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La eterna sopaipilla sigue siendo la reina en la llamada "Ruta Gastronómica" del fútbol local

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manuel.munoz@estrellaconce.cl

¿Oiga compadre, cuánto queda para que termine el primer tiempo? Una frase que se escucha bien a menudo en medio de los tablones de varios estadios de la zona, durante uno que otro partido poco atractivo dentro del terreno de juego.

Y la pregunta no surge porque los goles no se han hecho presente o porque el equipo de sus amores esté perdiendo, sino más bien para saber si ya es hora de ir a ganar terreno en la fila minutos antes del pitazo que decreta el fin de la primera mitad, y evitar la tremenda espera para quedarse con una de ellas antes de que el resto de los comensales hinchas lo hagan primero que uno.

Una pregunta para saber si ya vale la pena empezar a caminar y dirigirse al esporádico carrito en los estacionamientos del Federico Schwager; a un costado de las galerías del Municipal de Hualpén; al localcito a la entrada del portón del Municipal de Yumbel, o a los establecidos locales del sector más acomodado del estadio CAP de Talcahuano, detrás de la Tribuna Pacífico; lugares donde basta que suene el pitazo del árbitro dentro sobre el césped, para que se abarroten de camisetas y colores de los variados equipos yendo a buscar la clásica "Sopaipilla".

Dos por $500

"Gracias mamá, se pasó", le respondía un comensal, feliz con su bolsa con cuatro crujientes sopaipillas, recién sacadas del aceite burbujeante y caliente, mientras le echaba mostaza y poco de ají, una por una, para entregarles a quienes esperaban un poco más atrás.

"¿Son 2 en 500 mi niño, cuántas va a querer?", le preguntaba Delia Contreras a un hincha que no compraba muy a menudo, pero que no opuso resistencia al olor y a la tentación de una de las reinas en los estadios locales, hoy convertida ya en un clásico de la "Ruta Gastronómica" del fútbol local.

"Por partido cuando juega Naval me vendo como 300, 400, a veces hasta 500 sopaipillas", comenta la locataria a un costado de la cancha Las Golondrinas, mientras entierra el largo fierrito para recogerlas una tras otra desde la bandeja en que las fríe. "Yo vengo vendiendo del estadio El Morro, allá vendía antes que lo empezaran a remodelar, de allá vengo, vendía cualquier cantidad, conozco a todos los chiquillos, del equipo, de la barra, tengo hartos clientes mijo, tenía cualquier cliente y ahora me compran acá. Hace años, ya ni cuantos años que vendo en el estadio. Vengo a todos los partidos, cuando el Conce también vengo a vender", agrega doña Delia, con su gorro que cubre su cabellera y las mejillas algo coloradas por el calor del fogón y que acumula mientras fríe una tras otra.

Un panorama que se puede apreciar también en otros recintos deportivos, donde la barra tiene su picada asegurada cada vez que va alentar al Conce, a Naval, a Lota Schwager en Coronel (como ocurrió ayer en el clásico entre mineros y lilas); en la tierra del Santo donde juega la UdeConce, o como pasaba en los pasillos de estadio Collao antes de su cierre para remodelación con esas sopaipillas más grandes y "gordas" de lo habitual, aunque a diferencia de lo que ocurre con Delia Contreras en Hualpén, en los demás estadios las vendedoras las traen listitas para entregar, sin freírlas en el momento, pero no por ello menos sabrosas.

"Lo que se echa de menos son los completos de El Morro, esos eran buenos, ahí detrás del arco en el quiosquito que había allí", comenta un periodista deportivo, resignado a esperar a que reabre el reducto chorero para reencontrarse con una de esas apetecidas delicias.

"Ahh y el mote con huesillo fuera del estadio en Yumbel", ese sí que es imperdible, añade otro capo de la prensa deportiva en medio de la conversa, dejando entrever que cada uno tiene su picada y su producto preferido.

Trío mágico

Y donde también la reina de los estadios causa furor, es en los locales detrás de la Tribuna Pacífico del Estadio CAP, donde incluso antes del término del primer tiempo de los partidos, comienzan a abarrotarse hambrientos compradores peloteros.

Acá la reina, eso sí, no son solo las sopaipillas, sino también Yolanda Ortiz (la dueña y jefa del negocio); Angélica Muñoz, ayudante, y Orieta Matamala, las tres vendedoras que la hacen de oro atendiendo a los hinchas, y a quienes les faltan manos para tanta petición.

"Acá se vende harto la sopaipilla, en promedio por partido se venden 400, se nos acaban súper rápido", comenta Yolanda, justo antes de que comience uno de los partidos de fin de semana en el reducto chorero. Junto a un buen café, té o Milo, no hay quien no se lleve una de esas ricas masitas, aunque acá no es sólo la sopaipilla la que la lleva, pues el espacio y la comodidad del local da la chance de tener mayor variedad, y los Ave Palta, Ave Mayo, Queques, Confites y hasta Berlines se hacen presente.

"Vendemos de todo un poco, entre Ave Palta y Ave Mayo vendemos como 100, Berlines unos 50, lo que más pide la gente es la sopaipilla, es que es más barata y llena más", dice medio en broma la señora Yolanda, cuyo local en la Tribuna Pacífico, sino que igual tiene "sucursales" detrás de las otras localidades del CAP: en Tribuna Andes con atención de Camila Cárdenas; y en la Galería Norte, con Mariela Alarcón.

Sin embargo, Yolanda y sus socias echan de menos un cuarto punto de venta, el que debiera estar detrás de la Galería Sur, ya que desde que ocurrieron los incidentes por parte de hinchas de Universidad de Chile hace un par de meses, la nueva administración del club determinó sacar dicho local y dejar ese sector sin venta de alimentos. "Eso hace falta, porque cuando vienen hinchas de otros equipos a los partidos, que son poquitos generalmente, no tiene donde tomarse un cafecito o comerse una sopaipilla en el entretiempo, ojalá podamos volver a tener ese local, así que esperamos que la dirigencia permita abrirlo de nuevo", añaden al unísono Orieta, Yolanda y Angélica. J