Camión Mack tiene medio siglo trabajando mano a mano con bomberos de Cuarta Compañía
Sin duda, que el principal tesoro de los bomberos de Chile son sus voluntarios. Esos hombres y mujeres que motivados por su profundo espíritu de servicio dan lo mejor de sí mismos para ir en ayuda de quienes necesitan de una mano amiga en los momentos más difíciles. Pero en los bomberos también existen otros tipos de tesoros, objetos materiales que son cuidados como verdaderas joyas y que además son la representación concreta de un pasado y presente de unión, camaradería, actitud positiva y amor por la ciudadanía.
Tal como en muchas compañías de bomberos de nuestro país, la Cuarta de Concepción tiene una joyita muy especial. Se trata del primer camión especialmente equipado y que adquirieron a fines de la década del cuarenta y que tras un largo recorrido, hoy mantienen con especial esmero y cariño al interior de sus dependencias ubicadas en la avenida Los Carrera de Concepción.
Según relata Alfredo Ascencio, capitán de la Cuarta Compañía, la historia de este carro se remonta a 1949 en Estados Unidos. Luego de ser construido en la planta de la compañía Mack Manufacturing Corporation, en el estado de Nueva York, es embarcado a Chile junto a otro camión de las mismas características. Ése mismo año arriban a Concepción para iniciar su trabajo en la Primera y en la Cuarta Compañía del Cuerpo de Bomberos penquista.
La llegada de este vehículo, pintado de un flamante rojo cereza, se produce durante la comandancia de Guillermo Barberis. Contaba con una bomba marca Hale modelo ZL-125 con un desalojo nominal de 600 GLP, un estanque con capacidad para cuatrocientos litros de agua y capacidad de transporte para doce voluntarios.
Este camión Mack, modelo 45-A, tiene un motor bencinero de ocho mil cuatrocientos centímetros cúbicos, 180 caballos de fuerza, con carburador convencional, transmisión mecánica de cinco velocidades más reversa y una velocidad máxima de noventa kilómetros por hora (aunque los que trabajaron en él señalan que no sobrepasaba los sesenta). Cabe señalar que bajo la tapa de apertura lateral del motor, cien por ciento norteamericano, se puede apreciar el excelente estado del bloque, mangueras, filtros y otras piezas auxiliares.
Antes de recibir su primer trabajo de restauración, a principios de la década pasada, según cuentan los oficiales, tenía unos cinco centímetros menos de altura debido a que fue utilizado como camión cisterna en la última compañía en la que se desempeñó antes de regresar a su hogar en Concepción. En esa oportunidad, se le cambiaron los paquetes de resortes, las maderas utilizadas a modo de asiento para los bomberos, el sillón del habitáculo interior, la lona del techo y el panel de instrumentos, entre otros objetos.
Actualmente solo recibe afinaciones, regulaciones de embrague, cambios de aceite y revisiones de frenos. Los neumáticos tampoco han sido cambiados, puesto que las llantas, al ser las originales de los años cuarenta, son de medidas que no se encuentran fácilmente en el mercado.
partida y regreso
Cuentan los muchachos de la Cuarta Compañía que el carro trabajó con ellos hasta 1969, después de que les llegaran dos vehículos nuevos: un Mercedes Benz modelo Metz que se utilizó hasta 1989 y un modelo 1413 con el que se trabaja hasta la actualidad, preferentemente, en el control de incendios forestales.
Fue en 1971 cuando el Mack, bautizado por los bomberos penquistas como "Borrowman", pasó a formar parte del Cuerpo de Bomberos de Chiguayante y de ahí, en una fecha no precisada, fue traspasado a la recién creada Tercera Compañía de Los Álamos.
En la localidad de Cerros Alto, de dicha comuna de la provincia de Arauco, se mantuvo hasta 1998 como camión cisterna. Durante ese tiempo pasó por un período de inactividad, estacionado en un galpón, hasta que cierto día, un experimentado voluntario de la Cuarta Compañía penquista, por mera casualidad, lo volvió a encontrar. Ellos no sabían nada del vehículo y fue grande la emoción del cuartino al percatarse de que efectivamente se trataba del Borrowman.
La clave para reconocerlo, eran dos agujeros que en los años sesenta se le habían hecho en el parachoques para instalar el letrero con su nombre (ver foto). Una vez detectado es que comenzó el trabajo de negociación para traerlo de vuelta al hogar de los penquistas.
Luego de que el proceso resultara exitoso, el Borrowman regresó al cuartel de los cuartinos J