Magdalena Fabbri: "Para mí ser 'trans' no es rollo en la vida"
Karen Loreto Retamal
Uno de los ejemplos más famosos está en el espectáculo. Desde Estados Unidos, Bruce Jenner, padrastro de las hermanas Kardashian, mantuvo al mundo expectante con su transformación a mujer -llamada Caitlyn-, a los 65 años. Hoy, confesó en una entrevista, sus fotografías paparazzeadas pueden llegar a valer cientos de miles de dólares. Abrió la curiosidad, pero también la mente a nivel mundial de lo que es ser transgénero.
En Chile, específicamente en Concepción, Magdalena Fabbri, estudiante de Sicología, hace lo suyo como directora de Organizando Trans Diversidad (OTD), entidad que lleva más de un año brindando apoyo y orientación a quienes lo necesitan.
"Ocupamos el término 'trans' como de transición. Más allá del género, nos importan las personas y que puedan vivir un género libremente, que se empoderen sobre su cuerpo y su identidad. Independiente de que sea, debe tener dignidad", manifiesta quien es la primera transexual de la región operada bajo el sistema privado de salud. Ella busca, a través de su experiencia, ser un ejemplo para otros.
De gino a Magdalena
"Una vez mi hermano en el colegio escuchó el nombre Magdalena. Yo tenía como 13 años y en mi cabeza pensé: 'Se llama igual que yo'. Fue súper raro, pero ¡cómo tan pavo para creer que ese es mi nombre, si el mío era Gino!", recuerda Magdalena quien, como algunos de los casos que llegan a OTD, nació como hombre.
"Viví toda mi vida con una convicción, que no era el que yo fuera mujer, sino que yo no era hombre, hasta los 21 años", relata.
De hecho, va más atrás, cuando a los tres años jugaba con cosas que eran de niña. Le gustaban, cuenta, los aros y el maquillaje de su mamá. Era muy femenina y evitaba los juegos de niños porque eran muy bruscos. "Me gustaba más Sailor Moon que Dragon Ball. Esas cosas, más que indicarte que eres mujer, te dicen que tienes una expresión femenina", apunta.
Sus papás estaban separados y ella vivía con su mamá, que en ese entonces no se escandalizó con los juegos. La dejaba interactuar con cualquier cosa, pero siempre le regaló juguetes neutros, como animales de granja, pues sabía que si le regalaba un auto, éste quedaría botado a los cinco minutos.
"Viví súper tranquila hasta los 20 y tantos, pero entre comillas, porque estuve atormentada en el colegio y con el bullying. Era cotidiano que mis compañeros se burlaran de mí por ser más femenina. Es que fui súper andrógina en el colegio hasta la universidad. De la casa para afuera me trataban de señorita, pero en la casa era hombre", cuenta.
Ser varón nunca fue un tema para ella, hasta que empezó a cambiar su cuerpo. Le aterrorizaba la aparición de barba, continuamente se tocaba la cara para saber si habían algún vello. Comenzó a sentirse incómoda, aunque prefería su cuerpo ambiguo, que camufló gracias a la moda de ese entonces. Se pintaba los ojos y las uñas bajo la rebeldía dark. Su mamá pensaba que eran sus amigos que la llevaban por ese camino, pero para Magdalena era la única forma de estar tranquila y cómoda, sin la necesidad de usar jeans y camisa como un hombre.
El proceso
Le han llegado todo tipo de preguntas, pero prefiere que se las hagan a ella que a otros trans. Es que siente que tiene la misión educativa y que reaccionará mejor a inquietudes tan raras como, por ejemplo, ¿cómo haces pipí?
A Magdalena le gusta la curiosidad, pues siente que es la madre de la educación. Si los chilenos fueran más curiosos, dejarían de lado los prejuicios, afirma.
Entre esas dudas surge cómo su cuerpo mutó del de Gino al de Magdalena. Confiesa que no se había dado cuenta de su anatomía hasta que pasó por un intento de suicidio hace un par de años (hoy tiene 24).
"Mi problema era súper simple: no podía ser lo que quería ser. No podía porque era hombre. Tengo harta noción de que me clasifique en torno a los hombres, que quizás era distinto o no lo era, no que era mujer. No cabía la idea que fuera así", cuenta, explicando que veía a las chicas travestis de la calle y la violencia a la que eran sometidas. "Y no quería eso para mí", subraya.
Después de aquel episodio "me di cuenta que no estaba viviendo la vida que quería vivir, no estoy haciendo lo que quiero hacer, estoy encerrada en el rol que la gente me puso. La palabra mujer no estaba metida muy en mí, yo quería ser quien soy. Les dije a mis papás que, en vez de querer hacer lo que quisiera, quería ser mujer".
En ese entonces, sus padres la apoyaron. Buscó ayuda, pero en el intertanto, todo se fue haciendo cada vez más difícil. Se dio cuenta que el apoyo de sus papás fue sólo de palabra. Se fue de la casa y se fue a vivir con amigos para empezar su tránsito hacia el cambio de sexo.
"Di bote una año entre sicólogo y siquiatra, que no sabían qué hacer. Así conocí a la ODT como una usuaria más. Ahí me consiguieron una hora con el médico Rodrigo Baeza. En esa sesión, él pensó que yo era trans masculino. Que había pasado de mujer a hombre. Me dijo que me iba a dar un tratamiento para cortar mi período. Le respondí que era todo lo contrario, que nací hombre y quería ser mujer. Me queda mirando y me dice que es evidente que, con la cara que tenía y la voz, tenía que hacerlo. Me dio los remedios para empezar".
Recobró los lazos con su madre, quien le dio todo su apoyo incondicional hasta hoy. Distinto fue el caso de su padre. "No he hablado con él, le da vergüenza yo creo. Él hubiese preferido mil veces que fuera gay", confidencia.
el cambio
Tras este nuevo camino, comenzó el proceso con las hormonas, que hicieron cambios instantáneos. Al mes, su cara era mucho más femenina. Le comenzaron a aparecer mamas y dejaron de decirle joven.
"Salía a la calle y era señorita. Me creció el poto y me dolían las pechugas. Pero eso depende de cada cuerpo. Parece que el mío se lo tomó muy rápido. Fue mi suerte genética", dice.
Comenzaron los cambios de ánimo. Se lo pasaba acostada y como oruga en su pieza. Lloraba por todo, hasta con los comerciales. Fueron meses de mucha sensibilidad, confiesa.
Luego vendría la cirugía para el cambio de sexo, una que pocos se hacen debido el alto costo. En el sistema privado, asciende a los 5 millones de pesos.
"Me quise operar por un tema de comodidad, pero no me operé para sentirme más mujer. Me siento la misma persona antes de operarme", explica Magdalena, quien empezó hace un año y nueve meses la hormonización y hace 15 meses la operación.
"Para mí ser trans no es rollo en la vida. Si bien alguna vez sufres, no es por ser trans, sino por la educación que has tenido o por la falta de educación. Pero si estás empoderada y alguien te dice algo feo, da lo mismo", lanza Magdalena. "Para mí, luchar por los otros, también es luchar por mí", añade.
Es que la actual directora de OTD siente que debe exponer su experiencia y decir que es trans, pues no quiere borrar tampoco que nació con el cuerpo y nombre de hombre. El fin es que las personas los acepten tal cual, como persona y no con etiquetas. J
Si tuviera que preguntarle a alguien qué es transgénero y transexual, en general, no sabrían qué decir. El primero habla, según su definición, "al estado de la identidad de género de uno mismo (auto identificación como hombre, mujer, ambos o ninguno) que no se corresponde con el "género asignado" a uno mismo (la identificación por parte de los demás de si se es hombre o mujer en función del sexo genético o físico)". Mientras que transexual "son aquellas personas que aspiran a someterse a una reasignación genital. Estas personas están totalmente en desacuerdo con sus genitales y harán todo lo posible por cambiarlos". En tanto, travesti es quien gusta vestirse de mujer por diversos motivos.
"Para mí, luchar
por los otros,
también es
luchar por mí"
Magdalena Fabbri,