Sepa cómo se trabaja durante la noche en la Vega Monumental
Trabajadores del popular recinto contaron a La Estrella sus historias y cómo opera el negocio cuando es de noche. Son personajes anónimos que a punta de esfuerzo han salido adelante. Un vistazo a su desconocido mundo nocturno.
La madrugada en la Vega Monumental alberga un montón de rostros, historias y sabores que no se ven en las horas en que cientos de penquistas van a realizar sus compras. Cuando el calor de los hogares cobija a los vecinos, en el recinto ya está operando una tremenda maquinaria humana, prueba irrefutable para asegurar que allí no se duerme ni se descansa, sólo se toma un impulso para continuar al otro día.
"Aquí viene gente de toda la región. Abastecemos a los comerciantes y feriantes de todos lados. Somos una gran familia, que se preocupa siempre del que está al lado", explica Jaime Flores, portero de la entrada principal que da la bienvenida cada noche.
Ese punto, a un costado de la avenida Jorge Alessandri, no sólo es el acceso al Patio de Camiones, sino que a un mundo desconocido por muchos, donde el denominador común se llama sacrificio.
Onécima Velásquez vive en Lirquén, es madre de tres hijas y regalonea con la misma cantidad de nietos. Vende machas a diario. "Es una vida sufrida, realmente. Llegamos al frío, a la lluvia. Cuando el agua cae hay que tener paraguas grandes, para poder protegerse. Es el único modo", explica.
Y es que el trabajo en el área de mariscos parte cerca de la una de la madrugada. "Estoy hasta las once o doce del día. Mi clientela, en su mayoría, son particulares, minoristas", detalla la querida "Chema", como la llaman con cariño.
La trabajadora cuenta que lleva cuarenta años en el rubro y que gracias a ello, ha logrado muchas cosas, lo que la hacer emocionar. "Mi esposo trabaja en la parte de los camiones. Nos conocimos aquí y pronto cumpliremos treinta años de matrimonio", dice.
Ante todo, está agradecida y orgullosa. "La vida me enseñó muchas cosas, varios caminos y siento que elegí el bueno. No tengo muchos estudios, pero no me avergüenzo, porque tengo todo esto", asegura.
"Mi familia se formó aquí y seguimos luchando en el mismo lugar", manifiesta con pasión.
Trabajo pesado
Durante la noche, mayoritariamente, el trabajo va orientado a comerciantes de las ferias libres. Irán Palma, carretillero, bien sabe de eso y de cómo es el sistema cuando el sol no está. "El movimiento es de toda la noche. Acá acarreamos la mercadería para los clientes", relata.
Este trabajador, de 41 años de edad, lleva tres décadas, por lo que conocer de cerca lo que es batallar contra las condiciones climáticas. "En invierno es seguro que te mojas completo. A veces terminas estilando, porque no hay protección. Es súper sacrificado", señala.
A pesar de ello, sostiene que "la plata es buena. Ni los flojos pasan hambre".
Así como él, hay cientos de personas que amanecen en busca del sustento para sus hogares. Como Rachel Muñoz, quien dio un drástico giro en su vida. "Yo era ejecutiva de ventas en un banco y decidí cambiarme para acá", cuenta.
Dicha decisión, asegura, fue lo mejor de su vida. "Esta es una pega muy sacrificada, pero entrega cosas impagables. Aquí trabajo con mi esposo, con el hombre que amo todo el día", indica la mujer, quien es conocida como la "Reina de la Sierra".
Ese apodo, que la enaltece, se lo ganó. "Lo más importante es el respeto por el cliente. Entendemos que vienen de noche, así que hay que tratarlos bien y darle lo mejor posible. Esa es la táctica", revela.
Maurio Bizama, su marido, destaca que "acá es un tema de familia. Mi hijo mayor partió con nosotros y ya se independizó. Ahora queda el menor".
manos amigas
Obviamente, producto de las largas jornadas y el horario, el gran enemigo es la temperatura.
Sergio Lagos, pencón que vende congelados, relata que "todo gira en torno a los braseros durante la noche. Es la única forma de no tener frío, así que aquí compartimos y echamos la talla entre todos".
Para combatir el frío, aseguran, es infaltable el café de María Rebolledo. "Hace 30 años que vendo café durante las noches. Es harta pega, pero gracias a eso pude educar a mis hijos y tener mi propio hogar", señala.
Según estima, por noche vende unos 40 litros a trabajadores y clientes, los que le tienen gran cariño. "He visto crecer a gente aquí, por todo el tiempo que llevo", añade.
Uno de ellos es Landrú Arriagada, quien creció en la Vega. "Cuando tenía once años venía a trabajar con unos primos. Era cargador, pero ahora soy comerciante", explica.
El padre de tres hijos, señala que, a pesar de las inclemencias que se pueden enfrentar, es un excelente trabajo. "Hay que tener fuerza de voluntad para poder evitar los vicios y las cosas malas que pueden haber aquí. Se gana plata, pero hay gente que la farrea en copete u otras cosas", cuenta.
Landrú es el caso opuesto. "Hoy es mucho mejor, porque antes era un barrial, que de seguro te dejaban todo sucio y, además, estaba prohibido enfermarse", recuerda.
A pesar de ello, pudo salir adelante. "A punta de esfuerzo logré que mis hijos llegaran más lejos que yo. Llegué a cuarto básico, pero hoy tengo un hijo en la Armada, otra estudia Medicina y el más chico está en el liceo", cuenta.
Pablo Castro, un comerciante, al ser consultado por las comidas en el turno de noche, responde: "Nos servimos un café, un sánguche y a veces tiramos unas cholgas o un caldo". Tal respuesta la da al lado de una parrilla, en la que está preparando unos apetecibles mariscos.
"Aquí todos comemos juntos, es la forma de pasar el día. Vamos improvisando. Es así", cuenta el feriante con una sonrisa.
Su compañero de labores, Rodrigo Llancopil, agrega: "Aquí se comparte como hermanos. Un café, un pan, todo. La idea es que nos apoyemos unos a otros, porque la pega es dura".
Son tantos los personajes en este lugar, que todos tienen algo distinto que contar.
"Llevo 25 años haciendo lo mismo y me estoy cansando", confiesa Mónica Suazo. Sin embargo, se apresura en asegurar: "A pesar de eso, puedo decir que todo ha valido la pena. Estoy orgullosa de pertenecer a este lugar".
Ese es el pensamiento de la familia nocturna de la Vega Monumental, la que trabaja a full cuando los penquistas están calentitos en sus camas. Allí están ellos, estoicos y firmes para brindar con su esfuerzo, los frutos de nuestra tierra. Aquellas frutas y verduras que hoy están sobre su mesa.
"Es una vida sufrida, realmente. Llegamos al frío
Onécima Velásquez,, feriante."
"Hoy es mucho mejor, porque antes puro barro
Landrú Arriagada,, comerciante"
Lunes y jueves
Si bien el trabajo en la Vega es de todos los días, el mayor movimiento se registra las noches de los lunes y jueves. Los feriantes explican que al otro día hay ferias libres en todos lados, por lo que los trabajadores itinerantes se van a abastecer. Es por ello que se destina el mayor esfuerzo en estos días, para que el negocio prospere y al final del día, o la noche en este caso, las cuentas sean alegres.
1.00 de la mañana empiezan los trabajos nocturnos en la Vega Monumental de Concepción .
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