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Ojalá que en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 la historia sea diferente

Sus últimos saltos fueron premiados con ovación. Primero, Flavia Saravia en la barra; después, Thiago Braz en la altura. En ambos casos, costaba discernir quienes, de los que gritaban, entendían del deporte. Pero a los aficionados brasileños no les interesaba saber, sólo querían la medalla de oro para sus compatriotas. Pero, a pesar de la amistosa presión del público local, la gimnasta no logró puntaje de medalla. Si se colgó el oro el garrochista de 22 años que, con un salto de 6,03 metros, estableció récord olímpico.

Esto, en el marco de Río 2016, donde son miles los detalles que, desde octubre 2010 -fecha en que se otorgó la sede a Río-, planificaron los cariocas, con inteligencia y pasión.

Ello, pues debieron preocuparse de la locomoción y uso de autopistas; del desarrollo inmobiliario que permite la construcción de la Villa olímpica, donde deben dar servicio a unos 11.500 atletas, más técnicos y directivos; realizar eventos de promoción, así los turistas darán colorido al espectáculo.

La infraestructura deportiva implica que expertos diseñen proyectos de arquitectura e ingeniería; es imprescindible motivar a los locales a que asuman que los Juegos son de todos; es obligatorio construir el legado para las futuras generaciones; finalmente, planificar el desarrollo y competencia de los deportistas brasileños, pues el local debe presentar al menos uno en cada prueba.

Los de Río fueron mis quintos Juegos. Organizando el fútbol, estuve en Atlanta 96; Sydney 2000 y Atenas 2004. Como amante del deporte, viajé a Londres 2012. Por mis obligaciones en la ANFP, me perdí Beijing.

De éstos, habría que decir que los problemas iniciales, Villa Olímpica con terminaciones parciales; problemas de transporte; la pestilencia de la cidade maravilosa y el virus Zika; la inseguridad, fueron muy muy menores.

Dado los complicados momentos políticos, sociales y económicos que vive Brasil, no llegó el volumen de turistas esperados. Por ello, hubo casi siempre entradas disponibles y asientos vacíos en los eventos.

Una palabra para los escenarios de las competencias: espectaculares. Fácil de acceder y con visión clara desde todos los rincones. Además, alabanzas de los deportistas por los avances tecnológicos, con mención especial a la piscina olímpica, cuyo diseño permitió batir varios records.

Queda lo deportivo. La historia dice que, en la mayoría de los casos, los países sede suben en el medallero. Australia, en 2000, aumentó de nueve oros en Atlanta 96, a 16; China pasó de 32 a 51, y Reino Unido, de 19 a 29. Grecia pasó de cuatro en Australia a seis en casa. Para Brasil, su meta autoimpuesta de estar entre los 10 primeros, es casi imposible.

Y lo que puede considerarse una carencia local, abarca toda América Latina. Retrocedimos y la diferencia con las potencias creció de manera preocupante. Así, Chile quedó al debe. Ya se analizarán las causas. Pero ninguna nos pondrá en el medallero.

Seguro habrá evaluaciones, pero cuando se viaja siguiendo nuestra camiseta, agrada agotar las cuerdas vocales y lucir con orgullo la bandera. Ojalá en Tokio 2020 la historia sea diferente y que no sigamos escuchando: "Y porqué ellos pueden y nosotros ni siquiera estamos".

"(En Latinoamérica) retrocedimos y la diferencia con las potencias creció de manera preocupante. Así, Chile quedó al debe. Ya se analizarán las causas".