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Opinión de experto

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"Mente sana en cuerpo sano" dice la máxima griega que todos, en algún momento, añoramos cumplir. Muchas personas hacen de ésta premisa una regla de vida, transformando todos sus comportamientos y hábitos a la mantención de un cuerpo.

Modifican su alimentación e inician en programas de acondicionamiento físico que prontamente pasan a ser "amor" por estas prácticas. Es lo que se conoce como Vigorexia, una enfermedad mental en la que las personas se obsesionan por su estado físico y hacer deportes, teniendo una visión distorsionada de sí mismos.

La mayoría de quienes la padecen, comienzan adoptando estos hábitos por moda o porque su peso podría dañar la salud. Esto conjugado con que se practica deporte sin supervisión y ciertas características personales puede desencadenar en una obsesión por el gimnasio.

¿Cómo reconocer el límite? La respuesta es simple. Cuando los individuos dejan de hacer cosas que antes realizaban como compartir con su familia por concurrir al gimnasio, o cuando por no ejercitarse se sienten alterados o al menos desagradados, podríamos estar frente un caso de este tipo y debiera ser tratado por un especialistas que reorienten los objetivos de la práctica deportiva y la reordenen la dieta hacia una verdaderamente equilibrada y saludable. Recodemos que este comportamiento se acompaña de cambios en los hábitos alimenticios como la ingesta exagerada de proteínas y carbohidratos e incluso el consumo de sustancias que aumenten la masa muscular, llegando a casos extremos en los que se evidencia una dismorfia muscular, característicos de quienes practican fisicoculturismo.

Recuerde que la máxima no es "cuerpo sano en mente no sana", que ejercitarse es bueno, en la medida que le permita estar sano para compartir con su familia y amigos, y por sobre todo, para ser feliz.