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Daniel Bonelli, el piloto de avión que conecta a la Isla Mocha con el territorio de Chile continental

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Felipe Placencia Soto

Convertirse en piloto de avión es el sueño de muchos, sobre todo cuando son niños. El argentino Daniel Bonelli Linares (39) es uno que lo cumplió. Comenzó a volar cuando era solo un adolescente, surcando los cielos de su querida tierra natal, la ciudad de Chajarí, Entre Ríos. Desde entonces no para.

"Siempre me gustaron los aviones, soy muy apasionado por la aviación y a los 17 años hice el curso", cuenta el aviador a quien en su infancia le gustaba leer "El Principito", del escritor francés y también piloto aéreo Antoine de Saint-Exupéry, quien alguna vez voló en tierras chilenas transportando correos.

Pasó el tiempo y Bonelli finalmente llega al país hace 11 años, trabajando para una agencia aérea de publicidad, en la que incluso se disfrazó de payaso.

"He recorrido todo Chile, desde Arica hasta el sur, y todo tiene su encanto, su parte bonita. Por ejemplo, en Antofagasta los acantilados son espectaculares. En el sur lo mismo, los paisajes son maravillosos. Todos los lugares tienen su parte bonita", cuenta este verdadero "lobo del aire", con su chaqueta verde y sus infaltables gafas para protegerse de los rayos del sol que desde la altura pegan fuerte.

"La pega es bien bonita. Es sacrificada, dependiendo de lo que haga cada piloto. Si te gusta hacer algo, hay que sacrificar ciertas cosas", comenta Bonelli, quien en esta larga faja de tierra también encontró el amor y hoy vive feliz con su pareja.

"A ella le gusta lo que hago. Me conoció como piloto así que todo bien", dice, mientras sus compañeros de trabajo, que hacen mantención a otro de los aviones que opera, un Mitsubishi mu-2, le tiran la talla durante la entrevista.

Isla Mocha

En el 2007 aterrizó por primera vez en un logde turístico de la Isla Mocha con la finalidad de trasladar aventureros, muchos atraídos por la mística de la Reserva Nacional con su lago escondido, sus paradisiacas playas aptas para el surf, el mito que la rodea por inspirar el clásico libro "Moby Dick" de Herman Melville y una atracción poco conocida, el fenómeno del "mar en llamas".

"Hay reservas naturales de gas. A orillas de playa la gente va con antorchas y lo enciende", asegura. De hecho hay videos en youtube donde se ve este interesante evento natural.

Posteriormente, dada su experiencia en la zona, pasa a ser parte de la empresa Heliworks, que presta servicios al Estado mediante licitación, para trasladar a los cerca de 800 habitantes de dicha comunidad con el continente.

"La isla es muy bonita. Es un viaje relativamente tranquilo. Se dio un temor con el accidente de Juan Fernández, con el tema del viento, pero no es así", aclara el piloto, quien lleva más de mil horas de vuelo en la zona.

Dichos temores aumentaron con la desaparición del querido y experimentado piloto isleño, Mario Hahn, junto a otros cuatro pasajeros que viajaban entre la isla y Tirúa el domingo 6 de octubre de 2013.

Es por ello que Daniel Bonelli en esa oportunidad también colaboró en la búsqueda del aviador y los ocupantes de la aeronave."Ese día nosotros nos cruzamos en el aire y nos saludamos. Cuando llegamos a Concepción, al rato supimos lo que pasó. Un helicóptero salió, pero ya era muy tarde. Era de noche", recuerda.

El vuelo

La Isla Mocha hoy ha cambiado. Cuenta con luz todo el día y una serie de mejoras en curso, como una manito de gato a la pista.

Los días de vuelo con Bonelli son los jueves, viernes, sábados y domingo. El trayecto que se recorre es Isla Mocha, Tirúa y Lebu.

"A Tirúa son 10 minutos de viaje. A Lebu son 23 aproximadamente", informa. La Estrella ha volado con Bonelli desde Lebu y en cada ocasión el viaje es una aventura.

El piloto es riguroso y sigue al pie de la letra las medidas de seguridad impuestas por la Dirección General de Aeronáutica Civil. Primero, mira detenidamente a los pasajeros y calcula su peso. Les da la ubicación en el avión y antes de subir cada uno debe colocarse un salvavidas ante cualquier emergencia.

Un asistente ayuda a subirse a la aeronave. Una vez que hace el "check list", comienza a acelerar los motores de cada ala, nivelando el ingreso de combustible.

El ruido comienza a inundarlo todo. Para los novatos, un cosquilleo aparece en el estómago. Para los acostumbrados mochanos, en tanto, es otro entretenido viaje a su querido hogar.

Daniel Bonelli acelera la nave para que tome posición. Una vez llegada a la parte inicial de la pista, el ruido es más fuerte hasta que la nave comienza a moverse y dar inicio a su majestuoso despegue, mientras los bosques, las casas, los poblados comienzan a quedar atrás y se hacen pequeños en cada segundo.

Luego apunta con el dedo hacia el mar y lo primero que se ve son las aspas de los enormes molinos de la eólica que allí opera. De pronto, la playa parece ser un enorme arenal infinito hasta Tirúa. El mar se ve un color entre azul y verdoso. A los minutos, a lo lejos, entre nubes, la Isla Mocha aparece como un paraíso verde.

Comienza el descenso. Se activa el tren de aterrizaje. El avión pasa por sobre la playa para luego tocar tierra. Un ayudante en tierra ayuda a bajar. Bonelli pregunta: ¿ Cómo estuvo el viaje? Bienvenido a la Isla Mocha, dice sonriente. J

"He recorrido

todo Chile, desde

Arica al Sur y

todo tiene su

encanto".

Daniel Bonelli Linares,