Hermanas ponen la nota alta en orquesta juvenil de Curanilahue
Se trata de Betania, Sara, Paula y Silvana Cárcamo Aguayo, que forman parte de la cuarta generación de músicos de la agrupación. Están conscientes de que muchos niños crecen soñando integrar el selecto grupo.
Las hermanas Cárcamo Aguayo tuvieron que esperar algunos años para audicionar en la Oquesta Juvenil de Curanilahue.
Todavía no tenían la edad suficiente para ingresar, pero ya sabían de qué se trataba, ya que tenían un primo que había sido parte de la tercera generación de músicos.
Silvana (13), la menor de las cuatro, dice que ella en particular no sabía bien de qué se trataba, "no sabía muy bien en lo que me estaba metiendo".
Vocaciones
De todas formas, hoy es la más convencida de dedicar su vida a la música. Ni siquiera duda de otra carrera, sólo del instrumento. "Si no es violín, chello", asegura.
Paula (14) quiere estudiar odontología; a Betania (17) y Sara (15) les gustaría medicina y obstetricia, respecticamente. No es que no consideren seguir la música, sino que creen que es una carrera muy difícil.
"Todos los días ensayamos. Se va poniendo cada vez más complicado y hay que dedicar muchas horas de estudio para mantenerse a un nivel alto", explica Betania.
Las audiciones
Todas nacieron en Punta Arenas y, por motivos familiares, se fueron a vivir a Curanilahue en 2005 cuando aún eran muy niñas como para pensar en postular a la Orquesta.
"Estando allá vimos a la primera generación que fue a tocar y andaba un sobrino, Rodrigo" cuenta Ruth Aguayo, mamá de las jóvenes.
Después de escuchar a la agrupación por primera vez en un acto de Fiestas Patrias, Ruth empezó a averiguar por las audiciones, pero todavía no tenían edad suficiente. Cuando ya pudieron, se presentaron. "Ellas no tenían nociones de música, pero en realidad todos los niños llegan sin saber, es como un requisito".
Silvana y Paula quedaron en violín. Betania y Sara audicionaron en viola y estuvieron en clases un tiempo - "supuestamente les iba bien", acota la mamá- hasta que un día les avisaron que estaban en lista de espera.
Después hubo nuevas pruebas para instrumentos de viento y aprovecharon la oportunidad de quedar en instrumentos distintos porque discutían mucho.
"Me dieron a elegir entre flauta y oboe. Yo no sabía que era flauta traversa, me imaginaba que era una flauta dulce chiquitita. No me tincó, así que elegí oboe. Lo elegí por casualidad", explica Sara.
Pasado el tiempo, sabe que el oboe es un instrumento difícil e importante en el funcionamiento de la Orquesta. "Fuimos a un encuentro en Santiago. Había como 200 flautas y sólo 15 oboes a nivel nacional.
- ¿En el Movistar (Arena)? - pregunta Paula, repasando algunos de los escenarios donde han tocado.
- Sí, ahí. Yo los conté - dice Sara entusiasmada, y añade: "¡Mil 400 músicos y sólo 15 Oboe!".
De lunes a domingo
Las tres mayores están en el liceo y Silvana cursa octavo básico. Paula cuenta que "pasamos siete días a la semana en el liceo; lunes a viernes clases y los fines de semana, ensayo".
De todas formas se las arreglan para tener otros pasatiempos y compartir con amigos. Están conscientes de que el hecho de ser hermanas las hace más reconocibles, pero aseguran que no andan siempre juntas e incluso a veces pelean en los viajes, pero vuelven a ser amigas rápidamente.
Silvana toma la palabra: "A mí me gusta ver animé y dibujar. Hubo un tiempo en que calcaba, pero ahora sí sé dibujar". Todas dicen que les gusta ver series. "En Netflix estamos viendo Grey's Anatomy, The Crown y, la Silvana, Naruto".
También escuchan música distinta a la que ensayan, para distraerse. Electrónica y pop son las elecciones; reggaetón no, aclaran. "Lo primero que me dijeron es que si me quería dedicar al violín, no se podía escuchar regaetón", explica Silvana.
Constante competencia
Admiten que son muy críticas entre ellas y por eso a veces discuten. "Hay crítica sin anestesia", pero, dicen, a la larga ha sido bueno para su desarrollo como intérpretes.
Betania y Sara se preparan para su primer concierto solista, algo que sus hermanas ya han experimentado con el violín. La competencia es dura y cada presentación es como una nueva audición.
"Ahora soy flauta primera, pero el otro año -depende de mi audición- me van a cambiar a flauta segunda o flauta tercera", detalla Betania. "Menos la Sara, que va a seguir ahí porque hay un sólo oboe", bromea el resto.
Cuarta generación
Ya han pasado otras tres generaciones de músicos por la Orquesta Juvenil, así que los niños y jóvenes de Curanilahue crecen sabiendo de su importancia. Muchos quieren entrar, pero pocos lo logran.
Ruth Aguayo entrega su persepectiva como madre de las músicos: "La experiencia ha sido linda, ahora lo vivo más relajada, pero antes andaba metida en los ensayos, en todo. Si alguna se ponía a llorar yo tenía que contenerlas, porque eran muy chicas. De todas formas, ahora estoy siempre pendiente".
La orquesta tiene apoyo de la Fundación Arauco desde 1998, así como de la Fundación de Orquestas Juveniles de Chile y la municipalidad, pero de todas formas los padres de los chicos están organizados en una directiva donde pagan cuotas y generan recursos, "pero sólo para algunas cosas anexas", reconoce Ruth.
Experiencia de vida
Una de las mejores cosas para ellas son los viajes, porque conocen otros lugares, se codean con músicos de otras orquestas y eso les ayuda a su desarrollo personal. Siempre los alumnos que están en la orquesta destacan entre sus compañeros de liceo. "Nos ayuda bastante en la concentración, ser constantes, en la responsabilidad", explica Betania mientras sus hermanas la acusan de que siempre dice lo mismo en las entrevistas. "¡Es que es verdad!", responde y todas estallan en risas.
"Ellas no tenían nociones de música, pero en realidad todos los niños llegan sin saber".
Ruth Aguayo,, mamá de las hermanas Cárcamo."
"Pasamos siete días a la semana en el liceo; lunes a viernes clases y los fines de semana, ensayo".
Paula Cárcamo,, violinista de la Orquesta Juvenil de Curanilahue."
4 son las generaciones de la Orquesta Juvenil. Todos en Curanilahue conocen su importancia.