas para saber cuánto durábamos, porque más encima llegamos en pleno invierno", afirma.

Una vez que se hicieron de la parcela en el camino a Florida, a 24 kilómetros de Concepción, debieron partir de cero. "Nos conseguimos una estructura de fierro de un galpón, y me acuerdo que estaban desarmando un frigorífico en Camanchaca, así que compramos las placas y con eso construimos la primera casa. Era una casa de lata, con harta plumavit, así que calentita. Era un frigorífico calentito. Veíamos construcción en desarme y ahí partíamos a comprar lo que sirviera. Así partimos", recuerda.

Aún conservan esa primera casa, incorporada a la actual, que ya ha crecido a la que siempre soñaron tener.

Lo anterior revela uno de los aspectos que justamente este matrimonio adulto joven andaba buscando. Tranquilidad y libertad para vivir sin tener que rendirle cuentas a nadie. "Esa es la parte entretenida. Es lo lindo. Acá uno hace lo que quiere, no tiene vecinos que te comparen, nadie que te critique, todo eso es impagable", añade Consuelo, quien se dedica, justamente, a la venta de terrenos como corredora de propiedades en Propiedades Rurales SpA. (www.propiedadesrurales.cl).

Esa libertad de hacer y construir su hogar a su manera, queda en evidencia, además de la propia vivienda familiar, en la casa de muñecas que ella misma levantó en un espacio de la parcela. "La hice yo misma, además de que me gusta maestrear. Agarré unos árboles de un bosque de pino que cortamos y construí la casa de muñecas de la Rocío. Y mi marido hizo lo mismo, él construyó su quincho y su sala para cuando vienen los amigos, con estructura de fierros, muros con tablones y hasta con durmientes de las vías de tren".

Como siempre

Una nueva vida que pareciera lejana, pero no. Está a sólo 20 minutos de Concepción, donde parte de sus labores siguen como siempre. "Yo llevo a mis hijos al colegio todos los días, en el Almondale de Valle Noble, salgo y hago parte de mi trabajo en la ciudad. Y mi marido viaja todos los días a Concepción a su trabajo".

Los servicios básicos también están disponibles. "Tenemos un generador de electricidad, pero también llega el servicio de CGE. El internet del celular funciona sin problemas, lo mismo que el TV cable. Lo único que no llega es el servicio de agua potable. Pero usamos de puntera, que la sacamos a 200 metros de la casa, y lo que es mejor, porque según análisis que mandamos a hacer, nos dimos cuenta de que es más pura incluso que la que llega a la ciudad, incluso con mejores parámetros, así que no tenemos problema", afirma Consuelo.

Salud y bienestar

Las clases de informática que dicta Andrés Paiva en Inacap, su empresa de drones para registros audiovisuales a nivel industrial, o las compras en el supermercado, no cambiarán en nada.

Lo que sí cambiará es el regreso a casa después de su jornada laboral. Ya no será en la cada vez más ajetreada San Pedro de la Paz, sino que estará en la ruralidad de Patagual. Pareciera lejos, pero es a sólo 30 minutos de su lugar de trabajo.

Eso es lo que se viene dentro de poco más de un mes para Andrés Paiva, Cristián (uno de sus hijos) y su esposa María Isabel Suazo, quienes optaron por dar este giro. Vendieron su casa en San Pedro de la Paz y compraron su parcela en el kilómetro 26 del camino a Patagual, donde por estos días levantan lo que será su nueva morada.

"Hoy San Pedro se ha transformado en una selva, entrar y salir siempre lleno, la gente pasa con rojo, la pista exclusiva de la locomoción colectiva siempre ocupada por otros vehículos, al final termina siendo un desagrado. Pero también necesitamos trabajar en la ciudad, así que buscamos una cosa intermedia", cuenta Paiva.

Agrega que la decisión pasó también por un tema de salud, pues la humedad y el clima cercano al mar ya les estaba jugando una mala pasada.

Así que se decidieron. Después de darle unas vueltas, tomaron la decisión y apenas vieron el terreno, dijeron: "Esto es lo que queremos". "Una semana nos demoramos en el elegir el lugar", agrega la entusiasta esposa.

Un espacio soñado, de cerca de tres hectáreas, donde ambos proyectan su nueva vida. "Mira tu alrededor, es un lugar encantador, se respira aire puro, tranquilidad, relajo. Acá tenemos lleno de boldos, arrayanes, copihues. Ideal para lo que queremos a futuro, porque no fue sólo por un tema de salud, sino que teníamos también otro interés, tener frutales, hortalizas, hacer un poco de vida de campo. Nos estamos acercando a la tercera edad, y cuando eso llegue, la idea es estar preparado", dice Andrés Paiva, a sus 54 años.

Y el trabajo que se les viene, sin duda, será arduo. "Creo que nos demoraremos en armar todo esto unos cuatro años", apunta Paiva, lo que más entusiasmo y alegría les brinda, pues será una tarea familiar, hecha a su manera, y donde todo lo que construyan lo podrán disfrutar a concho. No sólo ellos, sino que sus seres queridos en las reuniones familiares, con amigos, o ser una especie de "sede" para los encuentros con los hermanos de la iglesia a la que asisten.

Consuelo Pérez"

"Siempre quise hacer vida de campo"

"Fue una decisión pensada como familia

Fernando Brandt"

"Es una buena forma de alejarse, pero seguir cerca

Andrés Paiva"

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