Alfonso Levet G.
La madrugada del 27 de febrero de 2010, Olga Fernández tuvo que arrancar de la antigua casa de adobe en la que vivía prácticamente desde que era una niña. La vivienda estaba ubicada en Lloicura, en los caminos rurales de la comuna de Tomé, cerca de Rafael.
A pocos días del terremoto, la mujer recibió una mediagua de emergencia y, finalmente, una vivienda definitiva del Serviu, como parte del programa de reconstrucción. Sin embargo, con la llegada de los incendios forestales, su casa ardió por completo, el jueves pasado, y Olga quedó, nuevamente, sólo con lo puesto.
Evacuación
"En la mañana vinieron a buscarme mis hermanos porque se venía el fuego. Me eché las llaves a la cartera pero no alcancé a sacar nada porque nunca pensé que se iba quemar todo", cuenta la mujer, que vive de cultivos y algunos animales que tienen junto a su hermano Jorge, con quien comparte el mismo predio.
"Me siguieron todos los perritos, menos uno", rememora aún abrumada mientras uno de los canes, "Rambo", se esconde entre unos arbustos cercanos.
La mujer cuenta que "tenía bonita la casa, de hartas cosas no, pero tampoco me faltaba nada. Tenía una leñera, algunas avecitas y un lagar".
A ella le resulta difícil creer que nuevamente tendrá que levantarse desde cero, aunque se muestra muy agradecida de la cantidad de voluntarios y donaciones que ha recibido. Todo lo que tiene bajo un techito que le armaron con planchas rescatadas de la casa siniestrada son donaciones.
"Estoy más animada, me voy a levantar igual y voy a salir adelante. Ahora ya lloro de alegría no más, porque ha venido tanta gente a ayudarme y ofrecerse para trabajar", añadió la afectada.
Catastro regional
De acuerdo a la información entregada por el Servicio de Vivienda y Urbanismo, el caso de Olga y de su hermano es uno de los 17 que se han catastrado hasta el momento en la región de personas que perdieron sus viviendas entregadas tras el 27-F, la mayor parte de ellos en localidades rurales.
Posiblemente ambos reciban nuevamente una vivienda transitoria en espera de una solución definitiva, tal como ocurrió tras el terremoto de 2010. "El terremoto fue diferente porque se me cayó la casita no más, pero solo algunas cosas se rompieron. Esto es peor, porque ahora no quedó nada", dijo Olga.
17 familias del Biobío perdieron las casas que les habían entregado tras el 27F, según el Serviu.
3 casos similares ocurrieron en Tomé, de acuerdo al catastro preliminar de viviendas.