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Secuestrado 32 días por la FARC: el francés que vivió para contarla

El periodista Roméo Langlois fue presa de un infierno en manos de la guerrilla más temida del continente. Una cruda entrevista que llega justo después de la firma del acuerdo de paz entre el movimiento armado y el gobierno colombiano.
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Guillermo Ávila

"¡Pero qué marica!", se escucha a lo lejos. Luego, ráfagas de plomo. Estruendos por doquier. Mientras unos se desplazan a ras de hierba, otros se encumbran para dominar la peligrosa panorámica en un pastizal a campo traviesa.

"¡Al piso, ya!", es la orden. Entre los que se arrastran a paso de iguana por escabrosos matorrales, fango y ruidos de ametralladoras, está un francés. Se llama Roméo Langlois y está allí para documentar, en su rol de periodista, uno de los conflictos armados más largos y cruentos del continente.

La voz es del sargento Cortez, quien comanda la incursión del Ejército colombiano en una zona dominada por las Farc.

"Los soldados saben que la situación es crítica con la guerrilla", dice el francés a través del audio, mientras graba todo lo que su cámara puede captar alrededor.

"En este conflicto no hay gente mala ni buena, sólo pobres"... De pronto, gritos desgarradores de dolor. Hay sangre. Una bala se aloja en el brazo izquierdo del reportero. A los segundos -y a pocos pasos-, un hombre cae: el sargento Cortez es herido de muerte. Más allá se percibe una detonación. ¿Serán granadas? Brincan esquirlas. Y con ellas, otro soldado al panteón del más allá.

Langlois, herido, pide auxilio. La cámara da saltos y locos enfoques hacia todas las direcciones. A lo lejos, ecos. La guerrilla los acorrala y la cámara se va a negro…

Tras el abrupto término del documental, que dura 15 minutos (y que fue proyectado en la Universidad de Playa Ancha de Valparaíso), el silencio absoluto, hasta que Langlois toma la palabra.

"Lo que vino después fue que tuve que esconder el chip de la cámara para no perder este registro y lazarla. Así no la confundían con un arma. Luego me saqué la ropa como pude: daba la sensación de estar desarmado y les hacía dudar en caso de querer rematarme", agrega.

"¡Soy periodista. Vengo a cubrir el hecho. El deber de ustedes es sacarme de esta emboscada!", les señaló a los soldados de las Farc. De allí, al calvario y la angustia de vivir inciertos 32 días de secuestro. En un santiamén pasó de cubrir la noticia a ser la noticia. De aquel 2012 al hoy, con acuerdos de paz en los que la Presidenta Michelle Bachelet estuvo presente, se da un tiempo en privado para compartir junto a La Estrella el periplo de supervivencia .

Las fauces de la FARC

"¡Hola, man! ¿Te contesto con respuestas corticas o largas?". Pese a estar radicado en su país natal desde hace cuatro años, junto a su pareja parisina llamada Miriam, Roméo, de 39 años, aún no pierde aquel sonsonete que devela un castellano forjado en Medellín, donde vivía.

¿En qué estás ahora?

"Ahorita soy reportero de France 24, vivo en París. Me aboco a conflictos en Medio Oriente, Asia y África. Desde el 2013 cubro las guerras en Malí, Ucrania y Libia. También la crisis con ISIS en Siria e Iraq, del lado kurdo. Además he hecho reportajes en Cuba y Argentina, con un perfil más político y cultural".

¿Qué pasó una vez que fuiste dejado en libertad por ellos?

"Salí de Colombia en junio del 2012, justo después del secuestro. Como estaba herido en el brazo, requería de atención médica. Volví a París. Allá recibí los tratamientos; la movilidad de mi brazo quedó afectada. Durante un año tuve intervenciones médicas y fisioterapias".

¿Cuál es la opinión de la familia con tu trabajo de reportero?

"De partida, no tengo hijos. Vivo sólo con mi novia Miriam, a quien mando un beso. Mi familia siempre ha respetado mi pasión por esta labor. Soy el mayor de tres hermanos, el único que siguió esta profesión. Se pegaron un susto grande".

-¿Por qué seguir en esto?

"Es lo que a uno le toca... Es lo que sé hacer bien. Pues sí, en mi familia están preocupados cuando salgo a reportear. Ahora con lo de ISIS. Y tienen razón: da miedo. La situación en los territorios dominados por Estado Islámico ha cambiado para los periodistas. Antes a uno lo podía matar un loco o un avión, pero ahora los periodistas son considerados allá como blancos. Las reglas del juego han cambiado en el tema de ISIS. Es casi un suicidio reportear en esos lados".

Vive o muere

Fuera de las preguntas y mientras se acomoda un pañuelo alrededor de su cuello, Roméo confiesa que en ese mes de encierro llegó a soñar con devorar una hamburguesa gruesa, sustanciosa y vulgar, pese a que siempre ha procurado mantener la línea con sanos nutrientes.

Cuenta que desde joven quiso ser reportero. Tal vez no tanto cubrir conflictos, pero cuando optó por irse a vivir a los 22 años a Colombia, en 2000, de a poco el tema lo sedujo: primero las pandillas, luego las mafias y finalmente infiltrarse en la guerrilla. Amasó una notable red de contactos, por bandos.

Ganó muchos amigos, pero también enemigos. Y uno de esos últimos, de peso: el ex Presidente colombiano Álvaro Uribe, con quien mantenía diferencias ideológicas e incluso tildaba al francés de "agresivo y que generaba desconfianza".

Roméo, ¿qué buscas al testimoniar estos hechos: adrenalina, objetividad, revelar sucesos?

"Hay un poco de todo eso. Así creo que fue como me aboqué a las crisis, los conflictos. Eso sí, no me considero un reportero de guerra. Creo que eso no significa nada. Es bueno hacer cosas distintas porque muchos reporteros que cubren actos bélicos terminan locos".

Ingrid Betancourt también fue otro caso de secuestro mediático por las FARC. ¿Tuviste contacto con ella?

"Sí, correcto. Yo me vi con Ingrid Betancourt a un año de salir de mi secuestro. Hablamos, fue muy cordial conmigo. Tengo entendido que volvió a Colombia, está escribiendo, se dedica a sus hijos y reconstruyéndose porque pasó por un asunto muy difícil de imaginar. Desconozco si va a volver a hacer política en su país.

¿Qué recuerdos guardas de tus primeros días en cautiverio?

"El segundo y tercer día fueron los más duros. Yo escuchaba la radio: nadie sabía lo que había pasado conmigo. Si estaba con la guerrilla o muerto o agonizando en algún hueco perdido en la montaña. Mi paradero era un misterio. Colombia es tan torcida, la guerra allá es tan loca. Si bien no me tenían atado y me daban bocado, pensé que la guerrilla podría llegar a sentirse mal por haber atrapado a un periodista y luego ejecutarme. Incluso meterme en una fosa para decir: "No, nunca lo hemos visto". Por otra parte, pensé que el ejército podía intentar capturarme durante el operativo para afirmar: "Mira, lo mató la guerrilla ya que son terroristas".

Entonces, ¿qué hiciste para sobrevivir allá?

"Cualquier cosa podía pasar. A los días, solicité una autorización para escribir una carta urgente al comandante del frente. La misiva decía: "Por favor, diga que ustedes me tienen". Eso porque si sabían que yo estaba secuestrado por las FARC, se esclarecía mi situación con opciones de sobrevivir.

¿Cuál fue el momento más crítico durante todo tu secuestro?

"Había que estar pilas (despierto, atento) en las noches. La oscuridad era total: preparado en caso de un escape. En cualquier instante podía ocurrir un operativo. Se sentían aviones, bombas, ruidos; todo encima de uno, los sobrevuelos eran de noche. En esos momentos los guerrilleros llegaban, me despertaban. Entonces me ponía las botas, me alistaba en caso de que fuera una operación militar del ejército. Angustiado, así me sentía: no sabes si van a bombardear o si la guerrilla optaría por ejecutarte. No sabía nada. Incluso si saldría con vida para contarlo".

"La primera víctima de las guerras es la verdad. El buen periodismo debe darle luz a la gente invisibilizada".

Roméo Langlois, Grand reporter France 24

15 minutos dura en total el documental del periodista que fue secuestrado por las Farc.

22 años de edad tenía el periodista francés cuando se fue a vivir a Colombia. Hoy tiene 39.