La fiesta de la fe penquista que cada jueves mueve montañas
Cientos de miles de personas llegan una vez por semana a la Iglesia Santo Domingo de Concepción para pedir ayuda a la Virgen de Lourdes, prender una vela o simplemente encontrar un espacio de tranquilidad en medio de la ciudad.
"Vengo a agradecer a la virgen de Lourdes, por los favores que me ha concedido", señaló Francisca Flores, una de las miles de personas que cada jueves llega hasta la iglesia Santo Domingo de Concepción, más conocida como La Pompeya, para pagar mandas, solicitar ayuda o simplemente entregar flores y velas.
La gran mayoría de los fieles arriban, específicamente, a la Gruta de Lourdes, que queda al costado izquierdo del templo que se encuentra ubicado en la intersección de las calles San Martín y Lincoyán. Este espacio fue inaugurado el 7 de diciembre de 1919 y fue reconstruído en 1954 por los Padres Domínicos de Concepción.
"Es parte de la historia de nuestra ciudad. Incluso, de nuestra identidad local. Este lugar es muy importante para todos los penquistas que creemos que mediante la fe se pueden lograr cosas maravillosas", explicó Sara Díaz, otra de las devotas.
LA PATRONA
La Virgen de Lourdes es una de las advocaciones de la Virgen María a la que más milagros se le adjudican. Su historia comienza el año 1858, cuando una pequeña de 14 años, llamada Bernadette Soubirous escarbó en la tierra e hizo surgir un manantial en la gruta de Massabielle, en Francia. Lugar, donde habría aparecido por primera vez la Virgen María, convirtiéndose de inmediato en un lugar de peregrinación de los fieles y, en especial, de los enfermos, quienes agobiados de su sufrimiento pedían a María una solución a su estado.
Es por esto, que millones de personas, en todo el mundo, visitan a diario los santuarios de la virgen de Lourdes, reconocida por la iglesia Católica como la patrona de los enfermos. Una de estos devotos es la hualpenina María Rojas, quien expresó ser una de las personas creyentes en el poder de sanación que posee la Virgen de Lourdes. "Hace cuatro años, mi hija pequeña estaba en la casa cuando se acercó a la pandereta que separa nuestra vivienda de la del vecino. En ese momento, el ñiño de al lado, jugaba con un palo que lo transpasó por esa pandereta, enterrándoselo en el ojo de mi hija", relató.
"Me quería morir cuando vi a la Cony. Ella tuvo que someterse a tres operaciones. Sin embargo, los doctores me dijeron que era casi imposible detener un desprendimiento de retina, el que, supuestamente, la dejaría ciega de ese ojito. Decidí venir para acá (Gruta Lourdes) y entregar toda mi fe al poder de la Virgencita. Hice una manda y mi hija, poco a poco, se fue sanando. Ahora tiene nueve años y no presenta ninguna complicación. Es por eso que cada vez que puedo vengo a dar gracias por su bendición", añadió.
Pese a que la mayoría de los fieles son personas de la tercera edad, una gran parte de los que a diario llegan hasta las dependencias del santuario son estudiantes de educación superior. "Paso constantemente a dar gracias por todas las bendiciones que tengo a diario", indicó Daniela Cáceres, estudiante de segundo año de la carrera de Trabajo Social.
"Cada vez que entro a un período de exámenes, vengo y pido que salga bien en todo. No soy una persona de ir a la iglesia todos los domingos ni nada por el estilo, pero sinceramente creo que la fe mueve montañas y pedir una ayudita a los de arriba no está demás. En especial, cuando el cansancio y el estrés se apoderen de mí y no me dejan ver claras las cosas. No tengo nada que decir, siempre me ha dado resultados y por eso vengo a agradecer cuando puedo", señaló por su parte Marcelo Casanueva, estudiante de Ingeniería Civil.
Trabajadores
Quienes trabajan dentro y fuera de la Iglesia Santo Domingo, son personas que fueron criadas en el lugar. Este es el caso de Rosa campos, quien llegó con sus padres a vender velas, crucifíjos e imagenes de la Virgen de Lourdes cuandotenía siete años de edad. "Llevo trabajando aquí toda una vida. Llevo 50 años en el mismo lugar, aunque ahora en invierno vengo los puros jueves. Es que la verdad, sufro mucho en mis articulaciones", dijo.
¿Ha visto pasar mucha gente por aquí?
"Sí harto, incluso, algunas ya se fueron. Si pudiera escribir un libro con todas las historias que he escuchado, que he recibido en mi puesto, creo que no terminaría nunca".
¿Recuerda a alguna con especial cariño?
"Existe una que la tengo bien presente en mis recuerdos y que se la cuento a todo el mundo (...) Hace algunos años, un auto muy bonito llegó y se paró en frente de la iglesia, desde donde se bajó una señora hermosa, bien vestida y muy elegante. Se bajó llorando, pero con un llanto desgarrador. Estaba desesperada, no sabía por dónde entrar a la iglesia. Se acerca a mí y me dice: Tengo todo esto. Y me muestra un fajo de billetes y títulos de propiedades, de autos y de hartas cosas más. En ese instante, yo me quedé perpleja. Me dice: Vengo a entregar todo, todo por la vida de mi esposo. Su marido estaba grave en el hospital. Le indiqué por donde entrar, pero por cosas del destino, no la vi salir".
Otra vendedora histórica del lugar es Roxana Arévalo. "Heredé el puesto de mis padres. Yo nací aquí. Antes éramos hartos puestos, porque venía mucha más gente que ahora a La Pompeya", explicó.
Quien mantiene el orden y la limpieza de la "Gruta de Lourdes", es la señora Edith, que tiene 76 años y que es bien querida por todos los fieles. "Mi labor es ordenar las flores y las velas. Mantener limpio el lugar", señaló.
La estiman harto
"Sí, es verdad. Acá me quieren harto, es que llevo trabajando más de 20 años aquí. La gente valora que cuide el lugar, que me encargue de mantenerlo limpio y bonito".
¿Le gusta su trabajo?
"Por supuesto. Es algo que realizo con todo el corazón. Algunas personas me dan propina por lo que hago y eso lo valoro mucho, porque significa que se dan cuenta de mi esfuerzo. Es que son muchas las alegrías vivo a diario aquí, aunque igual han habido dolores".
¿Cómo cuáles?
"La perdida de personas que son importantes de esta iglesia como la señora Nina, que murió junto a su esposo e hijo arrollados por el tren en Hualqui. Ella era una persona muy colaboradora".
"Mi hija no quedó ciega y fue por la manda que le hice a la Virgen".
María Rojas,, hualpenina
"La gente valora lo que hago. Me quieren harto y eso me gusta, porque ven mi esfuerzo"
Señora Edith,
trabajadora