Padre Berríos y La Chimba: así se vive la lucha contra la pobreza
El sacerdote jesuita cuenta cómo ha sido su trabajo a dos años de su llegada al campamento, en donde principalmente convive con inmigrantes. Destaca también la creación del centro de formación técnica y analiza el panorama de la Iglesia.
El overol azul, a estas alturas, corresponde a uno de los aspectos característicos del padre Felipe Berríos. Con esta prenda es fácilmente reconocible cuando camina entre las precarias viviendas del campamento Luz Divina VI, en La Chimba, donde vive hace ya dos años.
El jesuita se sienta junto a su mesita que hace de comedor en el living de su mediagua. A un lado, tiene un estante lleno de libros. Por el costado, una radio antigua anima la jornada con música, más allá un refrigerador y, al frente, varios platos. "Todo esto, lo hemos sacado de la basura", dice, revelando que sus cosas fueron recogidas en el Vertedero Municipal que se encuentra en las cercanías del campamento, ubicado en el extremo norte de Antofagasta.
Desde aquí está pendiente de todo el acontecer nacional y también de la ciudad, especialmente de los campamentos, la superación de la pobreza y la manera de buscar un cambio de switch en un sistema social que está cada vez más marcado por la sociedad del consumo, de la cual en reiteradas oportunidades el sacerdote ha mostrado su postura crítica.
Hace algunos años el presbítero estuvo en África como misionero en Burundi, luego en el Congo, lugares donde conoció la pobreza en su más pura expresión. A su regreso a Chile, recuerda que dio una entrevista polémica a un medio nacional, mientras insistió varias veces en viajar a Antofagasta. "Yo creo que no sabían qué hacer conmigo. Yo quería estar acá, es como un Chile chico, con el mar y la cordillera".
El sacerdote llegó luego del incendio que consumió alrededor de 40 casas en este sector durante 2014. Poco a poco se fueron levantando, ordenando la vida de los vecinos, pintando las casas, habilitando un portón y trazando calles y pasajes.
Son 100 las familias en el Luz Divina VI, sin contar los asentamientos de alrededor. La mayoría extranjeros, principalmente colombianos, escapando de sus países de origen y buscando una oportunidad a través del trabajo en esta zona.
Consciente de la situación que se vive por el arribo de los inmigrantes, Berríos manifiesta que "no se le ve bien al extranjero cuando no es europeo. Cuando sí lo es, se le trata mejor al tiro. Cuando llega alguien con rasgos latinos, nos creemos el cuento estúpido de los jaguares de Latinoamérica... El boliviano y peruano viene de una zona rural, es más sumiso y el chileno abusa de eso. Pero el colombiano arranca de una situación de violencia en su país, tiene un mejor nivel educacional, más desplante y vocabulario. Yo creo que el chileno está un poco celoso... y entonces es fácil catalogar a las mujeres como prostitutas y a los hombres de sicarios. Tienen un modo de ser que nos choca a nosotros".
Centro de formación
Para el cura el tema de los inmigrantes en campamentos, va más allá de lo relacionado con la adquisición de viviendas: "No es tanto el problema de vivienda como la de la exclusión. Hoy en día el inmigrante busca redes de apoyo. Yo no tengo plata, pero tengo redes de apoyo, que vale más que la plata. Con las redes de apoyo tú puedes pedir prestado azúcar, o puedes decir 'cuídame la guagua'. Te puedes ir a una casa mejor, pero estarás solo ¿a quién le pides si necesitas un poco de plata? Es como una gran familia", comenta Berríos.
Para el religioso éste es uno de los puntos que buscan generar la superación de la pobreza. Hacer ese cambio de "no mal acostumbrar a los más pobres regalando cosas", sino que más bien entregando oportunidades, para que amplíen sus redes de apoyo. En caso contrario, eso los convertiría en "dependientes" y por lo tanto, "más pobres", argumenta.
"Yo le digo a la gente que el rico hoy no es el que tiene más, sino que aquel que no necesita más", reflexiona Berríos.
Esa es una de las principales motivaciones que llevaron a la creación del Centro de Formación Técnica en La Chimba, un recinto que fue cofundado con los dirigentes del sector. Así, en marzo comenzó a operar el recinto con alumnos del campamento.
Fueron esas redes de apoyo las que pudieron levantar este centro. Un día el padre llamó directamente a la gerencia de Ultraport que en ese momento se encontraban en reunión con los directivos Ultramar, grupo al cual pertenece la portuaria de Mejillones.
Tras el llamado, logró conseguir de manera desinteresada los containers en donde hoy se encuentra este centro de formación.
Corte y confección, peluquería, soldadura, gastronomía y carpintería, entre otros rubros, son lo que los residentes pueden aprender ahí, a lo que se suman clases para aquellos que no sabían leer ni escribir. En diciembre pasado, más de 50 residentes del campamento obtuvieron su certificación, para así comenzar a tener herramientas que les permitan emprender.
El 13 de marzo se espera a la segunda generación de alumnos. Allí todo funciona de manera ordenada, las clases se imparten con profesores contratados y la energía eléctrica del centro está regularizada. El agua se aprovecha dentro de lo que se puede cuidar con camiones aljibes que durante dos días a la semana alimentan el campamento.
No sólo hay zonas de clases. El padre muestra lo que es un huerto, cultivos hidropónicos con hortalizas como tomates y otros vegetales. La idea es que la gente aprenda a cosechar sus propios alimentos.
Hay también una pequeña salita que funciona como oratorio, donde en una cajita resguardada con un vidrio, el sacerdote es uno de los pocos que tiene en ella una de las costillas del padre Alberto Hurtado. "A él le hubiese gustado estar acá", dice Berríos. Al igual que el santo chileno, el trabajo se relaciona directamente con la gente.
"Mi trabajo es simplemente estar aquí. Acá aprendo a ser cura, porque en el seminario te deforman, te hacen creer que tienes respuesta para todo y que más encima estás cerca de Dios...", añade.
Panorama de la Iglesia
Fiel a su estilo, el jesuita recalca una vez más que hay que alejar esa figura de un sacerdote autoritario, por otra más acercada a la del Jesús de los Evangelios, el mismo que comía y compartía con los excluidos.
"Nosotros los curas estuvimos mucho tiempo vendiendo la pomada que después de Dios veníamos nosotros y que luego estaba la gente. Y gastábamos más tiempo en engrupir con esa estupidez, que en predicar el Evangelio", señala.
"Si todos los curas nos atendiéramos en hospitales públicos o viviéramos en campamentos, la gente miraría lo que no mira. Jesús es el hijo de Dios y nació en un pesebre, por lo que nos falta volver un poco a la esencia del Evangelio", reflexiona. "Hacemos una parroquia, nos creemos dueños de la parroquia y ponemos puertas, decidiendo quién entra y quién no. Nosotros no somos dueños de la salvación", añade.
Finaliza analizando que eso marca actualmente el alejamiento de los fieles y se necesita un cambio para lograr el acercamiento. "Creo que la Iglesia jerárquica se ha ido transformando más que en un camino, en un estorbo para llegar a Dios", concluye.
"Mi trabajo es simple. Acá aprendo a ser cura"
Felipe Berríos sobre su experiencia en el campamento"
"A nosotros nos falta volver a la esencia del Evangelio"
El sacerdote respecto a la visión de la Iglesia en la sociedad."